Nubia era perfectamente conocida del mundo antiguo.Llos Griegos llamaban a
este país, ubicado al sur de Egipto, Etiopía, es decir el país de las "caras
quemadas" (por el sol). Herodote, Diodore, Strabón, Dion Cassius y Plino
describen también el país, ya citado en la Biblia : "chambelán y alto dignitario
de Kandake, reina de Meróe vino a Jerusalem a rezar, pués se volvió". Más tarde,
varios autores cristianos describiron la cristianización de Sudán (siglo
VI).
En el período moderno, es James Bruce quién, en 1772, identifica la antigua
Meróe en el vasto campo de pirámides de Begrawija. En 1821, Mehemet-Ali envia
sus tropas a Sudán para aplastar los últimos Mamelucos y aprovecha , para
apoderarse, de Sennar y del reino de Fundj. Esta expedición realiza un aporte
significativo para la descubierta de la antigua Nubia, pues entre los soldados
se encontran antiguos mercenarios europeos, avantureros interesados por las
ruinas y los tesoros, los cuales establecen los primeros documentos y efectuan
las primeras exploraciones.
El más importante entre estos precursores de la arqueología nubia es el
francés Frederic Caillaud, cuya obra mayor, publicada en 1826, continua siendo
insustituible gracias a las menciones y ilustraciones que presenta de numerosos
sitios hoy destruidos. En el mismo tiempo, ocurren los viajes de Linaut de
Bellefonds, Waddington, Janbury, Hoskins y Lord Prudhoe. En 1834, Giuseppe
Ferlini alcanza Meróe y descubre el tesoro de la reina Amanishakheto.
El auge de la investigación arqueológica en Sudán, en el siglo XIX, es
constituido por la expedición prusiana de Richard Lepsius, durante la cual, de
1842 hasta 1845, fueron registrados casí todos los monumentos todavía visibles,
hasta Sennar.
Las investigaciones se interrumpen en la segunda mitad del siglo XIX.
Tendremos que esperar el fín de la rebelión del Mahdi (1881-1898) y la conquista
del país por las fuerzas inglesas y egipcias para que los arqueólogos - casí
exclusivamente ingleses en primer lugar - vuelven a pisar el camino de
Nubia.
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