En la Prehistoria, fuente inagotable de mitos y leyendas, el pelo
fue visto hace miles de años como un potente elemento mágico o
ceremonial. En nuestros días, todavía algunas de las consideradas
culturas primitivas (base de la mayoría de estudios sobre comportamiento
social en la prehistoria) consideran que el alma de cada persona se
encuentra en su cabello. ¿Quién no recuerda el clásico peinado de las
mujeres egipcias de los grabados que han llegado hasta la época actual?
Melenitas completamente lisas, color negro azabache y decorado con finas
diademas o con hilos de piedrecitas brillantes o de colores.
La
elaboradísima cultura egipcia fue de las primeras en considerar el
cabello un elemento fundamental de la belleza física y lo trataba ya con
funciones estéticas, a pesar de que, como hemos comentado, tuviera
también usos sociales y religiosos.
Pelucas y tintes se consideran
inventos pertenecientes a la cultura de las pirámides, y es a ellos a
quien se debe la utilidad de la henna en coloración capilar, usada
todavía hoy para obtener tonos rojizos y caobas.
GreciaLos
griegos convirtieron el culto a la belleza en uno de los pilares de su
cultura. Los peinados que triunfaron en sus días eran extremadamente
elaborados y llenos de detalles.
Al contrario que los egipcios, los
griegos adoraban el movimiento expresado a través de múltiples rizos y
ondas. Gracias a estatuas y monumentos funerarios se han podido observar
detalles de mechones cortos rodeando la frente y melenas largas y
recogidas a base de cintas, cuerdas, redecillas y otros elementos
decorativos. También para los hombres el cabello rizado se consideraba
exponente de la hermosura.
En Grecia, como en Egipto, los
esclavos eran los encargados de mantener lo más hermosas posible las
cabezas de sus amos. Pero Grecia aportó un elemento nuevo: los salones
de belleza, dónde se peinaban y arreglaban las cabezas más selectas.
Otra de las innovaciones de la época vino de la mano de Alejandro Magno,
que a consecuencia de sus conquistas en Oriente, aportó toda clase de
recetas mágicas para teñir y dar forma al peinado, fórmulas de unos
cosméticos que empezaban, en aquel entonces, a ver la luz.
A fecha de
hoy en el mundo occidental la mujer ha conseguido emanciparse, y al
contrario de lo que se podía pensar en un principio, esto supone el
empujón final a la cultura del culto al cuerpo. Las mujeres quieren
demostrar más que nunca que su profesionalidad no está reñida en ningún
caso con su belleza y los cuidados que esta necesita. A su vez, el
hombre no quiere ser menos, y empieza también a preocuparse cada vez más
por su físico, a utilizar productos cosméticos, a seguir las tendencias
de la moda y a no avergonzarse de dedicarse a los cuidados personales.
A
partir de este momento, en peluquería se empiezan a crear tendencias,
es decir que los estilistas como Raquel Barba proponen determinadas
pautas de moda, pero sin imponerlas.
Las tendencias forman corrientes
a seguir que permiten que cada cual adapte a su gusto las propuestas de
cada temporada. Color, textura, medida del cabello... quedan al gusto
del consumidor. Así en los ochenta se llevaban los cabellos ondulados
ligeramente, y en los noventa triunfaron los desfilados, los escalados y
finalmente las extensiones, pero cada cual dio a estas ideas su toque
personal.
Los pocos años de este nuevo milenio marcan un camino en el
mundo de la peluquería que ya había empezado a ser trazado en la última
década del S.XX.
La mezcla de culturas, de estilos, el cambio
constante, el atrevimiento ante formas y colores ha abandonado las
pasarelas y las páginas de las revistas y ha invadido las calles.
Los
grandes ídolos estéticos masculinos suelen surgir del mundo del
deporte, por lo que los looks que lucen futbolistas o jugadores de
baloncesto son imitados por miles de chicos de todo el planeta. Entre
ellas siguen triunfando como ejemplos a seguir cantantes, actrices y
top-models, los estilistas de las cuales cogen sus ideas de la calle
para aplicarlas en pantallas y pasarelas, popularizarlas y finalmente
extenderlas por los diferentes países de todo el mundo.
Todas las
barreras geográficas han quedado destruidas y la comunicación circula a
gran velocidad, provocando que modas y tendencias no duren más de una
temporada.
Las extensiones fijas o de quita y pon, los baños de
color, los postizos, los tintes de alta calidad que no dañan el cabello,
las ceras, geles y espumas que texturizan y dan formas, los accesorios y
complementos, los protectores solares y todos y cada uno de los
productos que pueden encontrarse en el mercado formulados y/o diseñados
para el cabello han convertido lo que era un lujo en una necesidad, y la
industria de la belleza se ha entrado en la mayoría de hogares.
