miércoles, 29 de agosto de 2012

LA MOMIA EGIPCIA


El arte de la momificación no nació de la nada ni se inventó en un solo día. Existe un proceso largo en el tiempo que nos lleva desde el neolítico hasta las técnicas de momificación más avanzadas.
Momias egipcias y amuletos de suerte
Todo empezó por la causalidad. Los egipcios del neolítico enterraban a sus muertos bajo la arena del desierto, en lugares en donde no hubiera tierras fértiles que malgastar con enterramientos.
En estas zonas desérticas y secas la arena y el clima actuaban como secantes naturales y absorbían todos los líquidos de lo enterrado. Por casualidad, los egipcios observaron que las tumbas que los enterramientos que habían sido saqueados o excavados por animales carroñeros, contenían el cuerpo del difunto momificado de forma natural.
Pensaron entonces que enterrarlos de esa forma conservaba el cuerpo del difunto para la otra vida y empezaron a desarrollar sistemas para secar mejor y conservar los cuerpos para su modificación.
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Este proceso duró siglos y el descubrimiento del natrón como secante natural aportó un gran avance en la técnica de momificación que alcanzó su nivel más elevado en el imperio nuevo.
El arte de la momificación alcanzó su apogeo en Egipto bajo el segundo imperio tebano, que fue cuando se produjeron las momias más perfectas, perdurando durante más de treinta siglos.

La momia faraones egipcios

Momias egipcias y amuletos de suerte
Según Herodoto (historiador griego) que visitó Egipto en el año 450 A.C., el difunto era trasladado al pernefer, la casa de momificación. Los sacerdotes mostraban a la familia unas maquetas de madera en las que se podía apreciar el resultado final.
Convenido el precio y el modelo, comenzaba la labor de conservación, que duraba setenta días justos. Tras este dato se ocultaban razones de carácter religioso.
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Los astrónomos egipcios descubrieron que Sirio, (la estrella más luminosa del cielo) dejaba de lucir durante setenta días, al igual que la mayoría de las estrellas fijas. Se estableció entonces una conexión entre la desaparición temporal de la estrella y la muerte de Osiris: esta deidad, venerada también como dios de la fertilidad, moría todos los años, era embalsamada en el otro mundo y renacía cuando el río Nilo se desbordaba y los campos volvían a ser productivos.

La momia antiguo Egipto

Momias egipcias y amuletos de suerte
Sirio era considerada parte del dios, porque aparecía en verano coincidiendo con los desbordamientos del rio. Y como el astro dejaba de brillar durante setenta días, dedujeron que la operación de embalsamar a Osiris duraba este tiempo, el mismo que debía aplicarse a los seres terrenales.
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Lo primero que se hacía con el cadáver, una vez desnudado y tendido sobre un tablón o mesa de madera, era lavarlo y perfumarlo.
Los embalsamadores sabían que los órganos internos son los primeros en corromperse, por lo que se retiraban inmediatamente. El cerebro se extraía mediante un grafio introducido por un orificio nasal (generalmente el izquierdo), por succión o inyectando una sustancia desconocida que licuaba la materia gris.
Luego, con una afilada piedra etíope u obsidiana, el parasquita (sacerdote encargado de la parte quirúrgica) hacía una incisión en el flanco izquierdo del abdomen para sacar los órganos y vísceras, menos el corazón y los riñones, que, por razones desconocidas, no se tocaban. Normalmente tampoco extraían los ojos, pero debido a su elevado contenido en agua, se hundían en las órbitas. En ocasiones rellenaban la cavidad ocular con bolitas de lino, o bien sustituían los ojos por prótesis de vidrio, piedra o hueso.
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