La Batalla de Qadesh, librada a finales de mayo del año 1274 a. C (ver controversia sobre las fechas), fue un combate de infantería y carros en la que se enfrentaron las fuerzas egipcias del faraón Ramsés II y las hititas de Muwatallis. La batalla ocurrió en las inmediaciones de la ciudad de Qadesh, en lo que hoy es territorio sirio, y, tras haber comenzado con ventaja para sus enemigos, se saldó con un gran éxito egipcio, aunque con numerosas pérdidas. A nivel estratégico supuso un empate técnico con, incluso, notables ventajas geoestratégicas para el bando hitita; puede argumentarse que resultaron ganadores si se tiene en cuenta que la batalla supuso el fin de la campaña de invasión de Ramsés II sobre el Imperio Hitita.
Qadesh tiene la interesante característica de ser la primera batalla documentada en fuentes antiguas, lo que la convierte en objeto de estudio minucioso por parte de todos los aficionados e investigadores de la ciencia militar, analistas, historiadores, egiptólogos y militares de todo el mundo. También es la primera que generó un tratado de paz documentado. Además, Qadesh tiene la importancia adicional de ser la última gran batalla de la historia librada en su totalidad con tecnología de la Edad del Bronce.
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[editar]Las fuentes antiguas
La Batalla de Qadesh está documentada en tres fuentes antiguas, aunque las dos más importantes son de procedencia exclusivamente egipcia.
[editar]El «Poema»
El llamado Poema de Pentaur es un largo relato de la batalla que Ramsés II escribió o —más probablemente— hizo escribir con posterioridad al combate. Se trata de una larga inscripción monumental, de la cual existen ocho copias perfectamente conservadas en varios templos y monumentos de la XIXª Dinastía. Ramsés II convirtió la batalla en un tema principal de su reinado, por lo que su descripción está presente en forma de bajorrelieve en muchos de los templos que mandó construir.
[editar]El «Boletín»
Informe militar de la batalla, el Boletín de Guerra, al igual que el anterior, se encuentra totalmente conservado y se hallan siete copias del mismo en forma de bajorrelieve —junto al poema— en el Ramesseum, el Templo de Luxor, Abydos,Karnak y Abu Simbel.
[editar]El Tratado de Qadesh
El documento que formalizó la tregua entre Egipto y el Imperio Hitita, conocido como Tratado de Qadesh, es el primer texto de la historia que documenta un tratado de paz. Fue copiado en numerosos ejemplares escritos en caldeo babilonio (lengua franca de la diplomacia de la época) sobre preciosas hojas de plata. Varios ejemplares se han encontrado enHattusas, capital hitita, mientras que otras copias se hallaron en Egipto.
Otros ejemplares escritos sobre materiales más viles, conteniendo el mismo texto, también han llegado hasta nosotros, como por ejemplo el conjunto de tablas de arcilla conservado en el Museo de Arqueología de Estambul, correspondiente a la versión hitita del tratado.
[editar]Contexto histórico
[editar]La importancia de Siria
Punto de encuentro, cruce y negociación del tráfico y comercio de su tiempo, y área dotada de inconmensurables recursos naturales, Siria era la encrucijada mercantil, cultural y militar del mundo antiguo. No sólo producía ingentes cantidades de trigo, sino que por allí pasaban las mercancías provenientes de los buques que cruzaban el Egeo y los de lugares más lejanos, que llegaban al Asia Menor por el puerto de Ugarit, especie de Venecia antigua que dominaba el comercio del Mediterráneooriental, y se encontraba, precisamente, ubicada en Siria. Los derechos aduaneros que percibiría quien dominase la región eran enormes; sumados a su estratégica posición militar, la producción agropecuaria y los derechos de tráfico y exportación, convertían a la zona en una de las de mayor importancia estratégica del mundo antiguo.
