El cielo resultaba mágico e incomprensible para los hombres primitivos.
Contemplaron el cielo con admiración y, convencidos de su influencia en la vida
humana, constituyó la base de las primeras creencias religiosas.
Pronto
advirtieron la diferencia entre las simples estrellas (que creyeron fijas) y los
astros en movimiento visibles a simple vista, como la Luna, el Sol, Venus,
Marte, Júpiter y Saturno. Agruparon las constelaciones a las que impusieron
nombres: Géminis, Cáncer, etc.
La periodicidad en la sucesión de las
fases de la Luna condujo a la institución del mes lunar; la regularidad en la
salida y la puesta del Sol, así como su trayectoria de levante a poniente,
desembocó en la noción del día solar y condujo al establecimiento de un
horario.
La observación de los movimientos solares con relación a las
estrellas fijas reveló que el Sol recorre las doce constelaciones del Zodíaco
(se dividió la esfera celeste en doce sectores de 30º cada uno) en un largo
lapso de tiempo, con lo que se obtuvo la noción de año y la distribución de éste
en doce meses. De estas observaciones derivan las actuales divisiones
sexagesimales de los ángulos y el tiempo.
En este capítulo damos un
repaso a los primeros conocimientos astronómicos. Lo que sabemos es escaso, pero
ahí va:
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