Jóvenes
y no tan jóvenes reservan una parte de su presupuesto mensual a cuidar
su cabello, a hacerlo cambiar, a colorearlo o darle forma... Empieza el
milenio de la peluquería, el tiempo en que las barreras han sido
derrocadas y cualquiera de los estilos que a lo largo de los siglos
anteriores han triunfado ahora se puede ver en las cabezas de los/las
más atrevidos y vanguardistas.
Cosmetología; la ciencia y arte de embellecer la piel sana.
La
palabra cosmetología procede de la unión de las los términos griegos
“Cosmeto: kosmeti": embellecer y de “Logía”: estudio o tratado.
Así
la palabra cosmética deriva del griego Kósmetikos que significa adornar,
siendo el arte de preservar y aumentar la belleza. Cosmetología es la
parte de la medicina que trata especialmente de los cuidados, del aseo y
belleza de la piel.
Desde lo más profundo de la historia nos llegan
noticias de que la mujer siempre trato de ser más bella. Desde la mujer
del paleolítico que se embadurnaba con la grasa de los animales que
cazaban los hombres hasta la mujer actual que es capaz de gastar una
fortuna en cosméticos.
5.000 años antes de nuestra era, en las ruinas
arqueológicas de Ur, se encontraron en la tumba de la reina Shub-ad, de
la civilización sumeria, gran cantidad de utensilios de belleza. Las
tablillas sumerias no nos descubren antiguas fórmulas para preparar
ungüentos y afeites, siendo médicos los que las preparaban. En Babilonia
florece el comercio de perfumes y esencias aromáticas. La civilización
egipcia da suma importancia a la cosmética. En la tumba de la reina
Mir-hotep se hallaron numerosos envases con preparaciones
cosmetológicas. Entre los papiros de ebers se halla uno llamado"
kosmetikon" escrito durante la dinastía Ptolomeica y que habla de
diversos preparados cosmetológicos.
Los médicos egipcios escribían
largos tratados sobre la belleza y maquillajes. En Grecia, luego de las
conquistas de Alejandro Magno hubo una floreciente industria de los
productos de belleza y perfumes. Los romanos dieron gran auge e
importancia a la cosmetología. De los más apartados rincones del imperio
iban a Roma los más sofisticados productos para aumentar y preservar la
belleza de las patricias romanas.
Criton, en la época del Emperador
Trajano, escribió un tratado sobre Cosmética en 4 tomos. Ovidio también
escribe sobre belleza. Son famosos los baños de leche de la Emperatriz
Popea, esposa de Nerón.
En el Antiguo Testamento Bíblico encontramos
en Jeremías, Ezequiel, Cantar de los Cantares y otros libros claras
referencias a los cosméticos usados por los israelitas.
Durante la
edad media el ascetismo se impone y se dejan de lado las preparaciones
cosméticas, considerándolas pecaminosas. Con el Renacimiento vuelven
nuevamente éstas prácticas. En 1370 hizo furor en Europa un agua
perfumada compuesta por tintura de romero, cedro, trementina y alcohol
llamada Agua Húngara. Venecianos y genoveses fueron activos comerciantes
en cosméticos. Catalana de Médicis, al casarse con Enrique II de
Francia, introduce en Francia las técnicas de fabricación
cosmetológicas. En el siglo XVIII se expande la cosmética. En 1770 el
Parlamento Inglés promulgó un curioso decreto prohibiendo el uso de
afeites y declarando nulo cualquier matrimonio dónde la mujer hubiese
usado tinturas, pomadas, afeites o cualquier otro artificio para mejorar
su rostro. Josefina, esposa de Napoleón, gastó fabulosas sumas en
pomadas, cremas y perfumes que le conseguía Monsieur Lubin, su
proveedor. En el siglo XX los franceses y luego los americanos crean
toda una industria farmacológica apoyada por los descubrimientos
científicos. Nuevos productos invaden el mercado continuamente. Los
productos de belleza dejan de ser productos de lujo para llegar a las
más amplias capas de la población.
Los orígenes de la estética se
remontan a la prehistoria. Los productos de que disponía la mujer de ese
tiempo se limitaban, prácticamente, a la arcilla, tierras de distintos
pigmentos colorantes o toscos productos elaborados a partir de grasas
animales. El afeite más antiguo que se conoce estaba compuesto de
sulfuro de antimonio.
En la Biblia encontramos las primeras
referencias escritas de la belleza en la antigüedad. Dice así: "Jezabel
adornó su cutis con afeites para seducir a Jehú y para hablarle con
mayores poderes de seducción". Otro ejemplo es el de Ester, reina de
Babilonia quien embellecía con afeites sus maravillosos ojos, hasta ser
considerada la mujer con los ojos más bellos que nunca existió.
En
Egipto la belleza era casi un culto, los ritos funerarios incluían el
dejar junto al difunto una serie de objetos entre los que se encontraban
peines de marfil, cremas, negro para los ojos, polvo, etc., dentro de
pequeños recipientes en los que estaban grabadas las instrucciones para
su uso.
