lunes, 28 de enero de 2013

TEOCRACIA


Una 'teocracia(del griego θεός, theós, ‘dios’ y κράτος, krátos, ‘poder, gobierno’: «gobierno de Dios») es una forma de gobierno en la que los líderes gubernamentales coinciden con los líderes de la religión dominante, y las políticas de gobierno son idénticas o están muy influidas por los principios de la religión dominante. Normalmente el gobierno afirma gobernar en nombre de Dios o de una fuerza superior, tal como especifica la religión local.
El diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española la define como el "gobierno ejercido directamente por Dios", y en una segunda acepción: "Sociedad en que la autoridad política, considerada emanada de Dios, se ejerce por sus ministros."
La utilización más antigua registrada del término “teocracia” se encuentra en Josefo, quien aparentemente la acuña al explicar a los lectores gentiles la organización de la comunidad judía de su época. Al contraponer ésta con otras formas de gobierno – monarquías, oligarquías y repúblicas – añade: “Nuestro legislador [Moisés] no tuvo en cuenta ninguna de estas formas, sino que ordenó nuestro gobierno a lo que, con expresión forzada, podría llamarse una teocracia [theokratian], al atribuir el poder y la autoridad a Dios, y persuadir a todo el pueblo de que lo tuviera en cuenta como autor de todas las cosas buenas” (Contra Apión, libro II,16).

[editar]
El sistema teocrático más antiguo conocido dataría de las sociedades tribales primitivas en donde en muchos casos el
 chamán ejercía un doble rol como líder espiritual y jefe tribal. Dicho sistema está contenido en los libros de Moisés que contienen las Leyes dictadas por Yahve. El faraón en el antiguo Egipto era, a la vez, sacerdote y representante de los dioses. Existen otros tipos de teocracias o seudoteocracias. Un ejemplo es el cesaropapismo, en que el poder es compartido entre un líder secular (un emperador, unCésar) y un líder religioso (un papa). La teocracia también puede ser ejercida directamente por el clero (como ocurre en Irán) o indirectamente (como a través del derecho divino de los reyes).Tipología

Ejemplos de gobiernos teocráticos que ya no están vigentes fueron el Califato del Imperio islámico, el gobierno del emperador de Japón que era considerado un dios viviente en tiempos antiguos, el gobierno del Dalái Lama en Tíbet y el gobierno del Bogd Khan en Mongolia. El Imperio Sij de la India también fue una forma de gobierno teocrática durante su existencia, y en alguna medida, se aplicaría lo mismo a Inglaterra ya que el Rey de Inglaterra era a su vez, cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Esta forma de gobierno fue apoyada por el reformista Juan Calvino.
Sin embargo resulta difícil definir hasta que punto un gobierno es teocrático o monárquico ya que muchas monarquías se definen como "divinas" en naturaleza o están directamente relacionadas con una religión. El zar de Rusia, por ejemplo, con la Iglesia Ortodoxa Rusa, el rey de Tailandia con el budismo, el emperador de China considerado un ser divino (de allí el término Imperio Celestial), el rey de Bután con el lamaísmo, etc.
Diferentes líderes han sido tanto políticos como religiosos. Tres casos similares serían los de el Papa dentro de la Iglesia Católica, el Califa del Islam y el Dalái Lama en elbudismo tibetano.
El cesaropapismo, inaugurado por la práctica política de Carlomagno, tendrá que ceder definitivamente ante el peso de la hierocracia, que tiene en Gregorio VII (1073-85), en los canonistas del Siglo XII y en los decretalistas del XIII, o en Bonifacio VIII (1294-1303) a los teóricos de las máximas formulaciones del poder universal de los sucesores de Pedro.1 Podría decirse que el Papa ejercía poder político sobre diferentes territorios clericales, incluyendo Roma, especialmente desde el Siglo XI (Gregorio VII) hasta el siglo XV. Aún hoy como monarca del Vaticano es cabeza de la Iglesia Católica, lógicamente sin ser reconocido por otros cristianos como ortodoxos y protestantes, pero siempre con alguna influencia a nivel mundial.
El Califa fue hasta la abolición del Califato otomano en 1924 el máximo gobernante del Imperio islámico y a la vez "príncipe de los creyentes" y jerarca máximo del Islam, aunque sólo era reconocido por un cierto sector, usualmente mayoritario, de los musulmanes generalmente dentro del sunnismo. El Dalái Lama era gobernante monárquico de Tíbet hasta la invasión de China en 1950 y a su vez también era el máximo líder religioso del Imperio mongol tras la declaratoria de “religión oficial” del lamaísmo por Altan Khan, y posteriormente en los países y regiones donde el lamaísmo o budismo tibetano era predominante como MongoliaButánLadakhTuvá, etc., pero sin ser reconocido como líder por otras escuelas budistas dentro del mundo budista.                                                                                                   

[editar]

EGIPTO:EL IMPERIO DE LS FARAONES


Antecedentes paleolíticos.
Sobre el Paleolítico en el valle del Nilo no se puede decir gran cosa, pero no parece probable que su evolución fuera distinta a la de tantas otras regiones del Viejo Mundo. Se utilizaría ampliamente el instrumento más universal desarrollado en ese período, el hacha de mano. De todas formas, las condiciones de habitabilidad del oasis egipcio no invitarían al establecimiento de grupos humanos hasta el Paleolítico superior. El Delta permanecería inhabitable hasta bien avanzado el Neolítico. Es probable que las migraciones procedieran de África central y de la costa mediterránea. En el Alto Egipto, en Luxor, se han encontrado puntas de lanzas bifaciales y puntos con espiga, propias de la cultura ateriense (de la actual Argelia). Los portadores de esta cultura eran cazadores, que además de los útiles citados emplearon puntas de flecha.
A los representantes de la cultura ateriense siguieron otros pobladores que introdujeron los microlitos, y que al término del Paleolítico habían establecido núcleos a lo largo del valle.
Introducción del Neolítico. Cultura de El Fayum.
Se ignora en qué momento y cómo se produjo la transición del Paleolítico al Neolítico. De este período, la cultura más antigua conocida es la de El Fayum, cuyo núcleo de irradiación se sitúa en la orilla norte del lago Moeris, en aquella época más extenso que en la actualidad. Las comunidades allí establecidas explotaron las franjas fértiles en torno al lago, cultivando cebada, trigo y lino, introducidos sin duda desde Asia, y criaron ovejas, cabras, bovinos y cerdos, completando la dieta con la pesca y la caza de hipopótamos, elefantes, antílopes, gacelas e incluso cocodrilos. El cereal se almacenaba en silos subterráneos revestidos de esteras. A los muertos se les enterraba fuera del perímetro habitado.
Para desarrollar sus actividades, las gentes de El Fayum se servían de hoces, consistentes en cuchillas de sílex montadas en un mango de madera. También usaban aros y flechas. Las puntas de estas últimas, de base cóncava, presentan una factura que las emparenta con industrias de la región sahariana. Otros útiles característicos de esta cultura son una especie de azuela, que algún autor relaciona con culturas del interior de África, y un cincel tallado y luego pulimentado. Se empleaba el hueso para fabricar arpones y puntas biseladas.
El lino se hilaba con huso y se tejía. También se confeccionaban esteras y cestos. La cerámica, hecha a mano, era tosca y la misma variedad de formas de los recipientes parece abonar la idea de improvisación y ausencia de una técnica cuidada. Algunos ejemplares están recubiertos de arcilla rojiza, pero no se ha encontrado ninguno decorado. Se han recogido algunas cuentas de collar hechas de amazonita, una piedra ornamental de color verde que procedería del macizo del Tibesti, y conchas marinas, también para adorno, provenientes de las costas de los mares Rojo y Mediterráneo, lo que prueba la existencia de alguna forma de intercambio.
La cultura cuyas características generales se acaban de apuntar corresponde a lo que cabe considerar la fase principal de El Fayum. Algunos autores han establecido una variante a la que han llamado Fayum B (dando por supuesto que A es la principal). La B sería posterior cronológicamente, pero hay quines discrepan y la consideran anterior. Las pruebas con carbono 14 no parecen concluyentes. El Fayum A se remontaría a 4400-4100 a.C., aproximadamente, aunque hay quien lo hace retroceder hasta 5.000 a.C. El Fayum B corresponde a un Neolítico no cerámico y en él abundan los microlitos. Sigue en pie la cuestión de si es un antecedente de la fase A o su degeneración.
Con El Fayum se emparenta el yacimiento de Merimde, en el borde occidental del Delta, y cuyos hallazgos más antiguos se remontarían al milenio V a.C., aunque el lugar se habitó hasta entrado el milenio II a.C. Sus moradores ocuparon viviendas de adobe, de planta ovalada, bien alineadas y con silos y aljibes subterráneos.

viernes, 25 de enero de 2013

FARAONES DEL ANTIGUO EGIPTO

Los gobernantes supremos y divinos en el Antiguo Egipto eran los llamados faraones; supremos porque eran la máxima autoridad en todas las decisiones de la vida y la administración de su civilización, y divinos debido a que se les consideraba una procedencia directa con el dios del Sol, o sea, los hijos de Ra.

Igual como muchas otras grandes civilizaciones identificamos en el Antiguo Egipto un orígen legendario a la vez que misteriosa desde su nacimiento y vemos el nexo de sus creencias religiosas con el rito solar.

Etimológicamente, la palabra faraón nos ha llegado del latín que la tomó del griego, aunque en la escritura jeroglífica del Antiguo Egipto deriva de Per-aa o casa grande y es un término relativamente moderno en la historia del Antiguo Egipto que empezó a usarse a raíz del Imperio Nuevo allá por el año 1.500 a.C.

Todo el tiempo hemos oído sobre las famosas Dinastías (hasta treinta por lo menos) de los faraones en el Antiguo Egipto, división que viene de unos años antes de la era cristiana, cronología que mantenida hasta el día de hoy por la egiptología como necesaria ante la creciente cifra de faraones que se sucedieron a lo largo de la historia del Antiguo Egipto.

Los Egiptólogos no disponen de datos necesarios para proporcionar los nombres de los primeros reyes del Antiguo Egipto, las investigaciones se remontan a épocas que denominan como Dinastía 0 ó Dinastía 00.

A muchos de los faraones en el Antiguo Egipto puede ser dificultoso identificarlos por sus nombres, pues de acuerdo a muchos jeroglíficos sólo se encuentran figuras de animales como pez, elefante, toro, cigüeña, entre otros.

Son faraones pertenecientes a las últimas Dinastías del Antiguo Egipto los que más hemos oído mencionar, tales como Tutankamón (el rey niño), o Cleopatra, la última faraona, con la que llegó a su fin esta legendaria civilización al ser conquistado el Antiguo Egipto por el Imperio Romano entre el 51 y el 30 A.C. Aún cuando, se sabe de Narmer alla por el 3.100 A.C.

No podemos dejar de mencionar a los faraones que están enterrados en las famosas pirámides que llevan sus nombres: Keops, Kefrén y Micerinos, otros como Akenhatón, Ramsés y como 200 faraones más que gobernaron con poder absoluto el Antiguo Egipto.


LA BELLEZA Y LA HIGIENE


Con el signo jeroglífico    -nft- representaban los antiguos egipcios el concepto de belleza.
¿Pero que era para ellos la belleza?
¿Tenía acaso el mismo significado que para nosotros tiene actualmente?. Rotundamente no.
La belleza para los antiguos egipcios, era sinónima de bueno, de hermoso, de armonioso y sobre todo de perfecto.
Ellos, que se consideraban una parte más del ciclo de la vida, no creían ser  superiores  a las otras criaturas de la naturaleza, y  que como ellas, habían sido creados para formar una única parte con el todo.
Según cuenta la tradición, cuando  el dios creador, hizo surgir del caos la luz cegadora del sol e iluminó con sus rayos,  los cielos azules, poblándolos de aves y pájaros. Concibió el Nilo dándole el don mágico de inundar la fértil tierra negra. Depositó en ella las semillas que darían origen a las plantas y a los árboles. Pobló la tierras de hermosos animales. Y que cuando contempló su obra terminada, las lágrimas del dios resbalaron por sus mejillas de satisfacción, al contemplar la belleza de todo cuanto había creado. Estas, cayeron al suelo, y del barro, surgió el hombre.  
Desde los comienzos de su historia tenemos constancia de la preocupación del hombre egipcio por conservar lo más perfectamente y armonioso el cuerpo que le había sido entregado. Esa excesiva y constante evolución en las formas  y en los procedimientos le llevó a desarrollar un conocimiento de su cuerpo, de los medios y formas para conservar a este, lo mejor posible. Por lo tanto, le llevó a desarrollar un conocimiento exhaustivo  de los animales, plantas, y  minerales que le proporcionasen un mayor y mejor bienestar.
Tenemos que aprender a ver la belleza egipcia. Cuando nos enfrentamos a un relieve, a una estatua, a una pintura, tenemos que saber discernir lo que estamos contemplando. No podemos pararnos y decir simplemente que hermoso, que bonito. Cuando por ejemplo nos paramos a contemplar esta hermosa pintura, tenemos que ir más allá de la pura belleza. En primer lugar vemos que el conjunto desprende, armonía. La combinación de los colores, la disposición de las joyas o la simple indumentaria, no está dispuestas por azar. Tenemos también que pensar, que cada uno de los legados que nos dejó el pueblo egipcio, tenía por finalidad cumplir con una función mágica y religiosa.
Observemos por ejemplo los maravillosos ojos de Tjepu. Cuando los hombres y las mujeres del antiguo Egipto se maquillaban los ojos, no lo hacían solamente para resaltar la belleza de los mismos, ni siquiera para cumplir con un fin aséptico. Ya saben que el mesdemet o khol , el contorno negro con el que resaltaban los ojos, y que  lo obtenían  de la galena (sulfuro de plomo) o de la antimonita (sulfuro de antimonio), lo empleaban para prevenir enfermedades oculares, como repelente de moscas y para prevenir el reflejo del sol. Pero además, cuando los egipcios se pintaban los ojos lo que también estaban representando eran los ojos de Horus, es decir, un amuleto con lo que invocaban la protección mágica de su persona.
HIGIENE: El cuidado personal.
Aunque el pueblo egipcio fue un pueblo tremendamente tradicionalista, no se pudo sustraer de las modas, por lo que a cada periodo de la historia de Egipto, le corresponde un gusto preferente por la estética de ese período.
·        El Baño.
El egipcio sabía que tener un cuerpo limpio era igual a saludable. ¿Y hay algo más saludable que sentir el agua fresca reconfortando y recorriendo la piel?
Dado que el medio era hostil, el egipcio frente a lo cabría pensar era un pueblo que se lavaba varias veces al día. No conocieron la bañera como tal, pero sí los beneficiosos efectos de una buena ducha. En las casas de las familias más acaudaladas, los sirvientes atendían a sus señores en los cuartos de baño, pasando el agua a través de una especie de cestillo produciendo un efecto de ducha.
Al atardecer, después de un caluroso día no había nada más tonificante que sumergirse en las frescas aguas del estanque que toda buena casa tenía en la parte central de su jardín.
Pero para la gente que carecía de estos lujos,  se tenía que contentar, a la hora de hacer su aseo personal, con introducirse en una especie de balde o bañera, donde se iba vertiendo el agua con otro recipiente poco a poco. Para lavarse manos y cara, disponían de jofainas. Aunque el común denominador se bañaba en el Nilo, o en canales.
Una limpieza alternativa y que era empleado por las clases menos privilegiadas, por los soldados en campaña, etc... era la de utilizar friegas de arena para arrancar la suciedad. 
·        La hidratación corporal.
Las señoras de las clases privilegiadas, sabían que para mantener la fiel suave y limpia de impurezas, no había nada mejor que los beneficios de un buen peeling. Una receta que recoge el papiro médico Ebers dice: 1 polvo de alabastro, 1 de natrón rojo, 1 sal del Bajo Egipto, 1 de miel[1]. Se mezclaba todo, con la pasta obtenida se untaba el cuerpo, a la cara, o las manos y después se retiraba con agua.
Después de la limpieza corporal, el segundo objetivo era conseguir que la piel no se resecase, manteniéndola, húmeda, suave y elástica. Para ello, la utilización de ungüentos a partir de aceites tanto animales como vegetales era primordial. Para este fin se emplearon grasas de hipopótamos, cocodrilos, gatos o vegetales. También conocieron los beneficios terapéuticos de un buen masaje corporal con aceites y otros ungüentos.
  ·        El desodorante.
  Dada que las altas temperaturas sometían a los cuerpos a una transpiración excesiva, los beneficios de la ducha o limpieza diaria duraba poco. Por eso inventaron el desodorante fabricado a partir de trementina e incienso en polvo[2]. Otra receta, basado también en el mismo principio consistía en incienso, alumbre y mirra[3] que se aplicaba en diferentes partes del cuerpo.
  ·        Los cuidados del rostro.
Mantener un rostro joven ha sido y es la lucha del hombre y la mujer desde la antigüedad.
Para conservarse hermosas, se sabe que la mujer egipcia no se exponía al sol, permaneciendo en el interior de la frescura del hogar. Las campesinas sólo salían a trabajar en los campos en época de recogida de cosecha.
Pero cuando los años pasan y la frescura de la juventud se pierde, y a pesar de que la arruga es bella, las antiguas egipcias, combatieron – como nosotras – a la pata de gallo a muerte.
Al alcance de todo el mundo estaban las semillas de alholva (fenugreek) que era una planta que se utilizaba como forraje. El aceite obtenido de la misma estaba recomendado para la arruga y también para las pecas.
Otra receta que garantizaba la total desaparición de las arrugas de la cara, consistía en mezclar resina de terebínto, cera de abeja, behen fresco, aceite de alholva e hierbas de chipre. Se trituraba todo y se dejaba macerar. Después, una aplicación diaria era suficiente para que obrara el milagro.
Si quieren les repito la receta, pero una nota a pie de página de donde he sacado la receta, dice que no se ha podio comprobar su eficacia pues alguno de los ingredientes no ha podido ser identificado con toda seguridad.
    La higiene bucal.  
Dentro del aseo matinal y también después cada comida, lo egipcios tenía costumbre de realizar un aseo bucal. Este consistía en enjuagues bucales a partir de nitrita o natrón disuelto en agua. Pero si lo que tenían era un problema de halitosis, entonces tomaban una pastillas de kifi que se realizaban a partir de semillas de alholva molidas, mezcladas con incienso, mirra, bayas de enebro, resina de acacia, pasas y miel[4].  
       El maquillaje.  
Bueno, después de aseada y perfectamente hidratada, venía el maquillaje.
Una buena egipcia que se preciase, no podía salir a la calle con la cara lavá.
Desde el Periodo Predinástico, tenemos que los egipcios, tanto para ellas como para ellos, por belleza e higiene, se protegían los ojos con mesdemet (el khol), que como ya he mencionado anteriormente era un polvo negro que se obtenía de la galena y que se empleaba como antideslumbrante del sol, como protector de enfermedades oculares y como repelente de las moscas. Actualmente se sigue utilizando en Egipto con el mismo fin.
Tenemos constancia que hasta la dinastía IV se empleó una sombra verde, denominada udju, que se obtenía de la malaquita. Después de esta dinastía no se volvió a emplear.
Las egipcias oscurecían sus cejas y pestañas con este polvo de galena mezclado con agua y se aplicaba húmedo con la ayuda de palitos realizados en madera, metal o hueso. Este sería el antecedente de lo que hoy conocemos como máscara de pestañas, que comúnmente denominamos Rimel (aunque este es el nombre de una marca comercial).
