jueves, 2 de febrero de 2012

El arte mueble en el Antiguo Egipto

Para comprender el arte del mueble en el Antiguo Egipto, hay que entender su pensamiento, un pensamiento y una realidad estrechamente relacionada con el mundo de la religión.
Conforme a este pensamiento, el egipcio valoraba lo armónico, lo perfecto, lo bien hecho, lo bello, y esta realidad incitaba a los artesanos a esforzarse en la creación y ejecución de valiosas y hermosas creaciones que hoy nos siguen asombrando.
En Egipto se tenían permanentemente presente la creencia en la existencia de fuerzas espirituales positivas para atraer y negativas para conjurar, ante este sentimiento el artista entendía estar desarrollando un oficio divino cuyo protector era el Dios “Ta-tchenen” que significa “la tierra que emerge de entre las aguas el día de la creación “.
Pero esto no era suficiente y existía la figura del “Gran inspector de los artesanos” un inspector que es el Sumo sacerdote del dios Ptah de Menfis. De el salían las instrucciones para todos los talleres de Egipto en cuanto se refería a cánones y reglas de ejecución de las obras perfectas y útiles.

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Las expresiones estéticas y plásticas dejan así traslucir la influencia de las enseñanzas morales de los sabios: la moderación, benevolencia, el amor a la naturaleza y la búsqueda del equilibrio entre el hombre, su organización social y el mundo en que ambos se desarrollan. Para analizar correctamente el arte egipcio, hay que hacer lectura del mismo y así comprender mejor su mundo, al artista se le consideraba como un escriba y en su arte todo tiene un significado, el color, los motivos, todos los detalles nos expresan sentimientos e información.

Lo primero que debía aprender un artista es a ejecutar correctamente el trazado convencional y sus medidas, a fin de componer conjuntos armoniosos. Pero que unidades utilizaban?
Hay muchos documentos que nos informan sobre el sistema de proporciones y de sus aplicaciones prácticas.
La unidad base era “el codo pequeño”, o longitud entre el codo y el final del dedo pulgar. El codo a su vez se dividía en seis “palmos”, siendo cada uno, a la extensión de la mano abierta. Existía también otra unidad que equivalía a “un palmo y un tercio”, esto es un palmo más un dedo pulgar. Las instrucciones y reglas para realizar los trabajos se encontraban celosamente guardadas en las bibliotecas de los templos.

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