martes, 26 de febrero de 2013

EL FARAON MAGO


Su nombre auténtico era Senedyemibra – Najthorhabet, aunque nosotros le conocemos con el helenizado nombre de Nectanebo II, último Faraón de la Dinastía XXX que reinó del año 360 al 343 a.C. en Egipto.

Nectanebo II e Isis, Museo del Louvre, París

La información que tenemos sobre el Faraón Mago viene solamente de los historiadores Griegos y muy especialmente de Callisthenes (370 a.C.) y su libro titulado “Vida de Alejandro” (Magno) donde hay muchas referencias a la vida y obra del, por entonces, sobrino del Faraón Theos y sin planes de heredar ningún trono. En uno de los capítulos del libro se dice que Nectanebo era uno de los más famosos magos de Egipto, que era un experto en Astrología, en adivinaciones de todo tipo, un profeta y muy buen conocedor de los secretos de los brebajes de amor y odio, además del manejo de las runas y las tabas como métodos de adivinación.

Nectanebo,British Museum

Siguiendo con el libro de Callisthenes y haciendo caso de la tradición y las diferentes leyendas que circulaban sobre él, todas coinciden al indicar que cuando Egipto estaba siendo asediada por sus enemigos, Nectanebo ordenaba no enviar a ni un solo soldado a repeler la invasión, sino que se retiraba a su habitación secreta, o santuario, llenaba un gran cuenco con agua del Nilo y empezaba su ritual echando pedazos de madera (con la que se construían los barcos), pequeñas figuras de cera imitando a los soldados invasores así como objetos cortantes y punzantes que se supone eran las armas que utilizarían en el asedio.

Una vez mezclado todo en el agua, recitaba sus salmos secretos con el único fin de hacerle llegar a los dioses sus peticiones y al mismo tiempo que con sus manos hundía una y otra vez en el agua del cuenco las figuras de cera y los pedazos de madera, cerca de las costas de Egipto los barcos enemigos empezaban a naufragar y sólo llegaban a las playas los pedazos de madera y restos de los navíos tal y como él había hecho con sus propias manos en su santuario.

Puerta de Nectanebo, II- Templo de Isis, Egipto

Pero harto ya de ayudar a su tío, el Faraón Theos, a repeler todos los asedios, se marchó a Macedonia con el único fin de conocer en persona a la esposa de Filipo II, llamada Olimpia. Quedó tan prendado de su belleza que no dudó ni un momento en preparar un filtro de amor y dárselo a la Reina para que entrara en un estado semi-somnoliento mientras él encendía sus velas, modelaba una figura de mujer en cera y escribiendo su nombre sobre ella invocaba a los dioses para que le ayudaran a llevar a cabo una misión muy especial y que era la de hacer soñar a Olimpia que esa noche la visitaría el dios Ammón en persona y pasaría toda la noche con ella cuando en realidad era el mismo Nectanebo el que ocuparía el lugar del dios en su lecho.

Moneda de Oro – Olympias de Macedonia -Museo Arqueológico, Tesalónica, Grecia

Nectanebo se convirtió unos años después en Faraón debido a las intrigas de su padre, hermano del Faraón Theos, en la Corte y aprovechando un viaje de éste fuera de Egipto traicionó a su propio hermano para colocar en su lugar a su hijo Nectanebo II en el trono donde reinaría solamente dieciocho años.

De acuerdo con las leyendas Alejandro Magno sería probablemente de origen faraónico aunque no podemos olvidarnos que la historia la escribían los griegos y que como siempre eran los vencedores lo más seguro es que escribieran “su” historia independientemente de si se ajustaba a la realidad o no. Tanto si la historia del Faraón Mago es cierta como si no, el destino hizo que una noche paseando junto a Alejandro cuando éste contaba solamente doce años, el niño insistió en que Nectanebo buscase cierta estrella y estaba tan embebido mirando al cielo que no se percató de que Alejandro le había empujado al fondo de un pozo y murió unos días después debido a las heridas en la cabeza que se hizo en la caída.

La leyenda nos dice que entonces confesó su paternidad a Alejandro y que por éso fué enterrado con todos los honores de Rey en Macedonia y Alejandro sería considerado siempre el último Faraón de la XXX Dinastia y enterrado en Babilonia, no en Macedonia. La idea de que Alejandro Magno fuera de origen faraónico fué muy bien acogida en Alejandría y éso era razón suficiente para que reclamara su derecho al trono egipcio, no como un invasor más, si no como un pretendiente legítimo al ser hijo del último faraón.

Alejandro Magno

Tampoco podemos olvidar que la las prácticas religiosas de los egipcios de entonces ahora pueden ser consideradas como rituales de magia y prueba de ello está en un papiro que se conserva en la Biblioteca Nacional del París conocido como la  ”Crónica Demótica”, documento elaborado en los círculos intelectuales y sacerdotales de la corte egipcia y que contiene argumentos políticos y tácticas de guerra contra los Persas, sus mayores enemigos en esos tiempos. El papiro consiste en una serie de sentencias y oráculos divididos en “tablas”, seguido por paráfrasis exegéticas y proféticas de cariz político. Se ha perdido parte del papiro, pero en otros documentos que han podido ser reconstruídos puede leerse que “un profeta de la Corte interpreta para el Faraón los veredictos de los oscuros oráculos descritos en las tablas”.

Horus y Nectanebo II, Metropolitan Museum, NY

En el Museo Kestner de Hannover, Alemania, podemos encontrar objetos del antiguo Egipto de la dinastía XXX, monedas de oro con diferentes signos pertenecientes al Faraón Nectanebo II así como una momia de la que aún no se sabe su indentidad a pesar de las numerosas investigaciones y pruebas realizadas en ella. Muchas historias y leyendas de la antigüedad eran escritas y utilizadas después como “propaganda de guerra” contra los enemigos de unos y otros pueblos y en escribir la “historia” o hacerse eco de las leyendas los griegos eran unos expertos.


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