Los labios también se maquillaban. A estos, se les aplicaba con la ayuda de una especie de pincel o simplemente con el dedo,  oxido de hierro humedecido, dándoles una tonalidad rojiza. También sabemos que por lo menos durante la dinastía XIX este mismo maquillaje de oxido de hierro se aplicó a los pómulos, para que  resaltasen. Sería nuestro actual colorete. Este maquillaje se sigue utilizando en el interior de Egipto y también por las mujeres  de alguna tribu  beduinas.
En la difícil tarea de cuidarse y embellecerse, los egipcios utilizaron un sin fin de hermosos objetos. Así tenemos precisas pinzas con lo que eliminar cualquier bello superfluo, cuchillas para rasurar, hermosos tarros para ungüentos, recipientes  para el khol, espejos, peines y un sinnúmero de otros objetos que para nada desentonarían en  cualquiera de nuestros tocadores.
·        El cuidado del cabello.
Se nos hace extraño averiguar la importancia que daba el pueblo egipcio al aseo y cuidado del cabello. El hombre llevó casi siempre el cabello más o menos corto, salvo durante el Imperio Nuevo donde el gusto por las pelucas hizo furor. Los sacerdotes tomaron la costumbre de afeitarse la cabeza así como todo el cuerpo, en señal de pureza, a partir de la dinastía XIX fue obligatorio.  También se rasuraban el rostro, aunque tenemos ejemplos, sobre todo del Imperio Antiguo, de funcionarios con bigotes. El uso de la barba no era muy habitual aunque también tenemos algún ejemplo, sobre todo en campesinos desaseados y también se la dejaban en señal de duelo. No hay que confundir esta barba, con la  barba que aparecen en estatuas, de  lapizlázuli y era una señal de divinidad.
El gusto de la mujer egipcia por la utilización de las pelucas se remonta a las primeras dinastías. Durante el Imperio Antiguo, estas son de melena corta. Las sirvientas, no utilizaban pelucas, y el pelo de estas es largo.
A partir del Imperio Medio el gusto por el peinado cambia. Se siguen utilizando las pelucas, pero ahora la forma de estas es de rollo, imitando la iconografía de la diosa Hat-Hor.
Una vez más, durante el Imperio Nuevo el gusto, raya la perfección.. Es el  momento de las pesadas pelucas, con pequeñas trenzas, tirabuzones u ondas a media espalda. Muy adornadas con joyería o con simples coronas de nenúfares.
La utilización de las pelucas era un signo de distinción, pero al mismo tiempo, protegía a sus portadoras, de los fuertes rayos solares. En su mayor parte eran de pelo humano, pero también se han localizado de fibra vegetal. Se guardaban en cajas y se han localizado tenacillas con las que ondulaba el pelo y también en alguna de ellas, han sido localizados restos de cera de abeja[5] que se empleaban para fijar las ondas. La misión polaca que trabaja en Deir el Bahari, recientemente ha localizado un taller de pelucas, donde se encontró cuatro vasos de alabastro que contenían mechas de pelo humano; redes de lino en forma de gorro que servían de base para las pelucas y que se ataban a la cabeza[6]; una caja que contenía alfileres de hueso, una punzón de bronce; y fragmentos de dos cuchillos de sílex. Pero el hallazgo más importante es la localización el  mismo taller de un modelo de cabeza en el cual se habían trazado líneas negras que mostraba el contorno por donde debía los diferentes largos de la peluca. También se encontró en el mismo depósito, semillas de dátiles de desierto (Balanites aegyptiaca) de donde se extraía un aceite muy perfumado y muy apreciado en cosmética; un  polvo marrón que seguramente era utilizado para teñir la peluca y un resto ceroso de jabón de sosa duro, que aún tenía propiedades detergentes.
Durante el corto periodo de El Amarna, se vuelve a las pelucas cortas de corte tradicional que adoptará la reina y por consiguiente toda la corte. Pero pasado este momento, las dinastías siguientes volverán a la utilización de la peluca larga.
El gusto tan extendido por el uso de pelucas, nos puede llevar a la falsa idea de que o bien los egipcios eran calvos o que no cuidaban para nada su pelo natural. Nada más lejos de la realidad.
Desde épocas predinásticas, conocemos de la utilización de peines, bien de hueso o madera que se siguieron utilizando durante toda la época histórica.  Estos eran de una o de dos caras, gruesos que permitía arrastrar la suciedad y las liendres. Los piojos, no solamente eran molestos sino que son portadores de enfermedades como el tifus. Por lo que el aseo del pelo estaba muy extendido. Se sabe que los egipcios se lavaban periódicamente el cuero cabelludo y que utilizaban aceites extraídos de la Balanites aegyptiaca, dátiles del desierto, para perfumarlo.
Si a nosotras nos preocupan las canas, a las egipcias también. Se cubrían estas con diferentes remedios: con hena (actualmente se sigue utilizando); la sangre de una vaca negra hervida y mezclada con aceite; o  la grasa de  una serpiente negra. Estos remedios garantizaban que su pelo recuperaba el color negro. Lo que ya no garantizaban es que se le acercase alguien.
Que con tanto mejunje, el cabello se le ha quedado sin brillo y algo áspero. No hay que preocuparse. Se cogen las yemas de los huevos del cuervo negro, se aplican directamente, se dejan nos minutos y a lavar. El pelo recobra todo su negro brillo natural.
Pero si su problema es que sus cabellos son débiles. Tampoco hay problema: Se toma la pata de un galgo hembra, el hueso de un dátil, la pezuña de un burro, se hierve todo en abundante aceite, se deja enfriar y se aplica diariamente durante varias semanas.
Señores, si su problema es la alopecia… No hay problema. La aplicación diaria de una loción aceitosa a partir de aceite de alholva opera milagros.  
·        La manicura y la pedicura.
Tenemos constancia que desde la dinastía XII, tanto los hombres como las mujeres se hacían la manicura y la pedicura y que también utilizaban barniz o laca blanca para decorarlas. 
·      El vestido.
Como ha ocurrido a lo largo de toda la historia, quien marcará la pauta a la hora del gusto del vestir, será la mujer aunque como también veremos, los hombres cuidarán de una forma muy especial su apariencia exterior. No olvidemos también la importancia que tuvo para este pueblo la conservación de su cuerpo en la espera de un mundo mejor.
El benigno clima de Egipto, hizo que el vestido de todas las épocas fuese ligero y fresco.  Se empleó casi siempre el lino, de una textura semigruesa. En épocas del Imperio Nuevo, como veremos más adelante se empleará para realizar los sugerentes vestidos de la XVIII y XIX dinastía, un lino especialmente fino denominado byssus, importado de Siria.
La lana fue raramente empleada ya que se consideraba a esta impura, pues era el tejido que habitualmente empleaban los pueblos asiáticos. El algodón no fue conocido en Egipto hasta la época romana.
El vestido femenino  evolucionará a lo largo de la historia de Egipto, como veremos a continuación. Mientras que para el hombre se va a mantener más homogénea. Este casi siempre empleará el kilt corto con los dos extremos cruzados y anudados a la altura de la cadera.
Durante el Imperio Antiguo, la sobriedad tanto en la indumentaria como en el peinado marca la pauta. Para la mujer noble, los vestidos son de tirantes anchos y largos hasta los tobillos y los brazos se cubrían con una especie de túnica.
El Imperio Medio deja en libertad parte de la anatomía femenina. El busto se muestra sin reparos y de una forma sugerente.
Pero el gusto por lo exquisito le llega a Egipto de Oriente. Las mujeres del Imperio Nuevo se cubren con el fino lino procedente de Siria, las transparencias y los pliegues  marcan las suaves curvas de sus cuerpos. Vestidos largos, anudados a la cintura con fajines de colores, que se entreabrían dejando al aire las torneadas piernas de sus dueñas. Sobre estos, túnicas plisadas, con mangas. En otras ocasiones una especie de chal longitudinal, también plisado, se recogía en forma de abanico sobre los hombros. En alguno de estos vestidos se cosían plaquitas de fayenza, o pasta de cristal que al caminar, chocaban entre sí, y  producían un sugerente sonido como de campanillas. 
·        El calzado.
   El calzado que utilizaban eran sandalias, realizadas en materiales vegetales como hojas de palma, esparto, juncos o papiros. También se realizaban en cuero pero eran muy costosas. No se han encontrado talleres de artesanos que se dedicasen a estos fines, por lo que se piensa que eran realizadas por las mujeres en el hogar.

