Amenofis IV, Akenaton, décimo faraón de la XVIII Dinastía, el llamado Rey Hereje, es probablemente uno de los faraones de Egipto más emblemático y desconocido por la falta de documentación que existe sobre él y la época amarniana. Akenaton era un poeta, un soñador sensible a la belleza, la humanidad y la justicia. Trece siglos antes de Cristo, todos los templos de Egipto fueron cerrados al culto, excepto el recién creado, dedicado a Aton, el disco solar. Estos cambios fueron producidos por Akenaton, que gobernó en las Dos Tierras durante algo menos de veinte años, aunque se dispone de poca información, ya que fue borrado de las listas de reyes de Egipto.
En el siglo XIX, un grupo de arqueólogos que trabajaba en Tebas, descubrieron los restos de una ciudad, cuyos restos eran completamente diferentes a todo lo visto hasta el momento en Egipto. A 300 Km. Al Sur del Cairo, acababan de descubrir la ciudad de Akhet-aton, y la llamaron El Amarna. Su estado era casi ruinoso, aunque comenzaron a encontrar vestigios interesantes en el interior de sus tumbas. En primer lugar, se observaba que no estaban representados los dioses como era costumbre, sino un solo dios, Aton, el disco solar. Otra característica diferente fue el encontrar representaciones de la vida familiar del faraón, aspecto que no se había contemplado en el arte hasta el momento.
Casi toda la documentación de que disponemos está sacada de los grabados en templos y tumbas en la ciudad de Amarna.
Amenofis IV nació hacia el año 1.377 A.C., durante el decimoctavo reinado de su padre, en pleno apogeo del país. Era el segundo hijo del faraón, por lo que en un principio, no era el heredero. Fue educado en la tradición religiosa heliopolitana, y nombrado sucesor después de la muerte prematura de su hermano y heredero oficial, Tutmosis. Ésto ocurrió en el trigésimo años de reinado de Amenofis III, durante su primera fiesta Sed.
El arte de la guerra había evolucionado con el uso de carros de combate, por lo que el Imperio se extendía desde Sudán hasta Turquía.
©Busto de Akenaton.Museo Egipcio de El Cairo
Su madre era la princesa semítica Tiy. Algunos historiadores suponen que su nacimiento fue en el palacio de Malgatta, en la orilla oeste de Tebas.
La capital religiosa era Tebas, y el culto iba dirigido a numerosos dioses. Para los antiguos egipcios, el sentido de religión difería de cómo la vemos ahora nosotros. Para ellos sus dioses no eran más que las respuestas a fenómenos naturales, del cual el más importante era el Sol, fuente de la vida, representado como Amon-Ra, dios de dioses en la época.
Cada dios tenía su templo, sus sacerdotes, y su culto diario. Los templos eran ricos y la clase sarcedotal tomaba cada vez más poder. Esto pudo influir en Amenofis IV a la hora de decidir su revolución religiosa.
Cuando Amenofis IV ascendió al trono tendría alrededor de 20 años, hacia el 1358 A.C. y estaba casado ya con Nefertiti, que no tenía ascendencia real, con la que tuvo varias hijas: Mery-Atón, Meket-Atón y Ankhesenpa-atón, Nefer-Neferu-Atón, Nefer-Neferu-Ra y Step-en-Ra.
©Busto de Princesa de Amarna
Museo Egipcio de El Cairo
Al poco tiempo de ser faraón, implantó el culto a Aton, disco solar, representado unas veces como un sol que baña con sus rayos al rey, y otras veces con forma humana y cabeza de halcón
Tres años después de su coronación, realizó su primera fiesta sed, reservada al 30 aniversario de reinado, en la que invitaba a comer a todos los asistentes, hecho que fue muy bien recibido por el pueblo.
Durante el jubileo, aprovechó para inaugurar el primer templo dedicado exclusivamente a Aton. En él lo representaba como un sol, cuyos rayos eran manos que dan la vida al faraón.
©Estatua de Akhenaton. Museo Egipcio de El Cairo
Los sacerdotes de Amon, en Tebas, se dieron cuenta de que su poder estaba siendo amenazado.
