Casi todos nosotros nos acercamos a la fabulosa civilización faraónica a través de las publicaciones hechas por los escritores clásicos, griegos y romanos, dejando atrás la versión de los propios antiguos egipcios. Fue con la presencia griega cuando el estudio de Egipto y su gran civilización empezó a manifestarse en distintos aspectos: Herodoto cuidó la crónica en el siglo V a.C., Estrabón la geografía, Diodoro desarrolló el tema enciclopédico y Plutarco lo hizo con la filosofía y religión. También los romanos dejaron cierto testimonio de su interés hacia Egipto; algunos de ellos lo recorrieron en sus viajes y visitaron sus monumentos. Sin embargo, casi ninguno de aquellos escritores eran capaces de interpretar los aspectos tan fundamentales de la civilización faraónica como el idioma de los antiguos egipcios; por todo ello hay que tener muchísimo cuidado cuando volvemos a leer sus publicaciones sobre Egipto que son meramente su punto de vista, como el de cualquier viajero. Es cierto que había en el Egipto antiguo algunos historiadores que se interesaron por el pasado de su país; pero no fueron muchos, o más exactamente, los que conocemos son relativamente pocos.
Algunos de ellos visitaron todos los viejos monumentos de su país; hubo algún que otro archivero de los templos dedicado a recopilar listas de reyes antiguas, un hijo de Ramsés II que sentía curiosidad por lo remoto. No obstante, hasta Manetón, siglo III a.C., no conocemos ni un solo historiador. La figura de Manetón constituye, sin lugar a dudas, una de las más sugerentes, si no la que más, entre el conjunto de autores que intentaron hacer una historia lógica y científica del Egipto faraónico.
Hay razones que contribuyen de manera esencial a justificar esta versión del personaje. La primera, gira en torno a la temática de su obra, centrada en la historia y la religión del antiguo Egipto.
Que este es un tema eterno incluso en las épocas en que parece eclipsarse la popularidad de los estudios relacionados con la historia antigua, es algo que se desprende fácilmente de la continua corriente de obras que al respecto se vienen editando, de manera ininterrumpida, prácticamente desde Champollion hasta nuestros días. La historia de Egipto de Manetón, sólo ha llegado a nosotros gracias a fragmentos que, además, se hallan, insertos en diversos autores, generalmente, de no escaso relieve. Constituye este hecho peculiar una excelente obra y una buena prueba del predicamento disfrutado por el autor egipcio en la antigüedad. Nuestro autor fue un fruto más de un magma cultural que llevó a varios no-griegos a narrar en lengua helénica las maravillas de sus patrias.
Los datos que nos han llegado acerca de Manetón son limitados. El nombre de Manetón significa, posiblemente, «verdad de Thot» y constituía por ello un apelativo adecuado para un sacerdote. Manetón fue natural de Mendes, en el Delta, pero habitaba en Heliópolis. Parece indiscutible que perteneció a la clase clerical egipcia y, de aceptar el testimonio de su carta a Ptolomeo II, habría sido sumo sacerdote y escriba de los templos de Egipto. Históricamente se han atribuido a Manetón 9 grandes obras que tratan de la civilización faraónica. Su magnífica obra, La Historia de Egipto, a parte de ser su obra más importante, constituye asimismo la más indubitada en el terreno de la paternidad literaria y la que mejor conservada ha llegado hasta nosotros. La Historia de Egipto nos ha llegado conservada en fragmentos que pueden clasificarse en dos grupos bien definidos.
El primero lo forman las citas transmitidas por Flavio Josefo. Resulta esta circunstancia natural si tenemos en cuenta el hecho de que la historia patria de los judíos hunde sus raíces en Egipto. El segundo está constituido por las referencias a Manetón en los padres. Se discute si estos trabajaron sobre la obra misma de Manetón o sobre un epítome de la misma. La finalidad, una vez más, era apologética y pretendía hacer encajar los relatos de La Biblia con la cronología de antiguas civilizaciones como la egipcia. Debemos, pues, reconocer que Manetón nos ha llegado en peor situación de la que hubiéramos deseado. Por un lado, su historia está incompleta, por otro, si no fue manipulada por razones ideológicas, sí fue seleccionada en aspectos que quizá no resultan tan interesantes para nosotros como los omitidos.
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Flavio Josefo
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Cuesta trabajo imaginar a una persona que se hallara en mejor situación para escribir una historia antigua de Egipto que Manetón. Contaba con el armazón de conocimientos indispensables para tal cometido y la posibilidad de acceder a los archivos egipcios. Podía descifrar la escritura jeroglífica de tablillas, obras arquitectónicas y esculturas sin necesidad de recurrir a un cicerone no siempre bien comprendido, como sucedió en el caso de Herodoto. A todo ello se unía un conocimiento suficientemente profundo de la historiografía griega que le permitía efectuar comparaciones y emitir juicios críticos. Aunque podemos admitir que Manetón, como hijo de su tiempo, habría considerado como histórica buena parte de la mitología egipcia, no por ello podemos dejar de ver que la pérdida de buena parte de su obra constituye una desgracia sin paliativos para el historiador.
No podemos emitir un juicio categórico acerca de las fuentes que utilizó para elaborar su historia; pero creemos que las enumeradas a continuación, aparte de las obras contenidas en bibliotecas y archivos, forman, con bastante probabilidad, parte de las mismas:
1) La lista real de Saqqara: se encontró en una tumba de esta localidad y se halla actualmente en el Museo de El Cairo. Contiene los cartuchos de 47 reyes, probablemente eran 58 en su origen, que llegan hasta Ramsés II. Comienza con el sexto rey de la I dinastía. Omite las dinastías VII-X y las XIII-XVII así como los reinados de Hatchepsut, Ajenatón y sus sucesores inmediatos.
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Lista Real de Saqqara
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2) La lista real de Abidos: se encuentra en el templo de Seti I en Abidos. Contiene en orden cronológico una lista de 66 faraones hasta Seti I. Faltan las mismas dinastías y los mismos faraones como en la lista de Saqara, que eran para los escribas de tales listas usurpadores del trono sagrado.
3) La lista real de Karnak: actualmente se encuentran en el Museo del Louvre. Contiene una lista de faraones, originalmente de 71, que va desde Menes hasta Tutmosis III. Conserva el nombre de algunos monarcas de la XIII dinastía.
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La lista real de Karnak
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4) El Papiro de Turín: constituye un documento de mucha mayor trascendencia que las listas mencionadas con anterioridad. Está escrito en lenguaje hierático y originalmente debió ser una obra de primorosa belleza. Debía contener más de 350 nombres de monarcas, incluyendo la duración de sus reinados en años, meses y días. Al igual que Manetón, este papiro empieza con las dinastías de dioses, seguidas por las de los hombres mortales. En conjunto, la obra se asemeja mucho al epítome de la Historia de Manetón. |
5) La piedra de Palermo: esta fuente puede datarse en torno al año 2600 a.C., durante la V dinastía. Originalmente era una enorme losa de diorita negra de 7 pies por 2, pero sólo ha llegado hasta nosotros un fragmento de la mitad, que se encuentra hoy en día en el Museo de Palermo. Piezas más pequeñas del mismo monumento o de otro u otros similares se hallan en el Museo de El Cairo. Desgraciadamente el texto es fragmentario, pero seguramente tiene una relación más estrecha con Manetón que las fuentes que hemos examinado hasta ahora. En su parte superior aparecen señalados los hechos de importancia y en la inferior las crecidas del Nilo. En las primeras dinastías los años no aparecen numerados, sino que reciben un solo nombre relacionado con algún suceso de relevancia. Al igual que en Manetón, los hechos religiosos y militares gozan de un trato especial, como ocurre con otros, como la construcción de pirámides.
¿Conocía Manetón el Egipto faraónico?
