En el Imperio Antiguo, el ejército del Antiguo Egipto
se denominaba ‘’mesha’’, cuya traducción viene a ser “agrupación de
fuerzas”: y efectivamente, eso era, unos grupos que se reunían en caso
de necesidad para apoyar a pequeñas unidades permanentes. Este ejército
tenía entre sus funciones la protección de fronteras y del comercio
marítimo, pero también la realización de todo tipo de trabajos públicos.
El empleo de soldado no era muy popular en el Antiguo Egipto, cuyos habitantes eran más campesinos que guerreros. Pero para defender las cosechas del delta de las invasiones asiáticas, o, desde el oeste, de las libias,
tuvieron que crear muy pronto un ejército, que se convirtió en
permanente. Si los futuros oficiales eran alistados entre la clase
media, los soldados de infantería procedían de las clases más
desfavorecidas, porque ser soldado del Faraón les resultaba ventajoso.
Los soldados de la infantería fueron llamados literalmente el (infante) en la vida del ejército y en otras ocasiones el (infante) en la vida del ejército de las victorias grandes.
Cada soldado debía "luchar por su buen nombre" y defender al faraón,
otorgándosele si combatía bien un título o condecoración llamado "El Oro
del Coraje". Si mostraba cobardía o huía del combate, se lo denigraba,
degradaba y, en ciertos casos ejecutado.
Los mandos estaban
formados por miembros de familias de cierta categoría, los únicos que
podían acceder a la escuela de oficiales y que conseguían prestigio y
fama en la batalla, consiguiendo sus ascensos, y cuando se retiraban
eran nombrados asistentes personales de los nobles, administradores del
estado o ayos de los hijos del rey, que eran enviados a aprender la
carrera militar a los 7 años.
La tropa tenía la esperanza de
conseguir un terreno de 3,25 ha, sin distinción entre nativos y
mercenarios. El soldado recibía, además, rebaños y personal del cuerpo
de servicios de la casa real para poder trabajar las tierras recién
obtenidas de inmediato. La parcela podían heredarla sus descendientes
siempre que entre ellos hubiese un varón apto para enrolarse. Un papiro
relativo a impuestos, fechado hacia 1315 a. C. (bajo Seti I), es prueba de ello.
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