Incesto, dominación y otras prácticas marcaron la depravada vida del Antiguo Egipto.
Un
análisis de las momias de la XVIII dinastía arroja resultados
inquietantes. Amenofis III, el abuelo de Tutankamón, no solo se excitaba
al recibir azotes de la `señorita Látigo´, su `dominatrix´ según los
textos antiguos. El faraón no dudó, además, en casarse con su nieta para
intentar salvar un linaje al que ya tres generaciones habían degenerado
con sus relaciones incestuosas. ¿Pudo Egipto caer por la pervertida
vida sexual de sus reyes?
La sombra de una sospecha general sobre
el hasta ahora resplandeciente reino de las pirámides se confirma: la
depravación sexual y la degeneración. Aquellos monarcas que se hacían
adorar como «aniquiladores» y «pilares del mundo», que ordenaban la
construcción de monumentales edificios de piedra y dormían en camas de
oro, eran posiblemente víctimas de perversas costumbres sexuales.
El
mito central de Isis y Osiris gira en torno al incesto. Esta pareja de
hermanos, según la mitología, reinaba, feliz, sobre Egipto. Pero Osiris
fue asesinado y arrojado al río descuartizado. Isis reunió los trozos de
su cuerpo, los recompuso y pudo así mantener una última relación sexual
con su hermano, fruto de la cual nació Horus. Cualquiera conocía en el
antiguo Egipto esta historia, de gran importancia política, pues al
faraón se lo consideraba la encarnación del divino Horus. Solo él era el
soberano y el garante de la fertilidad del país.
Numerosos
especialistas se resisten a aceptar que el comportamiento privado de los
monarcas se pareciese al de la mitología, pero lo cierto es que los
nuevos hallazgos no hacen más que confirmarlo. Albert Zink, director del
Ötzi Institut en Bolzano, Italia, y el biólogo molecular Carsten Pusch
pertenecen al pequeño círculo de los elegidos para estudiar el material
genético de los faraones del antiguo Egipto. Y desde 2007 llevan
adentrándose en sepulcros pútridos y extrayendo la médula ósea de los
muertos… con las que realizan un test de paternidad de los viejos reyes.
Hasta hoy se han investigado 16 momias. Un primer informe se publicó en
el Journal of the American Medical Association y asombró a todos. Los
investigadores elaboraron un árbol genealógico de cinco generaciones
(ver gráfico), identificaron a las compañeras íntimas de los faraones y
hallaron patógenos de la malaria y también indicios de asesinato.
Pero
lo que más sorprendió fue la vida sentimental de Akenatón (faraón entre
1353 y 1336 antes de Cristo), cuyos restos, conservados sin nombre, en
el Valle de los Reyes, junto a Luxor, han estudiado con rayos X. Los
expertos tienen ya hasta el equivalente genético de las huellas
dactilares de este líder religioso, que creía que solo había un dios,
Atón, y prohibió los demás, inventando así el monoteísmo.
De
akenatón solo se sabía que se había casado con Nefertiti, su prima, con
la que tuvo seis niñas. Pero los expertos en ADN descubrieron también
que el rey deseaba a otra dama, de la que hacia 1340 antes de Cristo
`disfrutó´ en la Ciudad de Atón. Se trataba de su propia hermana.Nueve
meses después nació un bebé: Tutankamón, el famoso rey niño, cuya lujosa
tumba resistió casi intacta durante milenios.
El estudio
comparativo genético lo demuestra de forma inequívoca y confirma uno de
los mayores tabúes del mundo antiguo: la familia real de la XVIII
dinastía practicaba con absoluta normalidad, generación tras generación,
el incesto.
Y durante unos 250 años conformó un círculo sanguíneo
cada vez más estrecho, hasta estrangularse. Ya no eran primos con
primas, o hermanos con hermanas. Al final de la dinastía, según figura
en los jeroglíficos descifrados, se unían padres con hijas y, en un
caso, un abuelo con su nieta. Ese fue Amenofis III –padre de Akenatón y
abuelo de Tutankamón–, al que le encantaba la versión antigua del
lap-dance, el striptease que la mujer realiza sobre el regazo del
hombre, y que recurría a su vez a los servicios de una dominatrix para
excitarse. Los textos de la época se refieren a ella como la «señorita
Látigo». Desde un punto de vista dinástico, estas costumbres no tenían
consecuencias entonces. Varios faraones llegaron a engendrar cientos de
hijos. Pero príncipe real solo podía ser el primer hijo de la `gran
esposa real´, que era casi siempre la hermana del faraón. Literalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario