El arte
egipcio es el mejor ejemplo en el mundo oriental del perfecto
acuerdo entre la obra de arte y su destino, al servicio de l religión.
Hubo una correspondencia total entre quienes fijaban el dogma y los
encargados de realizar sus expresiones figuradas. La relación
con el poder político también fue estrechísima,
al punto de que los períodos de esplendor y decadencia del arte
se correspondieron con los de la institución faraónica.
El paisaje
inmenso y calmo predisponía también al sentido de lo ilimitado,
lo eterno y de lo colosal. La naturaleza, con la periódica crecida
del Nilo y el renacimiento de la vida que traía, fortalecía
este sentido de lo permanente. Las obras del arte egipcio
trataron de mostrar lo eterno y lo permanente.
El arte
egipcio es la expresión de un pueblo que organizó
su vida sobre las nociones de lo eterno y lo ilimitado, y el estilo
se adecuó perfectamente a éstas. Templos, estatuas, pinturas
y artes menores se distinguieron por la unidad y la comunidad, reforzadas
por los reglas impuestas por la tradición y por el relativo aislamiento
en que vivió el país.
El arte egipcio y su arquitectura
Los egipcios
experimentaron la necesidad de erigir monumentos de enormes dimensiones
para evocar la majestad de sus dioses y soberanos; también buscaron
sugerir lo ilimitado, lo inconmensurable, en relación con el
paisaje que lo rodeaba. Su arquitectura y las artes que la complementaban
se adaptaban y ligaban al paisaje, aunándose admirablemente para
dar la impresión de lo absoluto. Emplearon la piedra en la arquitectura,
expresión fundamental del arte egipcio, y por
medio de formas arquitectónicas poderosamente geométricas
buscaron intensificar la noción de masa. Tal es el caso de las
pirámides de piedra, la más perfecta adecuación
de la forma a la materia, y los templos: gigantescas masas de piedra
que presentaban una estructura unida que los ligeros relieves no llegaban
a alterar, y que daban la impresión de una vasta masa en reposo
que armonizaba perfectamente con el horizonte. Las proporciones aparecían
perfectamente conciliadas con la simplicidad de las líneas. Los
templos, obras destacadas en el arte egipcio, estaban
precedidos por avenidas de esfinges cuya regularidad y ritmo constituyen
una feliz transición entre el paisaje y el monumento.
Ese efecto de poder se manifestaba también en el hecho de que sobre los relieves y las pinturas, los reyes y dueños de las tumbas aparecen de un tamaño mayor que los otros personajes.
Ese efecto de poder se manifestaba también en el hecho de que sobre los relieves y las pinturas, los reyes y dueños de las tumbas aparecen de un tamaño mayor que los otros personajes.
Para
el egipcio era fundamental esculpir sólido y durable; de ahí
que en la arquitectura además de buscar la solidez de los materiales
se eligieran las formas en las cuales la base era la más estable,
pirámides, mastabas, templos de sección rectangular, con
una base más ancha que la superestructura. Los maestros del arte
egipcio, para esculpir sus estatuas elegían materiales
sólidos, de preferencia la piedra, y las poses que por ofrecer
menos salientes ofrecían menos riesgos de rotura. Se prefirieron
los relieves atenuados, y las estatuas aisladas se buscó protegerlas
por medio de la supresión de las salientes bruscas. Así,
por ejemplo, las formas se encuentran en cierto modo envueltas, con
los brazos adheridos al cuerpo. Los cuerpos sentados parecen apoyados
en un respaldo y las piernas unidas al cubo macizo, que sirve de asiento.
Cuando están de pie casi siempre están apoyadas, y el
cuello se refuerza con elementos agregados que parecen naturales.
Durante la evolución del arte egipcio también se adoptan formas casi geométricas donde la estatua aparece como recogida sobre sí misma.
Durante la evolución del arte egipcio también se adoptan formas casi geométricas donde la estatua aparece como recogida sobre sí misma.
Los personajes
están agachados o arrodillados y el tipo más característico
es el de la forma sentada con la barbilla apoyada en las rodillas, sobre
las cuales se cruzan los brazos: el cuerpo se encuentra reducido a un
cubo. La forma general de la obra obedece así a una preocupación
de eternidad, pero también está condicionada por la calidad
de los materiales empleados. Utilizaban calcáreas finas en las
cuales resultaba difícil tallar un alto relieve, o piedra muy
duras de granito o diorita que trabajaban con herramientas de bronce.
En las estatuas de madera o metal, los movimientos eran sueltos y los
brazos están separados del cuerpo. Pero lo fundamental del arte
egipcio era la voluntad de eternidad.
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