Varios de los misterios sobre la muerte y origen familiar del faraón
Tutankamón fueron develados mediante un estudio, el cual señala que el joven rey
egipcio falleció a causa del paludismo (malaria) y una enfermedad ósea, además
de que su padre sería Akenatón.
Los resultados de la investigación, que
se desarrollo de 2007 a 2009, fueron publicados en el último número de la
revista Journal of the American Medical Association (JAMA). El estudio conocido
como Familia Real Tutankamón, estuvo encabezado por Zahi Hawass, del Consejo
Supremo de Antigüedades de El Cairo y sus colegas.
“Debido a su muerte
prematura, sin dejar descendencia, ha habido numerosas especulaciones sobre las
enfermedades que pudieron sobrevenirle. Sin embargo, la mayoría de los
diagnósticos establecidos son hipótesis derivadas de la observación y de la
interpretación de los utensilios materiales encontrados en las tumbas, y no por
la evaluación de los restos momificados de las personas reales”, aclaran los
autores del estudio.
TRABAJO. El grupo de científicos, donde también colaboraron expertos de
Italia y Alemania, realizó análisis antropológicos, radiológicos y del DNA de la
momia de Tutankamón y otras diez de la época (entre 1410 y 1324 a.C),
posiblemente emparentadas con el joven rey y de las cuales sólo se conocía la
identidad de tres.
Con la investigación se puso nombre a varias de las
momias anónimas, entre ellas la KV35EL que fue identificada como la de Tiye,
madre del faraón Akenatón y abuela de Tutankamón, y la misteriosa momia KV55,
que con toda probabilidad es la de Akenatón. Además de KV35, posible madre de
Tutankamón, aunque se desconoce su identidad.
De acuerdo con los
análisis, el lazo padre-hijo entre Akenatón y Tutankamón se desprende de los
rasgos antropológicos característicos y del grupo sanguíneo idéntico que
comparten.
Además, los trabajos genéticos establecieron la ascendencia de
Tutankamón durante cinco generaciones.
ENFERMEDADES. Los científicos hallaron varias patologías que sufría
Tutankamón. Una de éstas es el mal de Kohler: una necrosis avascular (por falta
de riego sanguíneo) que afecta al segundo y tercer metartasiano izquierdos del
pie, y la presencia del parásito del paludismo en la momia de Tutankamón, así
como en varios de sus familiares.
“Estos resultados señalan a la necrosis
avascular ósea y al paludismo como causas más probables de la muerte de
Tutankamón”, diagnóstico que se comprueba por el hallazgo de bastones para
andar, según los autores.
“Este hecho demuestra que los bastones
encontrados, como los de caña de azúcar, no obedecen a una cuestión meramente
estética o simbólica, sino a un problema físico real”, precisan.
El
estudio también desmiente que el faraón sufriera de ginecomastia, un desarrollo
exagerado de los pechos en los varones, o del síndrome de Marfan, que se
caracteriza por una longitud excesiva de los miembros.
Estos
padecimientos, indican los investigadores, fueron sugeridos a raíz de los
objetos hallados en las tumbas y de las representaciones artísticas de los
faraones y su entorno en el período de Amarna, que muestran rasgos
andróginos.
“Es importante destacar que los antiguos reyes egipcios
tenían por costumbre ser representados junto con sus familias, de un modo
idealizado”, explican.
DINASTÍA. El periodo de Amarna se desarrolló durante la segunda mitad de la
Dinastía XVIII de Egipto y estuvo marcado por el reinado de Amenhotep IV, quien
adoptó el nombre de Akenatón para reflejar el cambio de una religión politeísta
a otra en la que sólo se adoraba al dios-sol Atón.
Los autores de la
investigación afirman que ésta abre un nuevo campo de estudio en la genealogía
molecular y la paleogenética de las enfermedades en la época de los
faraones.
“Se puede establecer una nueva disciplina científica llamada
egiptología molecular que combine las ciencias naturales, las ciencias de la
vida y la cultura, las humanidades, la medicina y otros campos”,
dicen.
En un editorial en el mismo número de JAMA, el historiador de la
medicina Howard Markel, de la Universidad de Michigan, se pregunta sin embargo,
sobre la utilidad y la ética de este tipo de estudios.
“Antes de molestar
a los muertos con las perspicaces maravillas de la ciencia médica del siglo
XXI”, señala Markel, es esencial “considerar las implicaciones éticas de estas
pesquisas, para evitar abrir la caja de Pandora de la historia”.
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