Resultaría excesivamente prolijo describir con cierta amplitud todo aquello que Manetón nos ha transmitido sobre la historia de Egipto. Un autor que disfrutaba de su privilegiada situación y que tenía como finalidad enseñar a los «bárbaros» griegos la importancia de su historia patria, difícilmente podía ser parco en sus aportaciones. Entre los elementos positivos cabe destacar la atribución de un origen tanita a las 2 primeras dinastías, la localización de los primeros logros médicos en la I dinastía, la omisión de la dinastía copta, que efectivamente, no existió, la transmisión de los únicos datos escritos de las antigüedades acerca de los hicsos, la existencia de varios monarcas posteriores a Hormoheb desconocida por nosotros; el testimonio único acerca de uno de ellos, Nefer-Ka-Ra, los relatos únicos acerca del final de Bocchoris y del asesinato de Shabataka por Taharca, que no nos ha llegado a través de ninguna otra fuente, la noticia importante sobre Mutis, también única, y una serie de datos muy precisos sobre las dinastías XXVIII y XXIX. Si a todo ello añadimos el mar de informaciones que nos proporciona, confirmadas en mayor o menor medida por hallazgos posteriores o por otras fuentes escritas, no puede negarse la importancia trascendental de Manetón para la historia de Egipto y de la Antigüedad.
No todo fue positivo, no obstante, en el legado histórico de Manetón. Así, por citar unos botones de muestra, los datos sobre la III dinastía resultan imposibles de utilizar, menciona una VII dinastía que, posiblemente, no existió, la etimología relacionada con los hicsos es errónea, su atribución de un origen tanita a la dinastía XXIII es equivocada, así como las cifras que da en relación con la dinastía XXII. No obstante, no deja de ser curioso que incluso errores de bulto como la división de la historia faraónica en 31 dinastías (que no se corresponde con la realidad de los hechos históricos) no sólo no hayan sido extirpados por el paso del tiempo sino que se hayan incrustado en manuales y obras especializadas hasta el punto de constituir una convención repetida por razones puramente metodológicas.
Por todo ello, creemos no exagerar al señalar que La Historia de Manetón constituye una de las fuentes escritas más importantes en la antigüedad relativa al país de los faraones y, desde luego, la más relevante en lengua griega. La obra de Manetón no ha disfrutado de una especial atención por parte de los especialistas y traductores. Hasta hace relativamente poco, la Egiptología era coto de especialistas y las personas que acudían al estudio de sus fuentes contaban con el suficiente conocimiento de las lenguas en que nos habían llegado las mismas como para no necesitar una traducción. Por ello, Manetón ha sido más cuidado en las ediciones que se han publicado en traducciones. En términos generales, podemos decir que toda bibliografía esencial e indispensable que ha aparecido hasta la fecha en relación con el mismo se halla reflejada en las notas de muchas publicaciones.
Notas de La Historia de Manetón
De La Historia de Egipto de Manetón, que compuso en tres libros acerca de los dioses y de los héroes, de los manes y de los reyes mortales que gobernaron en Egipto hasta Alejandro Magno.
1) El Primer hombre-dios de los egipcios es Vulcano, que también es famoso entre los egipcios por haber sido el descubridor del fuego. Le sucedió el Sol; después Sosis; después Saturno; luego Osiris y finalmente Horus, hijo de Osiris e Isis. Esos fueron los primeros que rigieron Egipto. Después la realeza pasó de uno a otro en una sucesión ininterrumpida hasta Bitis, a lo largo de 14.000 años. Sin embargo, creo que el año es lunar y que consiste en 30 días y lo que nosotros llamamos un mes los primitivos egipcios acostumbraron a llamarlo año.
2) Después de los dioses, los héroes reinaron 1.300 años, y después hubo otra línea de reyes que gobernaron durante 1.850 años; después vinieron 30 reyes de Menfis, que reinaron 1.790 años. |
3) A esto siguió el reinado de los Manes durante 6.000 años.
4) El total llega a 11.000 años, siendo estos períodos lunares, o sea meses. Porque, ciertamente, el gobierno completo del que hablan los egipcios -el gobierno de dioses, héroes y manes- debe haber comprendido en total 25.000 años lunares, lo que da 2.210 años solares.
5) Ahora bien, si comparamos estas cifras con las de la cronología hebrea, se puede ver que armonizan perfectamente. Egipto es denominado Mestraim por La Biblia, y Mestraim vivió no mucho después del diluvio. Por que después del diluvio, Cam, el hijo de Noé, engendró a Mestraim o Egipto, que fue el primero en establecerse en Egipto, en la época en que las distintas naciones comenzaron a dispersarse. Ahora bien, el tiempo completo desde Adán al Diluvio fue, según La Biblia, de 2.242 años.