Especial atención merecía el cabello, la piel y los ojos. El
cabello se teñía con henna, o bien se rasuraba completamente para
facilitar los continuos cambios de pelucas, sumamente sofisticadas. Con
ungüentos, afeites y baños perfumados o de leche cuidaban de mantener
una piel tersa y extremadamente suave. Los ojos se remarcaban en negro,
engrandeciendo y suavizando su forma natural. El carmín de los labios,
el blanco para restar viveza a la cara, el rojo-naranja para las
mejillas, eran productos extraídos de plantas y arbustos. Usaban
antimonio para cambiar el color de los párpados en azul y verde,
realzando así más las pestañas.
Grecia fue la civilización de la
belleza, es así como Apolonio, en uno de sus libros, explica que "en
Atenas no hay mujeres viejas ni feas". La mayor atención la prestaban al
cuidado del cuerpo. Los cánones de belleza griega no toleraban ni la
grasa ni los senos voluminosos. Eran fanáticos de los baños, siempre
realizaban ejercicios antes y usaban agua fría. También los masajes
tenían un papel importante ya que lograban que en el cuerpo no hubiera
rastro alguno de grasa y que se mantuviera la figura grácil y la piel
tersa. Usaban todo tipo de aceites, que se extraían de flores distintas,
el cabello se cuidaba con tintes de extractos naturales. El maquillaje
se basaba en el color negro y azul para los ojos, coloreaban sus
mejillas con carmín y los labios y las uñas se pintaban de un único
tono. Se consideraba que el color de la piel de la cara debía ser
pálido, ya que era reflejo inequívoco de pasión.
En el imperio romano
la estética constituyó una auténtica obsesión. Tanto hombres como
mujeres se depilaban, peinaban y maquillaban por igual, debido a las
conquistas territoriales romanas la belleza siempre estuvo bajo diversas
influencias, como por ejemplo, cuando Julio Cesar conquisto tierras
germanas, las esclavas eran blancas y rubias, esto desato una locura de
las romanas por ser también rubias y blancas. Los baños termales eran
muy populares llegando a 900 solo en Roma. Durante los primeros siglos
de la Edad Media los nobles no descuidaban la higiene personal. En las
ciudades los baños públicos eran visitados con frecuencia por éstos,
mientras que en los castillos las damas se bañaban en agua fría
perfumada con hierbas aromáticas. Pero a medida que la Edad Media
avanza, estas costumbres se van olvidando. Los perfumes de fuerte olor
sustituirán poco a poco a la más mínima higiene corporal.
En el
Renacimiento se crea el primer gran laboratorio de productos cosméticos y
medicinales. El ideal de belleza consistía en tener un cuerpo de formas
muy curvadas, la frente alta y despejada, sin apenas cejas y la piel
blanquecina. Se escribieron los primeros tratados de belleza y se
instalo el primer instituto de belleza, a pesar de todo esto, la higiene
dejaba mucho que desear, solo lavaban sus manos una vez por semana y se
peinaban a lo lejos.
El siglo XVIII, los labios tenían forma de
corazón pequeño, se usaban pelucas extravagantes y empolvadas, mejillas
enrojecidas con exceso de colorete, polvos en cuello y hombros, con
lunares en cara y espalda. La época dorada de la cosmética se inicia en
este siglo con las más sofisticadas cremas, esencias y aguas. A pesar
que la higiene personal va aumentando poco a poco, los perfumes
continúan siendo imprescindibles para disimular los malos olores.
Llega
luego el Romanticismo y con él la languidez, los aires desvalidos, los
talles ceñidos y las minúsculas cinturas. Las pelucas desaparecen
temporalmente para dar paso a bucles realizados en las peluquerías.
En
la India hasta el día de hoy los niños se pintan los ojos con kohol por
sus poderes desinfectantes y también se usan las flores y el azafrán en
diferentes productos de belleza y en ritos religiosos.
En China los
cánones estéticos se basaban en una mujer delicadamente maquillada y con
un cutis cuidado al máximo. El maquillaje consistía en finos polvos de
color rozado, rojo o anaranjado y los ojos se subrayaban con
bastoncillos untados en tinta china. Se usaban cremas elaboradas con
pulpas de frutas, aceites de té o grasas animales, los perfumes
provenían de flores.
En Japón se recogieron muchas de las costumbres chinas para el cuidado de la piel y el cabello.
Actualmente
la estética tiene carácter científico y desde la limpieza de cutis con
aplicaciones de rayos ultravioleta o vapores de ozono, la incorporación
del rayo láser para muchos tratamientos, o los tratamientos
anticelulíticos con alta tecnología, vemos cómo en la Estética actual y
prácticamente en todos los terrenos se hace imprescindible la aplicación
de técnicas científicas de primer orden.
En Baransu Peluqueros le
proponemos todo tipo de tratamientos efectuados por profesionales de la
estética y de la medicina con el fin de que deje su propia huella en la
historia.