Por la zona viajaban vidrio, cobre, estaño, maderas preciosas, joyas, textiles, alimentos, artículos de lujo, productos químicos, loza yporcelana, herramientas y metales preciosos. A través de una telaraña de rutas comerciales que comenzaban y terminaban en Siria, esas mercancías se distribuían por todo el Medio Oriente, mientras que otros productos llegaban allí desde sitios tan apartados comoIrán y Afganistán.
Véase también: Ugarit.
[editar]Entre dos potencias
Pero Siria sufría la desventaja de encontrarse en medio de las dos grandes potencias políticas y militares de su época: el imperio egipcio y Hatti, el inmenso Imperio Hitita. Como es obvio, ambos ambicionaban dominar Siria para explotarla en su propio provecho. De hecho, hoy se considera que, hace 3300 años, el mero hecho de controlar la tierra siria significaba el automático ascenso de cualquier nación a la exclusiva élite de quienes merecían llamarse "potencia mundial". Así parecieron entenderlo Mittani primero, Hatti y Egipto más tarde, y Asiria y Nabucodonosor al final.
Es comprensible, por tanto, que Mittani, Hatti y Egipto derramaran, durante los siglos anteriores a Qadesh, verdaderos océanos de sangre en sus desesperadas tentativas de dominar la región, proporcionando así un violento escenario general donde se moverían los factores concretos que desembocarían en la batalla.
Véase también: Hititas.
[editar]Antecedentes
[editar]El statu quo: Hatti y Mittani
Dos generaciones antes de Ramsés, el decorado había sido diferente: las potencias dominantes en la región no eran Egipto y Hatti sino Egipto y el gran reino de Mittani.Tutmosis IV (1425-1417 a. C.) había logrado formalizar una paz duradera, consciente de que, habiendo dos reinos grandes y muchos pequeños en la zona, los dos poderosos sólo podrían dominar a los demás si no guerreaban entre sí.
Conocedor de este hecho, el poderoso rey hitita Shubiluliuma I comprendió que, para llegar a ser uno de los dos grandes, debía destruir al más débil de ellos y reemplazarlo. Inició así un proyecto a largo plazo de destrucción completa y sistemática de Mittani, prestando particular atención al proyecto de erradicarlo de sus posiciones militares, comerciales e industriales del norte de Siria.
Los faraones Tutmosis III y su hijo Amenofis II no reaccionaron ante este hecho, porque Mittani llevaba dos siglos quitándoles territorios sirios, y pueden haber creído que todo lo que fuese malo para su enemigo sería bueno para ellos.
Así las cosas, el rey de Mittani, Shaushtatar, decidió acercarse a Egipto para ver si la agresividad de los hititas se detenía. No quería verse obligado a luchar una guerra en dos frentes, contra los egipcios al sur y contra los hititas al este. Ofreció a los egipcios un tratado de "hermandad" que fue aceptado, y sus emisarios llegaron a Egipto en el año décimo del reinado de Amenofis (1418 a. C.?) con tributos y saludos para el faraón.
Véase también: Mitani.
[editar]Alianza entre Egipto y Mittani
Los sucesores de Amenofis II y Shaushatar —Amenofis III y Artatama I— formalizaron por fin el pacto, añadiendo una unión de sangre a la amistad política entre Mittani y Egipto: el emperador egipcio se casó con la hija del rey mittano, Taduhepa.
Logrados todos los objetivos de unidad, no agresión y libre comercio, llegó el momento de demarcar minuciosamente las fronteras entre ambos imperios, que consistían, precisamente, en la Siria Central, en territorios ambicionados por ambos y también por los hititas.
Por medio de un tratado de límites —que nunca ha sido hallado—, Artatama reconocía los derechos egipcios sobre el reino de Amurru, el valle del río Eleuteros y las ciudades de Qadesh (la nueva, sobre un promontorio estratégico, y la vieja a su lado, en el llano).
Para compensar estas cesiones, Amenofis renunciaba para siempre a los territorios entonces mittanos pero que habían sido egipcios por virtud de las conquistas de los grandes faraones guerreros de la XVIIIª Dinastía: Tutmosis I y Tutmosis III.
