Lo primero que hay que entender a cerca del faraón es que no es un
dios, pero tampoco tiene las características de un ser humano. El
concepto de poder real se concibe en el plano de lo divino e implica dos
generaciones: la de Horus que gobierna Egipto y la de Osiris de quien
Horus es heredero.
El rey encarna en la tierra el
concepto divino de poder. Encarna la fuerza que mantiene el universo en
orden, la fuerza divina en un cuerpo mortal. El orden social que
estableció el primer faraón que gobernó en el país unificado, el faraón
Meres, es parte inmutable del orden cósmico que se da a través de Maat.
Maat
es el principio que limita el poder del rey a pesar de que éste no
tenga límite. Si un faraón falta a Maat, puede sufrir la damnato memoriae
ya que traiciona a la justicia y a la verdad, al orden que representa
Maat. Por ello se pierde la pista a determinados faraones. EL egipcio no
es cínico, sino que borra de la memoria la existencia de un ser malo
que se puede enfrentar a Maat.
En
el mundo egipcio el faraón puede cargar con todo el peso por ser un ser
divino. La palabra egipcia para faraón es NTJR (“el dios”) o NTJeR NeR
(“el buen dios”), como la encarnación terrena del dios Horus. Horus era
un dios que aparecía ya en el periodo predinástico y que recibía culto
en todo Egipto a través de acepciones locales y regionales.
Como
podemos ver en la estatua sedente de Kefren como símbolo de la unión de
las Dos Tierras, el faraón transmite la sensación de poder en estado
puro, más allá de su cuerpo humano. En la cabeza le
acompaña un halcón que extiende sus alas con una gran pureza de líneas,
se trata de la representación de Horus, como un protector del poder
real. En esta escultura nos encontramos la unión de la forma animal y
humana del dios Horus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario