viernes, 25 de enero de 2013

LA BELLEZA Y LA HIGIENE


Con el signo jeroglífico    -nft- representaban los antiguos egipcios el concepto de belleza.
¿Pero que era para ellos la belleza?
¿Tenía acaso el mismo significado que para nosotros tiene actualmente?. Rotundamente no.
La belleza para los antiguos egipcios, era sinónima de bueno, de hermoso, de armonioso y sobre todo de perfecto.
Ellos, que se consideraban una parte más del ciclo de la vida, no creían ser  superiores  a las otras criaturas de la naturaleza, y  que como ellas, habían sido creados para formar una única parte con el todo.
Según cuenta la tradición, cuando  el dios creador, hizo surgir del caos la luz cegadora del sol e iluminó con sus rayos,  los cielos azules, poblándolos de aves y pájaros. Concibió el Nilo dándole el don mágico de inundar la fértil tierra negra. Depositó en ella las semillas que darían origen a las plantas y a los árboles. Pobló la tierras de hermosos animales. Y que cuando contempló su obra terminada, las lágrimas del dios resbalaron por sus mejillas de satisfacción, al contemplar la belleza de todo cuanto había creado. Estas, cayeron al suelo, y del barro, surgió el hombre.  
Desde los comienzos de su historia tenemos constancia de la preocupación del hombre egipcio por conservar lo más perfectamente y armonioso el cuerpo que le había sido entregado. Esa excesiva y constante evolución en las formas  y en los procedimientos le llevó a desarrollar un conocimiento de su cuerpo, de los medios y formas para conservar a este, lo mejor posible. Por lo tanto, le llevó a desarrollar un conocimiento exhaustivo  de los animales, plantas, y  minerales que le proporcionasen un mayor y mejor bienestar.
Tenemos que aprender a ver la belleza egipcia. Cuando nos enfrentamos a un relieve, a una estatua, a una pintura, tenemos que saber discernir lo que estamos contemplando. No podemos pararnos y decir simplemente que hermoso, que bonito. Cuando por ejemplo nos paramos a contemplar esta hermosa pintura, tenemos que ir más allá de la pura belleza. En primer lugar vemos que el conjunto desprende, armonía. La combinación de los colores, la disposición de las joyas o la simple indumentaria, no está dispuestas por azar. Tenemos también que pensar, que cada uno de los legados que nos dejó el pueblo egipcio, tenía por finalidad cumplir con una función mágica y religiosa.
Observemos por ejemplo los maravillosos ojos de Tjepu. Cuando los hombres y las mujeres del antiguo Egipto se maquillaban los ojos, no lo hacían solamente para resaltar la belleza de los mismos, ni siquiera para cumplir con un fin aséptico. Ya saben que el mesdemet o khol , el contorno negro con el que resaltaban los ojos, y que  lo obtenían  de la galena (sulfuro de plomo) o de la antimonita (sulfuro de antimonio), lo empleaban para prevenir enfermedades oculares, como repelente de moscas y para prevenir el reflejo del sol. Pero además, cuando los egipcios se pintaban los ojos lo que también estaban representando eran los ojos de Horus, es decir, un amuleto con lo que invocaban la protección mágica de su persona.
HIGIENE: El cuidado personal.
Aunque el pueblo egipcio fue un pueblo tremendamente tradicionalista, no se pudo sustraer de las modas, por lo que a cada periodo de la historia de Egipto, le corresponde un gusto preferente por la estética de ese período.
·        El Baño.
El egipcio sabía que tener un cuerpo limpio era igual a saludable. ¿Y hay algo más saludable que sentir el agua fresca reconfortando y recorriendo la piel?
Dado que el medio era hostil, el egipcio frente a lo cabría pensar era un pueblo que se lavaba varias veces al día. No conocieron la bañera como tal, pero sí los beneficiosos efectos de una buena ducha. En las casas de las familias más acaudaladas, los sirvientes atendían a sus señores en los cuartos de baño, pasando el agua a través de una especie de cestillo produciendo un efecto de ducha.
Al atardecer, después de un caluroso día no había nada más tonificante que sumergirse en las frescas aguas del estanque que toda buena casa tenía en la parte central de su jardín.
Pero para la gente que carecía de estos lujos,  se tenía que contentar, a la hora de hacer su aseo personal, con introducirse en una especie de balde o bañera, donde se iba vertiendo el agua con otro recipiente poco a poco. Para lavarse manos y cara, disponían de jofainas. Aunque el común denominador se bañaba en el Nilo, o en canales.