El tratado fue tan satisfactorio para ambas partes, que a partir de su formalización siguieron más de dos siglos de paz y prosperidad, de respeto y de amistad mutua. La estabilidad de esas fronteras duró tanto que quedaron impresas en las mentes de todos los que habitaban la región como límites estáticos e imposibles de modificar.
Véase también: Antiguo Egipto.
[editar]Paz
La fructífera diplomacia de Amenofis III eliminó a los hititas de la ecuación: Hatti había vuelto a ser un "pequeño reino" entre las grandes potencias. Los dividendos de la paz fueron tan grandes, y tan poderosos se hicieron Mittani y Egipto, que nadie en Hatti podía soñar en desbancar a ninguno de los dos. Sumado esto a la amenaza de una tercera potencia que se alzaba a sus espaldas, en oriente —la Asiria kasita—, los hititas se vieron forzados a aceptar su papel de figurantes en la gran obra de crecimiento que protagonizaban las tres potencias que dominaron el mundo durante los dos siglos siguientes: asirios, egipcios y mitanos.
[editar]La estratégica región de Amurru y Qadesh
Amurru era el nombre con que los egipcios llamaban coloquialmente al estratégico valle del Eleuteros (gr.; "Río de los Hombres Libres"), especie de pasillo terrestre que les permitía alcanzar desde la costa y sus puertos las posiciones avanzadas en la Siria Central, localizadas en las riberas del río Orontes. Amurru era, pues, vital para los faraones.
Pero Amurru no era importante solo para el comercio y la paz: los reyes anteriores habían debido mantener el paso abierto para poder enviar a sus ejércitos al norte para hacer la guerra a Mittani. Y sucedía que, para mantener el paso de Amurru a su disposición, Egipto debía dominar la ciudad de Qadesh, sobre el Orontes. Caída Qadesh, caería Amurru y el comercio y las comunicaciones egipcias se verían anuladas por entero. Este solo hecho es la justificación de toda la guerra siria de Ramsés, y de los esfuerzos de sus predecesores para mantener la zona en sus manos.
Véase también: Amorreos.
[editar]Los estados satélites
La muy precisa demarcación de los límites entre Hatti y Egipto, consecuencia del tratado de dos siglos antes, y la paz subsiguiente, posibilitaron el establecimiento de numerosos reinos o estados "intermedios", vasallos de uno u otro de los poderosos imperios, que se comportaban como los modernos "países satélites" que poblaron Europa yAsia en el siglo XX.
Estos satélites suavizaban las posibles tensiones entre ambos, convirtiéndose en "lubricantes" o intermediarios que, por interés propio, hacían lo que estaba en sus manos para mantener la paz y la concordia. Al ser estados fronterizos, débiles militarmente pero ricos y ubicados en posiciones estratégicas, sus gobernantes tenían claro que serían los primeros en desaparecer si estallaba un conflicto. Sin ambiciones territoriales aparte de las relativas a su propia supervivencia, los estados satélites tenían mucho que perder y nada que ganar en caso de una confrontación militar en la región.
[editar]Los reinos amorreos
Sin embargo, el reinado de Amenofis III vio el nacimiento de un nuevo poder emergente: una extraña unidad política que se autodenominó "reino de los Amurru" (o Amorreos) y que comenzó de inmediato a causar problemas.
Este reino no existía en el momento de la delimitación de las fronteras, pero caía del lado egipcio, por lo que los hititas no le reconocieron soberanía ni entidad jurídica de país independiente. Un dirigente llamado Abdi-Ashirta, y más tarde su hijo Aziru, comenzaron a organizar la heterogénea constelación de tribus que poblaban el lugar, y, con cierta pericia, lograron cohesionarlos en una estructura política que dominó, a fines del siglo XIV a. C., todo el territorio crítico, es decir, el ubicado entre la playa mediterránea y el río Orontes.