6) Pero puesto que los egipcios pretenden disfrutar de algún tipo especial de antigüedad, ya que tienen desde antes del Diluvio una línea de dioses, héroes y manes, se desprende de todo ello que estos años deben ser considerados iguales al número de meses registrados por La Biblia.
7) Pero si el número de años sigue resultando excesivo, debe suponerse que quizá varios reyes egipcios gobernaron paralelamente al mismo tiempo. Parece además que distintos reyes gobernaron en distintas regiones, y que cada dinastía se vio confinada a su propio nomo, de manera que no hubo una sucesión de reyes que ocuparon el trono uno tras otro, sino que a veces varios reyes reinaron a la vez en distintas regiones, de aquí se origina una cifra total tan elevada en años. Después de los espíritus de los muertos y de los semidioses, los egipcios señalan que la I dinastía tuvo 8 reyes. Entre éstos se encontraba Menes, cuyo gobierno sobre Egipto fue ilustre. Manetón habla de 9 reyes de la II dinastía. El primero fue Boetos que reinó 38 años. Manetón nos dice también que el octavo faraón de esta dinastía era gigante; su estatura era de 5 codos de alto y de 3 palmos de ancho. El total de años para la I y la II dinastías -según Manetón- fue de más de 500 años; una cifra muy exagerada; pues según los estudios modernos, los faraones de las dos primeras dinastías reinaron casi 400 años.
La III dinastía comprendía 9 reyes de Menfis y empezó por el faraón Neb-Ka cuyo sucesor era Zoser, que reinó 29 años y durante su reinado vivió Imhotep, el inventor de la pirámide, el gran médico y el famoso literato. El total de años para esta dinastía fue de 220 años. Todas las informaciones sobre la III dinastía son totalmente ciertas. La IV dinastía comprendió 8 reyes de Menfis y empezó con el faraón Senefru. El segundo rey de esta dinastía, Keops, construyó la Gran Pirámide, y según Manetón la IV dinastía se llama «época de las grandes pirámides» que finalizó con una reina, llamada Jenet-Kaus. Otra vez estamos, totalmente, de acuerdo con todas las informaciones dadas por Manetón.
La V dinastía estuvo compuesta por 8 reyes de Elefantina y empezó con el sumo sacerdote de Heliópolis, User-Kaf. No es cierto que el origen de la V dinastía fuera Elefantina, pero lo más probable es que fuera del norte y más exactamente de Heliópolis, aunque se cree que pertenecía a la misma familia que la anterior. La VI dinastía estuvo compuesta por 6 reyes de Menfis, empezó con Teti I y finalizó con la reina Nitocris. La VII dinastía consistió en 70 reyes de Menfis que reinaron 70 días. Una cifra absurda de creer, pero Manetón lo puso, probablemente, como símbolo del caos durante el Primer Período Intermedio. La VIII dinastía consistió en 5 reyes de Menfis. Junto con los reinados ya mencionados, se llega a un total de 1.629 para las 8 primeras dinastías según Herodoto. Una cifra poco exagerada, pues hasta el final del Imperio Antiguo, final de la VI dinastía, el total de los reinados, desde Menes hasta Nitocris, fue de casi 1.040 años, teniendo en cuenta que las últimas dos dinastías gobernaron menos de 100 años juntas. La IX dinastía consistió en 4 reyes de Heracleópolis, en el Egipto Medio, que reinaron 100 años. Según Manetón, el primero de ellos, Hety I, al comportarse más cruelmente que sus predecesores, provocó el lamento en todo Egipto. Posteriormente cayó presa de la locura y fue muerto por un cocodrilo. La X dinastía consistió en 19 reyes que eran otra rama de la dinastía anterior de Heracléopolis y que reinaron, las dos dinastías, 185 años.
La XI dinastía está compuesta de 16 reyes de origen tebano cuyos primeros monarcas lograron reunificar todo Egipto bajo un solo gobierno cuya capital era Tebas, poniendo así fin a la anarquía y a la revolución social en todo el país, recuperando la gloria y el poder del Imperio Antiguo. Hasta aquí llega el tomo primero de Manetón.
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