Una limpieza alternativa y que era empleado por las clases menos privilegiadas, por los soldados en campaña, etc... era la de utilizar friegas de arena para arrancar la suciedad. 
·        La hidratación corporal.
Las señoras de las clases privilegiadas, sabían que para mantener la fiel suave y limpia de impurezas, no había nada mejor que los beneficios de un buen peeling. Una receta que recoge el papiro médico Ebers dice: 1 polvo de alabastro, 1 de natrón rojo, 1 sal del Bajo Egipto, 1 de miel[1]. Se mezclaba todo, con la pasta obtenida se untaba el cuerpo, a la cara, o las manos y después se retiraba con agua.
Después de la limpieza corporal, el segundo objetivo era conseguir que la piel no se resecase, manteniéndola, húmeda, suave y elástica. Para ello, la utilización de ungüentos a partir de aceites tanto animales como vegetales era primordial. Para este fin se emplearon grasas de hipopótamos, cocodrilos, gatos o vegetales. También conocieron los beneficios terapéuticos de un buen masaje corporal con aceites y otros ungüentos.
  ·        El desodorante.
  Dada que las altas temperaturas sometían a los cuerpos a una transpiración excesiva, los beneficios de la ducha o limpieza diaria duraba poco. Por eso inventaron el desodorante fabricado a partir de trementina e incienso en polvo[2]. Otra receta, basado también en el mismo principio consistía en incienso, alumbre y mirra[3] que se aplicaba en diferentes partes del cuerpo.
  ·        Los cuidados del rostro.
Mantener un rostro joven ha sido y es la lucha del hombre y la mujer desde la antigüedad.
Para conservarse hermosas, se sabe que la mujer egipcia no se exponía al sol, permaneciendo en el interior de la frescura del hogar. Las campesinas sólo salían a trabajar en los campos en época de recogida de cosecha.
Pero cuando los años pasan y la frescura de la juventud se pierde, y a pesar de que la arruga es bella, las antiguas egipcias, combatieron – como nosotras – a la pata de gallo a muerte.
Al alcance de todo el mundo estaban las semillas de alholva (fenugreek) que era una planta que se utilizaba como forraje. El aceite obtenido de la misma estaba recomendado para la arruga y también para las pecas.
Otra receta que garantizaba la total desaparición de las arrugas de la cara, consistía en mezclar resina de terebínto, cera de abeja, behen fresco, aceite de alholva e hierbas de chipre. Se trituraba todo y se dejaba macerar. Después, una aplicación diaria era suficiente para que obrara el milagro.
Si quieren les repito la receta, pero una nota a pie de página de donde he sacado la receta, dice que no se ha podio comprobar su eficacia pues alguno de los ingredientes no ha podido ser identificado con toda seguridad.
    La higiene bucal.  
Dentro del aseo matinal y también después cada comida, lo egipcios tenía costumbre de realizar un aseo bucal. Este consistía en enjuagues bucales a partir de nitrita o natrón disuelto en agua. Pero si lo que tenían era un problema de halitosis, entonces tomaban una pastillas de kifi que se realizaban a partir de semillas de alholva molidas, mezcladas con incienso, mirra, bayas de enebro, resina de acacia, pasas y miel[4].  
       El maquillaje.  
Bueno, después de aseada y perfectamente hidratada, venía el maquillaje.
Una buena egipcia que se preciase, no podía salir a la calle con la cara lavá.
Desde el Periodo Predinástico, tenemos que los egipcios, tanto para ellas como para ellos, por belleza e higiene, se protegían los ojos con mesdemet (el khol), que como ya he mencionado anteriormente era un polvo negro que se obtenía de la galena y que se empleaba como antideslumbrante del sol, como protector de enfermedades oculares y como repelente de las moscas. Actualmente se sigue utilizando en Egipto con el mismo fin.
Tenemos constancia que hasta la dinastía IV se empleó una sombra verde, denominada udju, que se obtenía de la malaquita. Después de esta dinastía no se volvió a emplear.
Las egipcias oscurecían sus cejas y pestañas con este polvo de galena mezclado con agua y se aplicaba húmedo con la ayuda de palitos realizados en madera, metal o hueso. Este sería el antecedente de lo que hoy conocemos como máscara de pestañas, que comúnmente denominamos Rimel (aunque este es el nombre de una marca comercial).
