viernes, 11 de enero de 2013

EL CONSUMO DE MANDRAGORA, ALCOHOL ETC.


Egipto es un lugar mágico que nos cautiva con sus misterios. Esta civilización que se desarrolló en las riveras del río Nilo también consumió sustancias modificadoras de la conciencia para diversos fines como mágicos, terapéuticos o religiosos.
Es curioso, cuando uno contempla los murales de los templos egipcios ve que los ojos de los representados están muy abiertos y nos hacen pensar como si estuvieran ausentes y sus labios mantienen el mismo encanto que la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci. Científicamente las pupilas de los ojos dilatadas, como ocurre en muchos murales, se llama midriasis. La investigadora Begoña del Casal Aretxabaleta afirma que los pintores y escultores egipcios del Imperio Nuevo (1550 a. C.-1070 a. C.) desarrollaron tales extraños ojos como forma de indicación de lo trascendental, relacionado con el consumo de alguna sustancia. Lo más probable que fuera a causa de la mandrágora.
La mandrágora pertenece, junto con el beleño o la belladona, a la familia de las solanáceas. Esta es una planta perenne sin tallo que crece aproximadamente un metro. Tiene grandes hojas arrugadas y una gruesa raíz normalmente bifurcada que alcanza la longitud de un metro y sus pequeñas bayas rojas se encuentran en los murales de las tumbas de la necrópolis tebana.
Esta planta se encuentra entre los motivos simbólicos que adornaban las tumbas de los faraones. Bayas de mandrágora se encuentran en los hipogeos de Gurna en donde Sennefer sujeta en su mano un ramo de lotos con tres bayas de mandrágora. También se encuentra representada en la tumba de Menna en donde aparecen dichos frutos. También en la tumba de Nakht aparecen dos mujeres con los ojos muy abiertos ofreciéndose la una a la otra dichas bayas, incluso una de ellas sujeta el brazo de su compañera con una sonrisa enigmática y silenciosa. Casos similares ocurren en las tumbas de Nebamon y en la de Ramose donde delante de los ataúdes antropomorfos se encuentran dos gigantescos adornos florales en los que se incluyen bayas de mandrágora.
En Sakkara, en la tumba de Meryre se puede contemplar al príncipe Saaton en las rodillas de Meryre con una mandrágora en la mano. La relación entre mandrágora y arte funerario está muy marcada pero también aparecen en templos, como el de Amon en Karnak con Amenofis III, con un ramo de lotos y mandrágoras. También podemos ver bayas de mandrágoras cuando Seti I ofrece tales frutos.
La mandrágora aparece en el Antiguo Egipto durante el reinado de Tutmosis III. Durante este reinado se introdujeron en Egipto animales y plantas de otras tierras como parte del botín de sus numerosas guerras por Siria y Palestina. El botín de guerra aparece registrado en los Anales del templo de Amon en Karnak.
Los efectos de la mandrágora eran conocidos por los sirios y se lo transmitieron a los conquistadores egipcios. Tutmosis III sería el primer faraón en conocer los efectos enteógenos de la planta y poder así caminar hacia el reino de Osiris y poder volver para contarlo. Así Tutmosis III ofreció la mandrágora al dios Amon.
En la tumba de Sennedjem encontramos plantas de mandrágoras, aciano (centaurea depressa) o adormidera (papaver somniferum). Los colores tenían un significado entre los egipcios:
- El amarillo: Las bayas de mandrágora. El oro de la carne de los dioses
- El verde: De los tallos y las hojas. La renovación de la naturaleza, el color de la piel de Osiris.
- El azul: De las flores de azulejo. El Nun, el agua.
- El rojo: Las flores de la adormidera. La fuerza del desierto, el disco solar.
La secuencia del friso es la siguiente: en lo más bajo encontramos la naturaleza, las plantas, pero no plantas cualquiera sino las que nos pueden llevar al más allá. En lo más alto nos encontramos el círculo solar o Ra, flanqueado por dos babuinos. Debajo de Ra encontramos otros dioses, entre ellos a Osiris y debajo está la población trabajando en labores campestres. Las plantas que encontramos en este muro tienen una clara importancia en la idea espiritual de los antiguos egipcios.
El consumo de mandrágora estaba reservado a la nobleza pero a partir de la llegada de Amenofis II su consumo se propaga a otras capas sociales como podemos observar en la tumba del alcalde de Tebas, Sennefer, en donde aparecen bayas de mandrágora insertadas en un ramo que Sennefer coge la mano.
En los periodos de Tutmosis IV y Amenofis III se propaga el consumo de mandrágora. Este consumo se mantiene en las dinastías XVIII y XIX y llega hasta el final del XX. La decoración del collar de Amenemhat, sacerdote tebano luce una hermosa baya de mandrágora.
La bombilla de Denderah
Este hallazgo se encuentra en el templo de la diosa Hathor, en una cripta. Creemos que los relieves encontrados en la cripta del templo de Denderah, donde aparecen unas formas ovoides, conocidas por los amantes del misterio como “bombillas de Denderah”, podrían ser bayas de mandrágora o alguna solanácea con alto contenido en alcaloides. Algunos egiptólogos afirman que se trata de una representación de carácter mitológico en la que se narra el nacimiento de una deidad egipcia, relacionada con la serpiente cobra. Para otros se trata de una auténtica bombilla que funcionaba con energía eléctrica con el fin de generar luz para poder ver en el interior de estos recintos. Otros afirman que era un candil que funcionaba con gas metano o carburo, una especie de “camping gas” del pasado.
La forma oval saliendo de un cáliz es muy similar a las bayas de mandrágora y está recorrido interiormente por una serpiente, símbolo de sabiduría y de la inmortalidad señalando al estado enteógeno producido por los alcaloides que contiene esta baya. Este relieve es una escena mística, en la que los personajes que rezan con la cabeza en contacto con la baya de mandrágora pueden estar en contacto místico.
Parece ser que la mandrágora estaba de moda y aparece en diferentes objetos y mobiliario de la época, como por ejemplo, en ánforas procedentes del palacio de Malkata, en el ajuar de Tutankhamon encontramos bayas de mandrágora en cestos hallados sobre las jarras de vino y en el collar vegetal que se encontró sobre el tercer féretro del rey.
Las formas de uso
Muchos investigadores no tienen muy claro cuál fue el modo de empleo de la mandrágora ni las dosis. Unos piensan que la mandrágora se consumía a través de la piel mediante ungüentos. Por las imágenes de la tumba de Nakht y Nebamon las mujeres aspiraban el aroma de las bayas maduras.
Otra forma sería la ingestión, ya sea en su forma sólida o líquida. Es posible que en los conos que utilizaban en la cabeza se les derramaba un líquido que pudiera ser mandrágora. La cabeza, como las demás zonas velludas del cuerpo humano, es una de las mejores partes de la piel para la absorción de los alcaloides por la vía de contacto cutánea.
Vertidos líquidos
Es común en las tumbas de la dinastía XVIII la aparición de un sirviente con un pequeño recipiente en las manos escanciando un líquido sobre una copa o las manos de los invitados. En la mayoría de los libros de Historia Antigua nos comentan que puede ser agua, vino, cerveza o perfume pero:
-El agua para lavarse en copas tan pequeñas no tiene sentido.
- El vino y la cerveza se encuentran en ánforas grandes.
- El perfume no se consumía.
Es posible que fuera mandrágora líquida, ésta se tenía que administrar en dosis pequeñas ya que si aumentaba la dosis podía provocar la muerte. En la pintura de la tumba de Djehuti vemos a una sirvienta derramando líquido en las manos de una mujer que se lo acerca a la boca.
En todas las ocasiones los recipientes tienen forma de ampolla, idéntica a las piezas de cerámica conservadas en cuya decoración aparece una baya de mandrágora.
Masajes
Otro modo de empleo ya comentado es la unción. En el respaldo del trono de oro de Tutankhamon aparece la reina Ankhesenamon aplicando algo sobre el collar del rey. La copa que lleva la reina no es una bebida sino un ungüento.
La mandrágora siguió teniendo influencia durante todo el periodo antiguo, los sacerdotes de Amon la siguieron utilizando.
El consumo de bebidas alcohólicas
En Egipto, el vino y la cerveza se elaboraban desde tiempos antiguos mediante procedimientos básicos que aún podemos ver en pinturas y relieves a partir de la dinastía IV (2575 – 2465 a. C.). También se utilizaban estas bebidas para disolver los alcaloides. La cerveza se halló en la pirámide de Saqqara, del 4000 a.C. Aparte de su utilidad como bebida el vino tenía otras, por ejemplo, en un procedimiento habitual se utilizaba el vino de palma para limpiar las vísceras de los muertos (Esteva, 2005:59).
La cerveza formaba parte de la alimentación diaria de la población egipcia. En numerosos frescos aparecen personas fabricando cerveza (heneket). Se preparaban los panes de cerveza con harina de trigo y de cebada que se dejaba fermentar para obtener una pasta que se filtraba. El proceso de malteado no se empleó hasta el Imperio Nuevo y nunca utilizaron el lúpulo ni el caramelo de azúcar. El líquido obtenido no se parece en nada a nuestra actual cerveza. Además se le podía añadir higos, miel, altramuces o cilantro. Para conseguir una cerveza de calidad (seremet) se añadía dátiles triturados a la masa de fermentación y se conseguía un producto mejorado.
