Los escribas del antiguo Egipto eran los encargados de inscribir, clasificar, contabilizar y copiar, utilizando varios tipos de escritura, como la hierática o demótica, que permitía escribir rápidamente, con la ayuda de un cálamo sobre papiros u ostracas.
Su atuendo era simple, era una falda hecha de lino o algodón. Los escribas pertenecían a una casta especial. En Egipto,
el buen funcionamiento del Estado reposaba, esencialmente, en los
escribas. Administradores, contables, literatos o escribanos públicos,
estos maestros del cálculo y la escritura eran omnipresentes. Trabajaban
en todos los departamentos de la administración, llegando incluso a ser
escribas reales, dominando la administración central.
En principio, los escribas eran escogidos entre aquellos
privilegiados que habían sido formados en el entorno de la familia real.
Al final del Antiguo Imperio,
el desarrollo de la administración conllevó la aparición de una casta
de escribas. Los cargos se transmitían, generalmente, de padres a hijos.
El célebre texto titulado “De la enseñanza de Jety” habla de un oficio noble.
Eran muchos los padres de familia que consideraban que para sus
hijos, “no había trabajo más hermoso que el de escriba”. Educados en una
casa de vida, que dependía de un templo, los escribas aprendices estudiaban, de los cinco años a los diecisiete años, la escritura jeroglífica e hierática, gramática y textos clásicos, además de aprender Derecho, idiomas, historia, geografía y contabilidad.
Los escribas, antes de comenzar su trabajo, rezaban una plegaria a Dyehuty (Tot), su patrón.
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