Los labios también se maquillaban. A estos, se les aplicaba con la ayuda de una especie de pincel o simplemente con el dedo,  oxido de hierro humedecido, dándoles una tonalidad rojiza. También sabemos que por lo menos durante la dinastía XIX este mismo maquillaje de oxido de hierro se aplicó a los pómulos, para que  resaltasen. Sería nuestro actual colorete. Este maquillaje se sigue utilizando en el interior de Egipto y también por las mujeres  de alguna tribu  beduinas.
En la difícil tarea de cuidarse y embellecerse, los egipcios utilizaron un sin fin de hermosos objetos. Así tenemos precisas pinzas con lo que eliminar cualquier bello superfluo, cuchillas para rasurar, hermosos tarros para ungüentos, recipientes  para el khol, espejos, peines y un sinnúmero de otros objetos que para nada desentonarían en  cualquiera de nuestros tocadores.
·        El cuidado del cabello.
Se nos hace extraño averiguar la importancia que daba el pueblo egipcio al aseo y cuidado del cabello. El hombre llevó casi siempre el cabello más o menos corto, salvo durante el Imperio Nuevo donde el gusto por las pelucas hizo furor. Los sacerdotes tomaron la costumbre de afeitarse la cabeza así como todo el cuerpo, en señal de pureza, a partir de la dinastía XIX fue obligatorio.  También se rasuraban el rostro, aunque tenemos ejemplos, sobre todo del Imperio Antiguo, de funcionarios con bigotes. El uso de la barba no era muy habitual aunque también tenemos algún ejemplo, sobre todo en campesinos desaseados y también se la dejaban en señal de duelo. No hay que confundir esta barba, con la  barba que aparecen en estatuas, de  lapizlázuli y era una señal de divinidad.
El gusto de la mujer egipcia por la utilización de las pelucas se remonta a las primeras dinastías. Durante el Imperio Antiguo, estas son de melena corta. Las sirvientas, no utilizaban pelucas, y el pelo de estas es largo.
A partir del Imperio Medio el gusto por el peinado cambia. Se siguen utilizando las pelucas, pero ahora la forma de estas es de rollo, imitando la iconografía de la diosa Hat-Hor.
Una vez más, durante el Imperio Nuevo el gusto, raya la perfección.. Es el  momento de las pesadas pelucas, con pequeñas trenzas, tirabuzones u ondas a media espalda. Muy adornadas con joyería o con simples coronas de nenúfares.
La utilización de las pelucas era un signo de distinción, pero al mismo tiempo, protegía a sus portadoras, de los fuertes rayos solares. En su mayor parte eran de pelo humano, pero también se han localizado de fibra vegetal. Se guardaban en cajas y se han localizado tenacillas con las que ondulaba el pelo y también en alguna de ellas, han sido localizados restos de cera de abeja[5] que se empleaban para fijar las ondas. La misión polaca que trabaja en Deir el Bahari, recientemente ha localizado un taller de pelucas, donde se encontró cuatro vasos de alabastro que contenían mechas de pelo humano; redes de lino en forma de gorro que servían de base para las pelucas y que se ataban a la cabeza[6]; una caja que contenía alfileres de hueso, una punzón de bronce; y fragmentos de dos cuchillos de sílex. Pero el hallazgo más importante es la localización el  mismo taller de un modelo de cabeza en el cual se habían trazado líneas negras que mostraba el contorno por donde debía los diferentes largos de la peluca. También se encontró en el mismo depósito, semillas de dátiles de desierto (Balanites aegyptiaca) de donde se extraía un aceite muy perfumado y muy apreciado en cosmética; un  polvo marrón que seguramente era utilizado para teñir la peluca y un resto ceroso de jabón de sosa duro, que aún tenía propiedades detergentes.
Durante el corto periodo de El Amarna, se vuelve a las pelucas cortas de corte tradicional que adoptará la reina y por consiguiente toda la corte. Pero pasado este momento, las dinastías siguientes volverán a la utilización de la peluca larga.
El gusto tan extendido por el uso de pelucas, nos puede llevar a la falsa idea de que o bien los egipcios eran calvos o que no cuidaban para nada su pelo natural. Nada más lejos de la realidad.