jueves, 24 de enero de 2013

KEOPS,EL SEGUNDO FARAON FE LA IV DINASTIA


El reinado de Keops duró desde el año 2579 hasta el 2556 antes de Cristo. Este faraón, en la Lista Real de Abidos y en la Lista Real de Saqqara es llamado Jufu.
El historiador Herodoto lo llamó Keops y Maneton Sufis. Se han encontrado varios escritos en la Gran Piramide de Giza en dónde se menciona posiblemente que el verdadero nombre de este faraón: Jnum-Jufu que significa “el dios Jnum me protege”.
Herodoto escribió que gobernó durante 50 años, mientras que Manetón afirmó que lo hizo por 63 años.
Se cree que era hijo del faraón Seneferu y de la reina Hetepheres I; y se casó con dos mujeres, Henutsen y Meretites, las cuales fueron enterradas en pirámides de pequeño tamaño ubicadas junto a la Gran Piramide de Giza.
Su hijo mayor Kauab no vivió lo suficiente para sucederle en el trono, por lo cual a la muerte de Keops la familia se dividió en tres linajes. Del tercero de estos linajes surgió Jafra. Cuatro de sus hijos le sucedieron uno tras otro después de su muerte, a saber Dyedefra, Jafra, Dyedefhor y Baefra.
En el reinado de Keops, la monarquía egipcia tuvo más poder, lo que se deduce por las disposiciones adoptadas durante su reinado que tendían a concentrar el poder en torno suyo. Entre las disposiciones adoptadas por Keops, estaba la que reforzó el cargo de chaty el cual era nombrado personalmente por el faraón, y se aseguraba un control casi absoluto de casi todos los elementos del que fue el primer estado de carácter absolutista de la historia.  Durante el periodo tardío de Egipto, Keops fue adorado como un Dios en los años venideros.
Cómo consecuencia a que todos los faraones del Imperio Antiguo seguían básicamente las mismas políticas en cuanto a la construcción constante de grandes pirámides y templos funerarios, se empezaron a agotar los recursos del país, y hubo un debilitamiento de la monarquía, que llevo al reino a la anarquía, y la que sería la primera revolución social de la historia.
Para poder construir la famosa gran pirámide que lleva su nombre, Keops llego incluso a prostituir a su propia hija para obtener fondos. En esa época Egipto se encontraba prácticamente en la indigencia. La pirámide finalmente fue terminada en el año 2570 y se llamó El Horizonte Luminoso de Jufu.
Piramide de Keops, el segundo faraón de la IV Dinastía del Imperio Antiguo de Egipto | Faraones.com
Piramide de Keops, el segundo faraón de la IV Dinastía del Imperio Antiguo de Egipto | Faraones.com
Vídeo de la pirámide de Keops


Al contrario de lo que se cree normalmente, la construcción de la pirámide no se hizo con esclavos sino con trabajadores altamente calificados que eran comandados por capataces que tenían conocimientos de astronomía, geometría, estereotomía (arte de cortar rocas), etc. Por este motivo no es probable que fuera la construcción de este gran monumento lo que causó la mala fama que tenía el gobierno de Keops entre su pueblo, si no más bien las medidas de carácter administrativo y religioso adoptadas por este las cuales influyeron negativamente en la imagen los egipcios tuvieron de este faraón en los años venideros.
Tunel subterraneo de la piramide de Keops, el segundo faraón de la IV Dinastía del Imperio Antiguo de Egipto | Faraones.com
Tunel subterraneo de la piramide de Keops, el segundo faraón de la IV Dinastía del Imperio Antiguo de Egipto | Faraones.com

Actualmente solo se cuenta con una representación de Keops la cual fue encontrada cerca del templo de Jentiumentiu en Abidos. Es una pequeña estatuilla de marfil de unos siete centímetros de altura la cual es conservada en el Museo Egipcio del Cairo. Además Keops es mencionado en impresiones de sello en Giza, muchos bloques con relieves de los templos de culto al rey que fueron reutilizados en la construcción de pirámides de la dinastía XII y en inscripciones en Uadi Maghara en el Sinaí.

EL ANTIGUO EGIPTO

La Esfinge
Imagen
El rostro del misterio.
¿Método disuasorio contra los ladrones, escondite de tesoros o esencia esotérica de Egipto...? Nadie ha podido decir nunca con certeza qué es y qué representa la Gran Pirámide de Giza (en la foto, una magen tomada en 1920).
Hay cosas más o menos misteriosas, pero la esfinge es, en sí misma, el rostro del misterio. El Sol naciente ha besado ese rostro un millon y medio de veces desde su construcción, en tiempos del Imperio Antiguo, sin que nadie pueda decir con certeza qué es y qué significa. La hipótesis más repetida es que representa al faraón Kefrén, el que supuestamente la ordenó levantar, ya que apoya esta hipótesis un relieve trece siglos posterior que representa a Akhenatón con cuerpo de esfinge, exponiendo un vaso a los rayos del Sol. Pero aunque el rostro de la esfinge sea el de Kefrén, las preguntas siguen en su sitio. ¿Por qué se representó a sí mismo bajo ese aspecto? ¿Qué utilidad tenía el monumento? ¿Con qué motivo se levanta en el desierto una estructura de piedra como ésta?

Enigma sobre enigma. Para los simples, es una especie de espantapájaros destinado a asustar a los ladrones de tumbas. Para los esoteristas de cualquier época, se trata del monumento perfecto que reúne en sí toda la sabiduría de Egipto. Para los codiciosos, el arca secreta donde se guardan tesoros incalculables, de modo que ha sido excavada, perforada, enterrada, desenterrada... y hasta se la ha trepanado, creyendo que el tesoro estaba en el interior de su cabeza.

Mal vista por los musulmanes como representación humana que es, consiguió llegar, maltrecha y desnarigada, hasta su restauración a finesdel siglo XX, delicada empresa dirigida por el especialista egipcio Adam Henein. Y a tiempo, pues lo que no pudieron hacer los vándalos y los expoliadores a lo largo de los milenios estaba a punto de conseguirlo la contaminación. Entre los años 40 y los 90 de la pasada centuria, el cuello de la esfinge llegó a adelgazar nada menos que 17 centímetros. Es un dato alarmante: a ese ritmo no hubiera aguantado más de tres siglos, y lleva en pie unos 45. Quizá, en este momento, el mayor enigma que rodea a la Esfinge es si será capaz de durar otros 45 siglos.
El Origen de su Civilización
imagen
Primeros pasos
El Alto y el Bajo Egipto se unieron hacia el año 3.000 a.C., cuando el faraón Menes estableció la capital en Menfis, junto al delta del Nilo. En esas fechas del Egipto predinástico ya se torneaban artísticas vasijas como ésta.
Otra pregunta que se hace el visitante y que el erudito no puede contestar con certeza es cómo empezó todo. Por qué se desarrolló precisamente aquí la civilización más grande de la Antigüedad y qué ocurrió antes del año 3000 a.C., fecha en la que se data al primer soberano egipcio, Menes. Para asomarse a la respuesta hay que considerar un par de factores: el terreno y la situación geográfica. Egipto es lo que técnicamente se llama un territorio “arcifinio”, es decir, dotado de límites naturales. El gran padre Nilo produce en su carrera hacia el norte una larga y estrecha faja fértil del tamaño de Bélgica que se renueva con sus crecidas anuales: las tierras negras. A ambas partes, el desierto interminable: las tierras rojas. Ambos colores componen la bandera de Egipto. Al final, el gran estuario que se abre al Mediterráneo. Los primeros cultivadores de las tierras negras no eran un grupo homogéneo. Al norte, su base cultural parece mediterránea, mientras que la del pueblo del sur es más africana. Los primeros tiempos debieron de conocer constantes luchas entre las numerosas ciudades que jalonaban el río, pero al final se impuso el norte, más rico y más poblado. La anexión se disfrazó de unificación hacia el 3000 a.C., y así aparece Menes, que establece la capital en Menfis, junto al delta. Pero Menes no fue el primer faraón dinástico. Aún faltaba siglo y medio para que apareciera la primera dinastía, y se sabe muy poco de lo que sucedió en ese tiempo intermedio. Pudo producirse una invasión exterior o, tal vez, implantarse el sistema dinástico como remedio a las inevitables disensiones producidas a la muerte del rey. En todo caso, el sistema funcionó. Las sucesivas dinastías gobernaron Egipto durante 2.500 años, mucho más tiempo que ninguna otra forma conocida de gobierno.
El Laberinto
Imagen
Testigo ocular
Aunque el historiador Herodoto (izquierda) y otros testigos notables dieron testimonio de su existencia, nadie ha sido capaz de localizar los restos del Gran Laberinto en todo el territorio egipcio.
La gran asignatura pendiente de la egiptología es la localización del Gran Laberinto, que podía visitarse hasta el siglo II de nuestra era. Después, no vuelve a saberse nada de él, como si se lo hubiera tragado el desierto. El griego Herodoto, que lo visitó personalmente, escribe: “Ninguna obra griega puede compararse a las pirámides de Egipto. Pero el laberinto es aún superior a las pirámides. Yo lo he visto con mis propios ojos.” Según su descripción, constaba de mil quinientas cámaras a ras de suelo y otras tantas subterráneas, todas de piedra, adorEl griego dice que recorrió personalmente las salas superiores, pero que no le dejaron conocer las inferiores, donde guardaban los sarcófagos de sus reyes. El conjunto estaba próximo a un lago artificial del que sobresalían las cúspides de dos pirámides semisumergidas, y rematado por otra gran pirámide en la que se habían esculpido figuras colosales. Y hay más testimonios que coinciden con éste, (los de Estrabón, Cayo Plinio y Diodoro Sículo) de tal modo que resulta increíble que algo así haya desaparecido sin dejar huella. Tan increíble como el corto número de quienes se han propuesto encontrarlo, habiendo tantas pistas fiables para localizarlo. Los prusianos mandaron una expedición a mediados del XIX que cumplió el expediente al situarlo en unas pobres ruinas del oasis de al- Fayum, lo que de ninguna forma se puede aceptar. Quizá las nuevas técnicas de prospección, cada vez más sofisticadas, alumbren un día los restos de esta maravilla perdida, aportando datos valiosísimos para nuestra comprensión del viejo Egipto faraónico.
Las Pirámides y sus misterios
imagen
Magnetismo perpetuo
Ni sus magnitudes son mágicas, ni las construyeron los extraterrestres, ni contienen la cifra secreta de todas las cosas; pero las pirámides, con su imponente presencia, continuarán siendo fuente inagotable de especulaciones.
¿Qué contienen?
He aquí un hecho irrebatible: la altura de la pirámide de Keops multiplicada por mil millones coincide con la distancia media de la Tierra al Sol, con una aproximación que sólo se ha obtenido en el siglo XX. No se trata de ningun asunto esotérico. Es fruto de la sabiduría astronómica egipcia, y pone de manifiesto que los sacerdotes de Ra sabían muy bien la distancia que les separaba de su dios. Cuando nos planteamos construir una pirámide, el elemento fundamental de cálculo es la altura que le daremos. La magnitud que escogieron los arquitectos de Keops (que ya contaban en base decimal) no podía ser cualquiera. Escogieron la cifra sagrada en la que se manifestaba la ligazón divina. Aquello era consecuencia de la ciencia acumulada por sus sacerdotes, no de la magia. De ahí a querer ver en las combinaciones de magnitudes de la Gran Pirámide la cifra secreta de todas las cosas, desde la fecha del descubrimiento de América a la Teoría de la Relatividad, media un abismo. Tampoco han faltado los que buscaron en su interior contenidos más tangibles. Saladino, por ejemplo, estaba convencido de que en algún lugar de la Gran Pirámide estaban escondidos los tesoros faraónicos, y decidió buscarlos. Sus hombres comenzaron a retirar piedra, pero el monumento está construido de tal forma que, al quitar ciertos bloques, caen los que están encima yvuelven a sellarlo. La única forma de llegar a su interior sería empezar a desmontarla desde la cúspide, una tarea que sólo emprendería un loco.
¿Por qué esa forma?
La forma piramidal no es privativa de los monumentos egipcios. También hay pirámides monumentales arcaicas en Asia, en América y en Europa (ver MUY ESPECIAL nº 60, La nueva Arqueología). Esa enigmática coincidencia entre los zigurats babilonios, las construcciones mesoamericanas y las grandes pirámides diseminadas que siguen descubriéndose en zonas tan remotas del mundo como Siberia, China y Uzbekistán es pasto de todas las especulaciones. En la Praga comunista de 1949, un investigador de apellido Drbal solicitaba la patente de un dispositivo en forma piramidal destinado a conservar el filo de las hojas de afeitar. Había descubierto que podía usar doscientas veces la misma hoja si la guardaba en un estuche e cartulina con forma de pirámide. Era un hecho empírico que los propios empleados de la oficina de patentes pudieron comprobar, pero resultaba tan inexplicable que tardaron diez años en aceptar su solicitud. En ese tiempo, Drbal demostró que en el interior de la estructura piramidal se produce un peculiar efecto de resonancia energética, que actúa sobre la materia inorgánica y sobre la orgánica, produciendo la deshidratación profunda del objeto expuesto. Una flor cortada, por ejemplo, se seca mucho antes y de otro modo cuando se mantiene en el interior de una pirámide. También dicen que los animales muertos se secan, pero no se pudren. Esta capacidad podría explicar el origen funerario de las pirámides egipcias: ninguna tumba mejor para el faraón. Pero ¿qué pensar de las babilonias, de las aztecas o de las chinas,que no fueron utilizadas como tumbas? Una vez más, el misterio.
¿Cómo se hicieron?
A todo el que llega al pie de la pirámide de Keops y estima de cerca la enormidad de aquella obra, le asalta la misma pregunta: ¿cómo pudieron hacer esto? Cada cierto tiempo aparece una teoría nueva que trata de contestarla, y últimamente menudean las descabelladas. Se ha llegado a sostener, incluso, que las pirámides son obra de una raza cósmica y que ya estaban allí mucho antes de los faraones. Pero eso es un insulto para sus constructores y para nuestra inteligencia, porque de algo sí podemos estar seguros: aquellos dos millones y medio de grandes bloques pétreos que llegan a pesar veinte toneladas fueron colocados en su sitio a base de sudor humano. Lo misterioso es el proceso técnico que permitió hacerlo a una civilización que no disponía de otro metal que el cobre y que no conocía otras máquinas que la palanca y la polea. El esfuerzo de ingeniería que entrañan las pirámides raya a la altura del esfuerzo físico que hubo que desarrollar para construirlas. Tuvieron que cortar cada uno de los bloques de piedra, cuyo entalle es perfecto, transportarlos por el río desde lejanas canteras, moverlos sobre la arena y ponerlos en su lugar, acarreándolos por medio de largas rampas inclinadas. Y eso, dos millones y medio de veces bajo el Sol implacable y divino de Egipto.
Los Secretos de los Sacerdotes
imagen
El poder de la sabiduría
El proverbial poder de la casta sacerdotal egipcia (abajo, representación de un clérigo en un mural) no emanaba únicamente de sus posesiones materiales o de su ascendencia sobre el faraón. Su fuerza provenía sobre todo del dominio de la sabiduría de su tiempo.
Para los antiguos, era en Egipto donde brotaba el manatial de la verdadera sabiduría. En las vidas de los filósofos griegos suelen mencionarse sus visitas a la tierra de los faraones. Por ejemplo, de Pitágoras se dice que viajó a Egipto, “donde los sacerdotes le instruyeron en sus misterios”. Lo que nadie dice, naturalmente, es de qué naturaleza eran esos misterios, pero debían de estar en la misma base de sus creencias religiosas. Hasta muy adelante, los secretos egipcios formaron parte de las religiones y las ciencias herméticas, como la alquimia, cuyos adeptos sitúan siempre en Egipto el origen de su trabajo. No es de extrañar. Durante tres milenios, la poderosa casta sacerdotal egipcia debió de acumular el conocimiento de toda la sabiduría de su tiempo. En su historia, que jamás conoceremos a fondo, hubieron de sucederse generaciones de estudiosos cuyos descubrimientos y aportaciones se guardaban celosamente. Con la escritura, que ellos mismos perfeccionaron, los nuevos conocimientos se transmitían bien. En Medicina, el trabajo con las momias los hizo formidables anatomistas. En Astronomía y en Cálculo estaban también avanzadísimos: al fin y al cabo, su religión era de base astral, y su dios, Ra, el Sol, estaba cada mañana en el cielo. No es de extrañar que la observación directa del dios diera origen a toda clase de cálculos, y que entre los sacerdotes egipcios florecieran Copérnicos y Galileos cuyos nombres jamás conoceremos. Pero las pruebas de sus conocimientos quedaron en pie. Y si no, que hablen las pirámides.
El Faro de Alejandría
imagen
Visible a distancia
Además de las pirámides de Giza, la otra maravilla del mundo antiguo situada en Egipto fue el Faro de Alejandría. Arriba, una representación ideal del monumento, y a la izquierda, una réplica erigida en Abusir.
Además de las pirámides, Egipto atesoraba otra de las maravillas del mundo antiguo: el faro de Alejandría. Construido en mármol blanco, tenía la altura de un edificio de 40 plantas y estaba situado en la isla de Pharos, de donde procede el nombre genérico de estas construcciones. Erigido tres siglos antes de Cristo, las noticias de la época insisten en que se veía a una distancia equivalente a 400 km, lo que se ha considerado absurdo debido a la curvatura de la Tierra. Pero quizá no se ha tenido en cuenta que el faro funcionaba de noche con luz y de día, con la columna de humo que desprendía su enorme brasero. Y aquella columna, en condiciones de estabilidad atmosférica, quizá sí pudiera percibirse a tan gran distancia. En todo caso, el verdadero misterio del faro era de qué estaba compuesto su gran espejo giratorio, que concentraba la luz del brasero. Durante un milenio, aquella luz barrió las aguas mediterráneas guiando a las embarcaciones. Conservado por los árabes, los bizantinos hicieron correr el bulo de que en sus cimientos se ocultaba un gran tesoro. Losárabes lo creyeron y comenzaron a desmontar el monumento.Cuando cayeron en la cuenta del engaño, quisieron volver a montar el espejo, pero se les cayó y se hizo pedazos. Así que reconvirtieron el faro en una mezquita.
Colosos de Memnón
imagen
Dilataciones equívocas
Todas las mañanas, uno de los Colosos de Memnón (arriba) emitía lamentos. Hasta que se descubrió que estaban originados por la dilatación de sus piedras.
Amenofis III mandó construir a la puerta de su templo dos estatuas colosales con figura humana. Tan grandes eran, que en cada una de sus manos podía sentarse un hombre. Pero lo más extraordinario de aquellos colosos era que cada mañana, a la salida del Sol, uno de ellos cantaba. Cualquiera que se acercase a pocos metros podía escuchar los extraños sonidos que procedían de la estatua: chasquidos, silbidos y ruidos interpretables como lamentos o como palabras de un idioma incomprensible. El hecho era cierto, y está bien descrito en las crónicas griegas. Desde el principio la cosa produjo un respeto sagrado, y con el tiempo llegaron a Memnón adivinos para interpretar aquellos sonidos. Se acabó organizando una escuela de intérpretes para lo que fue llamado “el oráculo de Memnón”. Al fin, alguien encontró la solución del misterio: la escultura estaba tallada en dos tipos de piedra, granito y gres; cuando el frío de la noche era sustituido por el calor del Sol, los diferentes grados de dilatación de las piedras producían presiones y roces que generaban aquellos inexplicables sonidos. No obstante, a lo largo de los siglos muchos hombres crédulos siguieron tomando las decisiones más importantes de su vida guiados por la vulgar dilatación de unas piedras.
La Tumba de Alejandro
imagen
Enterramiento ilocalizable
Aunque se desconoce la ubicación de la tumba de Alejandro, hace 9 años creyeron haberla encontrado en Marakawi, oasis egipcio de Siwa (arriba).
Tres siglos antes de Cristo moría otro hombre de treinta y tres años cuya vida había revolucionado el mundo: Alejandro el Grande. Espejo de todas las virtudes griegas, el elegante, sabio y valiente príncipe macedonio conquistó el orbe conocido en unos cuantos años. Además de ser un seductor nato, sabía escuchar y premiar a sus hombres, que le veían con la mezcla de admiración, respeto y la proximidad que da el compañerismo. Conquistó Egipto, entró en Persia y la esquilmó, llevándose tesoros fabulosos. Atravesó el Indo y avanzó por la India hasta que sus compañeros le disuadieron de seguir adelante: tenían enfrente el desierto de Thar, el Ganges y un ejército enemigo con 4.000 elefantes de guerra. Entonces regresó a Egipto para encontrar la muerte a manos de un enemigo indigno de su grandeza: el mosquito anófeles, que le inoculó el paludismo. La muerte del príncipe era algo tan impensable que no había sido previsto. Sus generales tardaron un mes en tomar una decisión sobre el cadáver, que según las crónicas se mantuvo incorrupto durante ese tiempo. Decidieron enterrarlo en Alejandría, y el cortejo fúnebre que envió Ptolomeo fue asaltado por otro general, Perdicas. Pero Ptolomeo, que lo esperaba, había enviado el verdadero cadáver a otro lugar por vía secreta. Y ahí se pierde la pista de los restos del gran Alejandro. Hace unos años, saltó la noticia de que podría haberse descubierto en el oasis de Siwa, donde el caudillo griego fue saludado por los sacerdotes como hijo de Amón. Hubiera sido sensacional, pero todo quedó en falsas esperanzas. El misterio de la tumba de Alejandro también perdura.