El vino se conoció desde las primeras dinastías, era una bebida de lujo cuyo consumo aumentó a través de los siglos. Se importaba en un principio de Siria y Palestina pero consiguieron aclimatar las vides en suelo egipcio y hubo producción autóctona desde el Imperio Antiguo. Como al igual que la cerveza conocemos los procesos de elaboración de vino gracias a los murales en las tumbas, y los tipos de vino a las inscripciones en las jarras de almacenamiento, estaba desde el vino dulce (nedjem) al vino peleón (paour) obtenido del mosto rehumedecido después de un primer prensado y de vino cocido (shedeh). Los vinos, como en la actualidad, podían envejecer entre 5 y 30 años antes de ser consumidos (Salas Salvadó y col., 50).
Los faraones favorecieron y difundieron la producción de vino desde las primeras dinastías, disponiendo en cantinas en todas las poblaciones. Se servía en los banquetes y se mezclaba con agua. Existían otras bebidas alcohólicas que se obtenían de la fermentación de frutos, como los dátiles, la granada y ciertas bayas ricas en azúcares. El vino se guardaba en ánforas selladas para garantizar su correcta conservación.
El loto
El loto blanco, Nymphaea lotus o Nymphaea alba, y el loto azul, Nymphaea caerulea, son dos variedades de flores que vemos repetidas con gran profusión en los murales de los monumentos de todas las etapas históricas de la civilización del Antiguo Egipto. Estas plantas, aparte de ser decorativas, son alimenticias y también tienen reconocidas propiedades afrodisíacas.
Algo menos difundido es el conocimiento de que sus rizomas poseen unos alcaloides considerados como “poderosos agentes alucinógenos apomorfina, nuciferina y nornuciferina…” (Schultes y Hofmann, 1993: 73). Y que, “parecen actuar como sedantes nerviosos debido a la acción de alcaloides como la ninfeína y otros similares”.
Y para terminar con las peculiaridades del loto en el Antiguo Egipto, la variedad “Nymphaea nelumba era utilizada como una droga en la medicina popular” (BIBÉ, 1994: 165). En Grecia y Roma se conocían sus efectos narcóticos y medicinales, como lo demuestra Dioscórides diciendo “el jugo de las hojas aplicado a la frente y las sienes, provoca sueño”, una práctica idéntica a la propuesta anteriormente para la explicación del uso del cono funerario. Dioscórides escribe que “La raíz se arranca en otoño y se seca colgada. Molida y mezclada con vino quita la disentería”, que bien puede ser el efecto cólico producido por la intoxicación de solanáceas.
Podemos afirmar que el loto no sólo fue representado como una inocente flor cuyo perfume se aspiraba durante los funerales o escenas llamadas de jardín o harén. Mediante el mensaje que nos llega a través de las imágenes, se puede repetir la lectura hecha anteriormente con la baya de mandrágora la alusión, simbolizada en su forma más bella, a la droga tranquilizante y de efecto alucinógeno que contienen las ninfeáceas. A través del conocimiento de sus poderes narcóticos, en el loto, asociado al alcohol, puede descubrirse el primer indicio del empleo de substancias estupefacientes en los funerales del Antiguo Egipto.
La lechuga
Algunas especies de lechugas (lactuca sativa y L. virosa) eran consideradas como plantas sagradas para los antiguos egipcios y bajo los auspicios de Min, el dios de la fertilidad. Min se describía a menudo como un falo erecto y la exudación lechosa de la lechuga se identificaba con el semen. Por dicha razón las semillas de lechuga eran utilizadas por los egipcios como un afrodisíaco (Rudgley, 1999: 186)
La Lactuca, representada con su gruesa raíz, parda y bien visible en todos los casos, junto al loto, la cerveza, y el vino, es una característica iconográfica plasmada en las tumbas desde el comienzo de Egipto, siendo además de alimento, un medicamento y narcótico.
Se dice que, en los primeros siglos del Cristianismo, los anacoretas de la Tebaida usaban la lechuga para controlar el demonio de la carne. En el mismo sentido, San Isidoro de Sevilla (570-636 d. C.) recoge en sus Etimologías (Cap. XVII – 10, 11) que la planta debe el nombre “a la abundancia de su leche (lact, lactis)”, que “aumentaba la leche de las madres que estaban amamantando” y también coincide en que “en los hombres, disminuye sus deseos eróticos”.
Cuando ha florecido, el jugo de la raíz de la lechuga dulce (L. sativa), es un sedante suave y se conoce como tridacio. En caso similar está el producido por la lechuga silvestre (L. virosa), llamado lactucario, un calmante mucho más activo que, según el botánico Von den Burg, discípulo de Linneo, es un jugo venenoso y soporífero, siendo más abundante en los ejemplares procedentes de las regiones meridionales.
Mediante incisiones en su raíz fresca, la lechuga silvestre libera una masa gomosa y oscura con propiedades similares a las del opio.

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