Desde épocas predinásticas, conocemos de la utilización de peines, bien de hueso o madera que se siguieron utilizando durante toda la época histórica.  Estos eran de una o de dos caras, gruesos que permitía arrastrar la suciedad y las liendres. Los piojos, no solamente eran molestos sino que son portadores de enfermedades como el tifus. Por lo que el aseo del pelo estaba muy extendido. Se sabe que los egipcios se lavaban periódicamente el cuero cabelludo y que utilizaban aceites extraídos de la Balanites aegyptiaca, dátiles del desierto, para perfumarlo.
Si a nosotras nos preocupan las canas, a las egipcias también. Se cubrían estas con diferentes remedios: con hena (actualmente se sigue utilizando); la sangre de una vaca negra hervida y mezclada con aceite; o  la grasa de  una serpiente negra. Estos remedios garantizaban que su pelo recuperaba el color negro. Lo que ya no garantizaban es que se le acercase alguien.
Que con tanto mejunje, el cabello se le ha quedado sin brillo y algo áspero. No hay que preocuparse. Se cogen las yemas de los huevos del cuervo negro, se aplican directamente, se dejan nos minutos y a lavar. El pelo recobra todo su negro brillo natural.
Pero si su problema es que sus cabellos son débiles. Tampoco hay problema: Se toma la pata de un galgo hembra, el hueso de un dátil, la pezuña de un burro, se hierve todo en abundante aceite, se deja enfriar y se aplica diariamente durante varias semanas.
Señores, si su problema es la alopecia… No hay problema. La aplicación diaria de una loción aceitosa a partir de aceite de alholva opera milagros.  
·        La manicura y la pedicura.
Tenemos constancia que desde la dinastía XII, tanto los hombres como las mujeres se hacían la manicura y la pedicura y que también utilizaban barniz o laca blanca para decorarlas. 
·      El vestido.
Como ha ocurrido a lo largo de toda la historia, quien marcará la pauta a la hora del gusto del vestir, será la mujer aunque como también veremos, los hombres cuidarán de una forma muy especial su apariencia exterior. No olvidemos también la importancia que tuvo para este pueblo la conservación de su cuerpo en la espera de un mundo mejor.
El benigno clima de Egipto, hizo que el vestido de todas las épocas fuese ligero y fresco.  Se empleó casi siempre el lino, de una textura semigruesa. En épocas del Imperio Nuevo, como veremos más adelante se empleará para realizar los sugerentes vestidos de la XVIII y XIX dinastía, un lino especialmente fino denominado byssus, importado de Siria.
La lana fue raramente empleada ya que se consideraba a esta impura, pues era el tejido que habitualmente empleaban los pueblos asiáticos. El algodón no fue conocido en Egipto hasta la época romana.
El vestido femenino  evolucionará a lo largo de la historia de Egipto, como veremos a continuación. Mientras que para el hombre se va a mantener más homogénea. Este casi siempre empleará el kilt corto con los dos extremos cruzados y anudados a la altura de la cadera.
Durante el Imperio Antiguo, la sobriedad tanto en la indumentaria como en el peinado marca la pauta. Para la mujer noble, los vestidos son de tirantes anchos y largos hasta los tobillos y los brazos se cubrían con una especie de túnica.
El Imperio Medio deja en libertad parte de la anatomía femenina. El busto se muestra sin reparos y de una forma sugerente.
Pero el gusto por lo exquisito le llega a Egipto de Oriente. Las mujeres del Imperio Nuevo se cubren con el fino lino procedente de Siria, las transparencias y los pliegues  marcan las suaves curvas de sus cuerpos. Vestidos largos, anudados a la cintura con fajines de colores, que se entreabrían dejando al aire las torneadas piernas de sus dueñas. Sobre estos, túnicas plisadas, con mangas. En otras ocasiones una especie de chal longitudinal, también plisado, se recogía en forma de abanico sobre los hombros. En alguno de estos vestidos se cosían plaquitas de fayenza, o pasta de cristal que al caminar, chocaban entre sí, y  producían un sugerente sonido como de campanillas. 
·        El calzado.
   El calzado que utilizaban eran sandalias, realizadas en materiales vegetales como hojas de palma, esparto, juncos o papiros. También se realizaban en cuero pero eran muy costosas. No se han encontrado talleres de artesanos que se dedicasen a estos fines, por lo que se piensa que eran realizadas por las mujeres en el hogar.

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