No conformes con esto, Abdi-Ashirta y Aziru lograron expandir las fronteras de su pequeño reino, explotando la indiferencia que la corte egipcia manifestaba respecto de la región. Los estados vecinos, que veían menguar sus fronteras a expensas de las ambiciones expansionistas amorreas, recurrieron al faraón para solicitarle que, mediante el envío de tropas, impusiera disciplina a su vasallo, a lo que el emperador se negó.
Finalmente, fue Mittani el que se vio afectado por los despojos territoriales, y este reino no tenía por costumbre permanecer impávido ante las invasiones. Mittani envió una expedición para destruir el poder amorreo —se cree que Abdi-Ashirta murió en este conflicto— y logró su objetivo, pero el daño ya estaba hecho. Como era de esperar, las tropas mittanas no se retiraron tras la destrucción de Amurru, y el faraón, que no podía tolerar que uno de sus poderosos vecinos tuviese tropas estacionadas en su territorio, se vio forzado a emprender, también él, acciones militares.
Amenofis envió al ejército para desalojar a los mittanos, y este movimiento representó el fin de dos siglos de paz y la licuefacción de las fronteras dibujadas con tanto trabajo y mantenidas con semejante esfuerzo. Fue, también, el inicio de la controversia que culminaría en el campo de batalla de Qadesh.
[editar]Shubiluliuma I el Grande
Shubiluliuma I el Grande fue coronado rey de Hatti alrededor de 1380 a. C., y desde el mismo día de su ascensión demostró que su principal interés era obtener y conservar el control hitita de la Siria Norte y Central. De inmediato atacó a Mittani y le arrebató los reinos de Alepo, Nuhashshe, Tunip y Alalakh. Este conflicto se conoce como Primera Guerra Siria.
Diez años más tarde, Mittani intentó recuperarlos por la fuerza. Shubiluliuma consideró que esta iniciativa lo habilitaba a volver a atacar, y así la Segunda Guerra Siria llevó destrucción y caos al reino vecino. Washukkani, capital y principal ciudad del reino de Mittani, fue saqueada e incendiada. Los hititas cruzaron el Éufrates y, virando al oeste, capturaron Siria, algo que hoy se cree fue siempre su verdadero objetivo.
Hatti formalizó tratados con los reinos ex-mittanos capturados, los declaró vasallos suyos y ocupó el sur, llegando hasta Carchemish y haciéndose dueña —además de los nombrados— de los estados vasallos de Mukish, Niya, Arakhtu y Qatna.
[editar]Akenatón
Mientras tanto, en su palacio de Aketatón, el joven faraón Amenofis IV, que pasaría a la posteridad con el nombre de Akenatón, miraba el imparable avance hitita con aparente desinterés. Muchos historiadores le imputan el hecho de haber tolerado la caída de la importante ciudad comercial de Ugarit y del baluarte estratégico de Qadesh sin haber intervenido para evitarlo ni para recuperarlas más tarde.
La teoría moderna explica, en parte, la actitud de Akenatón: vistas desde El Amarna, Qadesh y Ubarit quedaban fuera de las nuevas fronteras establecidas para el territorio egipcio, lo que convertía su conquista o pérdida en un asunto exclusivo del conflicto mittano-hitita, en el que Egipto no intervendría mientras pudiese evitarlo. El faraón tenía ya suficientes problemas con su resistida reforma al sistema de creencias y la conversión de Egipto a una religión monoteísta como para preocuparse por lo que para él eran pequeñas aldeas situadas a más de 800 km de distancia. Además, el inteligente Shubiluliuma le había dejado en claro que Hatti no traspondría las fronteras, y que la paz entre egipcios e hititas estaría asegurada mientras él viviese.
De hecho, la conquista hitita de Qadesh había sido consecuencia no deseada de un imponderable: nunca había estado en la mente de Shubiluliuma atacar a un estado vasallo de Akenatón. Lo que sucedió fue lo siguiente: el rey de Qadesh, obrando por cuenta propia y sin consultar a Amarna, había obstruido el paso a las tropas hititas por el valle del Orontes, obligando a Shubiluliuma a atacarlo y capturar su ciudad. El rey y su hijo Aitakama fueron llevados como prisioneros a la capital hitita de Hattusas pero Shubiluliuma, hábilmente, pronto los devolvió sanos y salvos para no dar una excusa que hiciese a Akenatón poner en marcha la temible maquinaria de guerra nilótica.
[editar]Qadesh contra Egipto
Shubiluliuma restauró, tras la guerra, el estatus de vasallo egipcio al reino de Qadesh y, durante un tiempo, todo pareció regresar a la normalidad.
Pero a la muerte de su padre y una vez coronado rey, el joven Aitakama comenzó a comportarse como si en realidad fuese un agente hitita. Algunos reyes vasallos vecinos notificaron a Akenatón sobre su conducta, que consistió básicamente en adelantarles que atacaría a la ciudad de Upe (otro importante vasallo egipcio y, por lo tanto, su igual), "sugiriéndoles" que lo apoyaran en esa campaña.
Una vez más, Egipto decidió no intervenir. En lugar de enviar al ejército e imponer el orden por la fuerza, Akenatón se comunicó con Aziru, rey de Amurru, y le ordenó proteger los intereses egipcios en la región, defendiéndolos de la voracidad de Aitakama.
Fiel al estilo de su padre, Aziru aceptó el oro y los suministros del faraón pero, en lugar de usarlos según le había sido mandado, los invirtió en comenzar su propio proceso expansionista a expensas de sus vecinos.
[editar]Akenatón fracasa
Enterado de que Aziru de Amurru tenía en su corte una misión diplomática de Hatti, Akenatón comprendió que el tiempo de las palabras había pasado por fin: con Qadesh en el bando hitita y Amurru negociando con el enemigo estratégico de Egipto, era el momento de adoptar una solución militar.
Aunque no se encuentran documentos que lo prueben, hoy se cree que el faraón envió un ejército que fue derrotado. A partir de entonces la recuperación de Amurru, Qadesh y el valle del Orontes se convirtió en un objetivo prioritario para los restantes faraones de la XVIIIª Dinastía y comienzos de la XIXª.
De tal forma, la estratégica zona quedó bajo el dominio hitita hasta que Ramsés se decidió a recuperarla.
Véase también: Dahamunzu.
[editar]Seti I
Tras las muertes de Akenatón y de su hijo (o medio hermano, según otras fuentes) Tutankamon, Egipto se vio envuelto en una sucesión de tres dictaduras militares conducidas por jefes del ejército. Esta situación, que se prolongó durante treinta y dos años, fue consecuencia del caos institucional heredado tras la tentativa de reforma social y religiosa de Akenatón. Cualquier ambición de estos tres generales de recuperar Siria debió ser postergada por causa de la más terrible y urgente necesidad de apaciguar el ámbito interno de la nación, amenazado por la guerra civil.
Sin embargo, el último de los tres, Horemheb, dejó bien establecida cuál sería la postura egipcia en relación con Amurru de ahí en adelante: se abandonaría la política de gobierno indirecto a través de los reyezuelos vasallos de la región, y se implementaría una ocupación militar en toda regla.
Al iniciarse tras él la XIXª Dinastía, su sucesor, Ramsés I y más tarde el hijo de éste, Seti I, quisieron recuperar las zonas disputadas. Seti I emprendió de inmediato (en el año 2 de su reinado) una campaña que era una imitación de las de Tutmosis III. Se puso a la cabeza de un ejército que se dirigió al norte, con el objetivo de "destruir las tierras de Qadesh y Amurru", como explica con crudeza su monumento militar en Karnak.
Seti logró recapturar Qadesh, pero Amurru se mantuvo del lado hitita. El faraón siguió al norte y se enfrentó a un ejército de leva hitita, que fue fácilmente destruido. Hatti no le opuso fuerzas más conspicuas porque en ese momento su ejército profesional se hallaba empeñado contra los asirios en la frontera oriental.
La solución fue temporal, no obstante: a la fecha de la muerte de Seti I (1279 a. C.), Qadesh estaba nuevamente en manos hititas, y la situación se mantendría en equilibrio inestable durante cuatro años más. Para ese entonces, había ya dos nuevos reyes sentados en los tronos de los reinos enfrentados.
[editar]Último intento
En 1301 a. C., Ramsés II, hijo de Seti I, tomó una decisión drástica: para mantener Siria necesitaba Qadesh, y ésta no se sometería a un mero mensajero. Se dirigió al norte, por lo tanto, con un gran ejército, para recibir personalmente el juramento de lealtad del rey amorreo, Benteshina, "motivado", tal vez, por la sombría visión de miles de soldados escoltando al faraón. Está bastante claro que la intención de Ramsés II era someter a Qadesh, de grado o por la fuerza8
Hatti tenía un nuevo rey, el inteligente y astuto Muwatallis II. Muwatallis no ignoraba las intenciones del joven Ramsés, y tampoco olvidaba que para Egipto era imperioso dominar Qadesh si quería recuperar alguna vez el control sobre Siria. En tales circunstancias, comprendía que estaba obligado a actuar. Si Benteshina era secuestrado o dominado por Egipto y si Amurru caía en manos del emperador del Nilo, los hititas se exponían a perder todo el centro y norte de Siria, incluyendo puntos neurálgicos de su estrategia comoAlepo y Carchemish.
Sin embargo, los hititas podían ahora concentrarse en un solo frente, porque tratados recientes habían eliminado la amenaza asiria a sus espaldas. De modo que en el verano de 1301 a. C., Muwatallis comenzó a organizar un gran ejército que, esperaba, pondría fin a la campaña egipcia. El campo de batalla estaba muy claro para ambos comandantes: lucharían bajo las murallas de Qadesh. Egipto y Hatti se enfrentarían de una vez por todas en un combate definitivo, una enorme batalla que, por fin, definiría si Siria quedaría bajo el dominio faraónico o hitita.
[editar]Los mandos de ambos ejércitos
[editar]Ramsés II
Príncipe heredero de la poderosa XIXª Dinastía, nieto de su fundador Ramsés I e hijo del augusto Seti I, Ramsés fue educado como todos los futuros faraones de su época. Se le enseñó a montar carros de guerra al mismo tiempo que a caminar, a domar y montarcaballos y camellos, a combatir con lanza y —lo más importante de todo— a disparar con arco con impresionante precisión desde la plataforma de un carro lanzado a la carrera.
Los príncipes con posibilidades de alcanzar el trono eran separados de sus madres a muy temprana edad —tal vez a los cuatro o cinco años— y enviados a pasar el resto de su infancia y adolescencia a los campamentos militares, quedando a cargo de uno o variosgenerales que los criarían y educarían en las artes de la guerra, como correspondía a quienes, probablemente, debiesen desempeñarse en el futuro como poderosos reyes guerreros.
Entre los dieciséis y los veinte años, Ramsés acompañó a su padre en las campañas de Libia y Siria. Ante la inesperada muerte de Seti, la doble corona fue colocada sobre su cabeza cuando Ramsés contaba entre veinticuatro o veintiséis años. Era ya un guerrero experto, y estaba perfectamente convencido de la vital importancia de Qadesh y Amurru para el futuro de su imperio.
Desde muy joven se preparó para este conflicto, despreciando en aras del interés nacional los términos del tratado que su padre había firmado con los hititas. Tres años antes del comienzo de la campaña, Ramsés realizó grandes y profundos cambios en la organización del ejército y reconstruyó la antigua capital hicsa de Avaris (rebautizándola Pi-Ramsés) para utilizarla como gran base militar en la futura campaña asiática.
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