Fue un profundo cambio religioso y social. Quedó también representado en el arte. Se abandonaron las figuras rectas a favor de líneas muy redondeadas y femeninas. El hecho de crear un arte tan particular, puede ser debido a su deseo de romper con el pasado. En sus representaciones, Akenaton aparece con el cuerpo deformado, la cara y cuello muy alargadas, y las caderas excesivamente anchas. Para algunos historiadores, podría ser debido a una enfermedad degenerativa.
La mayoría de los textos y monumentos habían sido destruidos, utilizando sus piedras para construcciones posteriores. Durante más de 30 años, arqueólogos trabajaron en la reconstrucción de muchos restos, logrando centenares de escenas de la época, que nos pueden arrojar más luz sobre este fascinante personaje.
A finales de los años 70, escondido en el interior de la puerta de un templo, se encontró un documento que contenía un discurso de Akhenaton a su pueblo:
"Lo sé todo sobre los dioses, pero todos ellos se han terminado. Aunque estén hechos de oro, plata y piedras preciosas, mi dios es el que no ha sido creado, el creador. Ningún hombre lo ha moldeado…"
Para los egipcios, este nuevo culto amenazaba las leyes de Maat, y, por tanto, toda la vida del pueblo.
Amon, junto a otros dioses, desaparece del culto, por lo que los sacerdotes se ven amenazados, viendo peligrar su posición y sus riquezas. Todos los templos tuvieron que pagar un tributo al templo de Aton. Akenaton estaba tratando de acabar con las influencias de los sacerdotes y aumentar el poder absoluto del faraón. Él era el sumo sacerdote de Aton.
Su esposa, Nefertiti era frecuentemente representada en el arte amarniense con la corona de faraón. Se cree que pudo ser pieza clave en política, aunque no se sabe con certeza si abrazó la fe de su esposo. Es posible que hubiera incluso desavenencias matrimoniales por esta causa.
Akenaton, encontrando en Tebas mucha oposición a sus planes, trasladó la corte lejos de los sacerdotes de Amon, a un territorio al Oeste del Nilo, en pleno desierto, donde construyó la ciudad de Akhet-aton, estableciendo allí la capital. Fue llamada ciudad del Horizonte, dada la similitud entre la salida del sol por sus colinas, y el jeroglífico correspondiente al horizonte.
En ella construyó un gran palacio, un templo dedicado a Aton y tumbas similares a las del Valle de los Reyes. Cerró todos los templos, destruyó las referencias a Amon, y prohibió cualquier referencia a los dioses del pasado. Esto fue concebido por los sacerdotes de Amon como un insulto, e hizo temer al pueblo. A la muerte del Rey, la ciudad fue abandonada, y no se volvió a utilizar, al considerarla maldita.
©Akhenaton, Nefertiti y tres hijas.
Museo Egipcio de El Cairo
Aprovechando la coyuntura, los hititas comenzaron a avanzar sobre el Norte de Egipto, dominando Mittani. A Akenaton pareció no importarle demasiado, probablemente debido a las constantes desavenencias entre los pueblos del norte, que se aliaban con los egipcios o los hititas, según su conveniencia. Varios aliados del Norte de Egipto, se unieron a los hititas, y el país fue perdiendo territorios.A su vez, la situación interna del país era delicada.
Hacia el año 24 de su reinado, Nefertiti dejó de ser la primera esposa. Akhenaton nombró un corregente, con el que se le representaba en disposición muy afectuosa, por lo que algunos historiadores llegaron a presumir su homosexualidad. Estudios posteriores revelan que ese corregente podría ser la propia Nefertiti.
En algún momento aún sin determinar, desapareció de la vida pública. No se sabe cómo murieron ni él ni Nefertiti. Tampoco se sabe exactamente cómo fue la sucesión, aunque en las listas de reyes aparece Semenkhkare .
Tras éste, Tutankhamon tuvo que reestablecer el orden anterior, eliminando el culto a Aton, abriendo los templos, estableciendo el culto a los otros dioses, y estableciendo su capital en Menfis de nuevo. Los sucesivos reyes destruyeron Amarna, y borraron toda evidencia de la existencia de Akenaton, eliminándolo incluso de las listas de reyes. Con él se cerró un nuevo período de la historia de Egipto, tan desconocido como atractivo, la época de Amarna.
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