En la llanura de Gizeh se alzan tres
impresionantes pirámides construidas por faraones de la dinastía
IV.Kefrén, hijo de Keops y padre de Micerino, fue quien erigió la
segunda pirámide de Gizeh, hacia 2520 a.C. Su amplio complejo funerario,
del que la pirámide forma parte, está protegido por la Gran Esfinge,
eterno guardián dela necrópolis, tal vez imagen de Kefrén mismo o de su
padre Keops.
Heródoto presentó a este rey de la
dinastía IV como un déspota que explotaba a sus súbditos. En realidad,
lo único seguro es que construyó la segunda pirámide más grande de
Egipto, que se alza majestuosa en la meseta de Gizeh. Kefrén levantó su
pirámide junto a la de su padre Keops, pero no fue el primer sucesor de
este rey. Quien subió al trono tras la muerte de Keops fue su hijo
Didufri. Khaefre, nombre egipcio que los griegos convirtieron en Kefrén,
fue uno más de los faraones egipcios que nos han legado grandiosos
monumentos y apenas nada sobre sus vidas. Los arqueólogos han tenido que
basarse en su interpretación de los monumentos rescatados de las arenas
del desierto para ofrecer una reconstrucción de los acontecimientos de
este período. Aunque el resultado no siempre ha sido satisfactorio. La
localización de una mastaba erigida en Kefrén podría indicar que no era
el heredero designado, ya que éste debía ser enterrado en una pirámide.
Hoy sabemos que Didufri gobernó más de veinte años, lo que le habría
dado tiempo de sobra para terminar su pequeña pirámide de 60 metros de
altura y habría permitido alcanzar la edad adulta a alguno de sus hijos.
Sin embargo, no le sucedió ninguno de ellos, sino su hermanastro
Kefrén. ¿Podría ser, entonces, que hubiera sido éste quien en realidad
usurpara el trono al legítimo heredero? Varios datos así lo sugieren. En
cualquier caso, lo cierto es que Kefrén se convirtió en monarca de las
Dos Tierras y, como tal, se hizo edificar una tumba grandiosa. Para
erigir la pirámide de Kefrén se usaron bloques de piedra de tres
toneladas, mayores incluso que los utilizados en la construcción de la
pirámide de Keops. Pero aún siendo notables e impresionantes, ni la
pirámide de Kefrén ni sus templos son los monumentos más conocidos
relacionados con este soberano: este honor recae en la extraña e
impresionante estatua, mitad león, mitad ser humano, que se yergue
majestuosamente justo al lado del templo bajo. Nos referimos a la
Esfinge, un animal fantástico que, según los egipcios, actuaba como
guardián de las puertas del Más Allá. Tras el período faraónico, la
Esfinge no cayó en el olvido; se convirtió, de hecho, en uno más de los
monumentos de Gizeh visitado por los turistas de la época grecorromana.
Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo del propio Kefrén. Según
Heródoto, fue un faraón despótico y odiado por sus súbditos, ya que
obligó a toda la población a trabajar en la construcción de su tumba.
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