miércoles, 1 de febrero de 2012

Historia y arte del faraon Keops

Aquí, con el optimismo propio de un presidente de gobierno al hablar de economía, me propuse hacer una breve reseña sobre el faraón Keops para completar la noticia sobre el desenterramiento de su segunda barca funeraria. ¡Oh infeliz!



Con lo primero que me encuentro es con el problema de cómo diablos es el nombre auténtico del faraón a quien llamamos Keops. Según Herodoto, padre de la Historia, el rey que construyó la Gran Pirámide era ese, Keops. Pero Manetón, el sacerdote que ya en la historia tardía de Egipto nos dejó el nombre de todos los faraones (los que él recordase, claro) clasificados por Dinastías, nos dice que se llamaba Sufis. Y para terminar de enredarlo, en las listas encontradas en Abydos y Sakkara, muy anteriores en el tiempo a los dos historiadores referidos, el nombre que le dan es Jufu. En el interior de la Pirámide hay dos cartuchos en el que uno le llama Jufu y el otro Jnum-Jufu. El lector puede elegir el que quiera; yo me voy a quedar con Keops que es el que estudié de chaval.



Segundo problema. Según Herodoto, Keops fue detestado por sus súbditos por llevar a la ruina a Egipto con la construcción de su tumba. Pero, en cambio, fue adorado como dios en el periodo tardío de Egipto y su Libro Sagrado fue tenido en gran estima, según Manetón. ¿Con qué nos quedamos? Herodoto, mi civil-santo-patrono, me merece el respeto que me merece. Es un griego que visita en el s. V a de C. las tierras del Nilo y se pone a escribir una historia de más de dos mil años. Como si un yanqui de Minnesotta con menos conocimientos que más, viene a Europa y luego escribe a sus paisanos una historia de la misma por lo que ha oído y tras haber estado aquí un mes. Hay que tener en cuenta que antes de Keops, Snefru (su padre) ya construyó la pirámide de Sakkara y posteriormente sus descendientes, Kefren y Mykerinos construyeron sus propia tumbas no mucho más chicas que la de Keops. Así que, o menos ruina o la ruina vino a largo plazo no por la construcción de grandes monumentos, sino por el hecho de enterrarse con el tesoro nacional cada vez que se moría el jefe dejando al país sin liquidez. Como la rapiña de la evasión de impuestos de nuestros días, pero en sagrado. Claro que el oro del faraón se podía robar de su tumba y volver a ponerlo en circulación y los canallas de hoy el dinero robado a los ciudadanos se lo llevan a las islas Caimán, donde no hay forma de meterle mano. Perdón por la digresión.



De hecho parece ser que Keops remató la estructuración del Estado. Su poder fue absoluto y divino y el territorio se dividió en Nomos (provincias más o menos) gobernados por miembros de la familia real donde antes tenían cierto poder autonómico los gobernadores de la ancestral nobleza. Creó la figura del chaty, una especie de primer ministro, responsable del buen funcionamiento de la administración faraónica que llevó su buen hacer hasta los últimos rincones del país de la Tierra Negra.



Casó con un par de mujeres, tuvo hijos para sucederle y se murió. Poco más os puedo contar de su vida privada. Y de la muerte menos. Cuando un bárbaro europeo (no demos nombres) consiguió entrar en la Gran Pirámide dinamitando una cara lateral, se encontró con que estaba absolutamente vacía. Quedaba, en mal estado, el sarcófago de Keops hecho en granito rosado y nada más. ¿Su cuerpo, su momia? Ni idea. Herodoto, una vez más, nos habla de un laberinto de galerías bajo la pirámide donde pudiera encontrarse. Puede ser cierto o puede ser el rollo de los guías (ya existían hace 2.500 años) para sacarle la propina. Es más; incluso no nos queda más que una representación del gran Keops que es una estatuilla de marfil chiquitaja. Egipto siempre se guardará a sí mismo entre las arenas.


 

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