Dos grandes fuerzas, el Nilo y el desierto, forjaron una de las civilizaciones
más duraderas de la historia humana. Cada año, el río
se desbordaba y depositaba una nueva capa de sedimentos a lo largo
de toda su llanura aluvial, lo que impulsó a los egipcios a
designar a esta región kemet o
«tierra negra». Este ciclo de renovación previsible
nutría los campos, llenaba los graneros y mantenía una
teocracia 3, cuyos conceptos básicos estuvieron
en vigor durante más de tres milenios. El desierto actuaba
como barrera natural, protegiendo Egipto de las invasiones de otros
pueblos y sus ideas, que tanto afectaron a otras sociedades primitivas.
El clima seco de esta región geográfica ha preservado
algunos objetos, como papiros, reveladores de una cultura que aún
hoy fascina.
Mapa de Egipto Antiguo, realizado por Bourguignon
d′Anville en 1765, titulado «Aegyptus antiqua»
para la Description de l′Egypte. Publicada en París
en 1809 en la Imprenta Imperial, bajo los auspicios de Napoleón
Bonaparte, fue el origen de la ciencia que hoy se conoce como Egiptología
En el siglo III a. C., un sacerdote, Manetón, escribió
una historia de Egipto titulada Aegyptiaca
en la que enumeraba a los reyes del país desde la ascensión
al trono de Menes, en 2950 a. C., hasta la conquista de Alejandro,
en 323 a. C.; su obra sólo sobrevive en extractos de los historiadores
clásicos. En la Historia de Egipto se distinguen los siguientes
períodos:
1. Período Arcaico (hacia 3100 a. C.):
Hubo un tiempo en que Egipto era una sabana, donde pastaban elefantes
y gacelas y donde los humanos cazaban y recolectaban su alimento.
Hace unos 7 000 años el clima cambió y la tierra, excepto
las riberas del Nilo, se desertizó. La gente se asentó
a orillas del río y empezó a cultivar la tierra y a
formar comunidades. En el norte (Bajo Egipto),
se desarrolló un notable centro comercial. En el sur (Alto
Egipto), Naqada y Hieracónpolis
se convirtieron en importantes núcleos de población.
Narmer, gobernante del Alto Egipto, unificó las dos regiones
hacia el 3100 a. C. 4
2. El Imperio Antiguo (hacia 2575-2150 a.
C.): Cuanto más afirmaban su poder y organizaban la
administración del territorio -que por el sur se extendía
hasta Nubia- mayores eran los recursos que los faraones destinaban
a la construcción de sus tumbas. Los primeros arquitectos trabajaron
con ladrillos de adobe, pero en la III dinastía empezaron a
proyectar pirámides de piedra cada vez mayores. Sólo
la realeza era enterrada en ellas, aunque los nobles ricos se construían
también sepulturas espléndidas. Los jeroglíficos
de las paredes describían la prodigalidad que esperaban en
el otro mundo. Entre los bienes depositados en la tumba había
papiros y objetos de oro y lapislázuli. En su mayor parte,
las obras se realizaban durante los meses en que el Nilo inundaba
los campos de cultivo y el faraón podía emplear a los
labriegos como albañiles. Para completar la gran pirámide
de Keops, en Gizéh, los obreros prepararon y asentaron unos
2,3 millones de bloques de piedra, cuyo peso medio se acercaba a las
2,5 toneladas.
Perspectiva de Egipto, de Alejandría a
Filé
La autoridad del faraón Keops era absoluta; pero desde la
VI dinastía algunos administradores regionales, gobernantes
de los nomos o provincias del Egipto antiguo, usurparon privilegios
reales. Tiempo después, varios gobernantes de importantes nomos
competían por el poder y Egipto sufrió una serie de
conflictos, pobreza y hambre: comienza el llamado primer período
intermedio (hacia 2125-1975 a. C.).
3. El Imperio Medio (hacia 1975-1640 a. C.):
Con la XI dinastía, radicada en Tebas, la estirpe real comenzó
a reafirmar su autoridad, pero fue Mentuhotep II quien logró
controlar de nuevo el país entero. En su medio siglo de reinado
se produjo un renacimiento de la cultura egipcia, que se prolongaría
en las dos dinastías sucesivas. Se fundó una nueva capital
cerca de Lisht, a unos pocos kilómetros al sur de Menfis (en
el Bajo Egipto). Los arquitectos restauraron los templos y construyeron
nuevas pirámides. Los artesanos crearon obras de gran detalle,
que nos informaron sobre la vida cotidiana de aquel Egipto. Los orfebres
labraron complejas joyas con incrustaciones de piedras muy valiosas.
Los escritores crearon algunas de las mejores obras literarias del
Egipto antiguo. El país comenzó a crecer como potencia
dominante en la zona, reconquistando Nubia, gestando expediciones
comerciales y erigiendo baluartes en el sur, que reafirmaban su autoridad.
La prosperidad atrajo a muchos extranjeros, en especial a un pueblo
mediterráneo oriental, cuyos jefes fueron llamados hicsos
5. Durante la XIII dinastía, con sede en Menfis,
los hicsos comenzaron a lograr poder político.
Se ignora cómo, pero llegaron a gobernar Egipto desde su capital
Avaris, en la región oriental del delta del Nilo, durante una
época incierta: el segundo período intermedio (1630-1520
a. C.). Simultáneamente los egipcios gobernaban en Tebas, libres
de la injerencia de los hicsos.
4. El Imperio Nuevo (hacia 1539-1075 a. C.):
Los gobernantes tebanos 6 expulsaron, por fin, a los hicsos
del Delta e iniciaron una época de bienestar y poderío
sin precedentes. Las campañas militares dilataron las fronteras
de Egipto respecto a las del Imperio Medio, creando un dominio que
abarcaba desde la quinta catarata del Nilo hasta el Éufrates,
en Asia occidental. El reino de Mitanni y los hititas, dos potencias
del Norte, se hicieron aliados, y Asiria y Babilonia pagaban tributos.
Las riquezas vertidas sobre el principal dios estatal, Amón-Ra,
otorgaron una influencia creciente a los sacerdotes del gran templo
de Karnak, en Tebas. Quizás para contrarrestarla, el faraón
Akenatón promovió el culto monoteísta a Atón,
el dios Sol, y erigió una nueva capital en Amarna, al norte
de Tebas. Por entonces, los faraones habían dejado de construir
pirámides. Tal vez con intención de evitar saqueos,
mandaron excavar sus tumbas en los riscos del desierto, al oeste de
Tebas, en el conocido hoy como Valle de los Reyes. Los tesoros de
la tumba 7 de Tutankamón, un faraón menor
en la historia del Egipto antiguo, ofrecen un atisbo de aquella edad
dorada. Los faraones de las dos dinastías siguientes -entre
ellos Ramsés II, el Grande- reinstauraron
las creencias tradicionales y combatieron a sucesivos enemigos, pero
el Imperio acabó por resquebrajarse. Durante el tercer período
intermedio (hacia 1075-715 a. C.), el poder pasó a los gobernantes
de Tanis, en la zona oriental del Delta, y el de los sacerdotes de
Tebas a las etnias de Libia y Nubia. Los reyes egipcios de Sais, en
la zona occidental del Delta, se impusieron, más tarde, como
XXVI dinastía de faraones de Egipto. Después, un Egipto
debilitado sucumbió frente a asirios y persas y, luego, ante
Alejandro Magno. Con la caída de su tradición dinástica,
la cultura egipcia empezó a declinar.
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