El pueblo egipcio fue enormemente religioso. Heródoto dice que Egipto era
el país más religioso de todos los que conoció. Todo lo divinicaron, desde el
faraón hasta el Nilo. Por lo tanto, una primera nota característica de la
religión egipcia es su marcado politeísmo. Pueblo de campesinos, adoró
fundamentalmente a las fuerzas de la naturaleza. En primer lugar, al Sol, del
que dependía la prosperidad de sus cultivos. Lo adoraron con distintos nombres y
atributos; fue una auténtica divinidad nacional. Bajo la advocación de Horus (el
Sol naciente, hijo de Osiris), se le adoró en las primeras dinastías. Ra, fue
sin duda, el dios más importante de Egipto: el disco solar en su plenitud.
También se conoce al Sol con el nombre de Amón, divinidad principal de Tebas;
luego se le llamó Amón-Ra. Con la evolución religisa de Amenofis IV, adquiere el
nombre de Atón, dios universal y único. Osiris, el popular dios de los muertos,
representó, por su parte, al Sol poniente, el que muere todos los días.
Otros dioses importantes fueron Thot, el de la cabeza de ibis, el señor de
Hermópolis; Anubis, el chacal, Amón, el dios carnero de Tebas; la vaca Hathor;
el buey Apis, y muchos otros más. Se les representaba con figura humana, pero
con cabeza de animal, lo que recuerda el origen totémico que tuvieron.
Entre los mitos y relatos sagrados, sobresale por su importancia
Osiris.
Osiris representa la fertilidad y, con su esposo Isis (la Luna) y Horus,
el hijo de ambos, constituye la triada más popular de todas las que los egipcios
crearon con sus dioses, en una tendencia a la síntesis. Osiris es asesinado por
su hermano Seth (el desierto), quien cortando su cadáver en pedazos, lo
distribuyó por Egipto (alusión a los nomos). Isis lo reconstruyó llorando (sus
lágrimas son las estrellas) y formó con él la primera momia (alusión también a
la unificación del país por Menes). Así, Osiris resucita y es el dios de los
muertos.
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