A menudo la curiosidad y la sorpresa han hecho acto de presencia cuando se
trata de averiguar cómo en el antiguo Egipto se logró tal perfección
artística y técnica en condiciones de total oscuridad, dentro de los
numerosos corredores subterráneos que podemos encontrar en infinidad de
tumbas de diferentes necrópolis. Tal vez el ejemplo más representativo lo
tengamos en las proximidades de Luxor, en el conocido Valle de los Reyes.
¿De total oscuridad?, se preguntaran algunos, ¿es que acaso no existían las
antorchas o candiles para iluminar estos pasajes?.
La respuesta es por supuesto que sí, pero no podemos dejar pasar por alto que jamás se han hallado manchas o partículas de herrumbre en las paredes o techos de estos pasadizos, señales características propias de los candiles, velas o antorchas en su constante humear. ¿Fueron realizadas previamente las pinturas en el exterior, y posteriormente colocadas en el interior de los monumentos funerarios?.
La respuesta es por supuesto que sí, pero no podemos dejar pasar por alto que jamás se han hallado manchas o partículas de herrumbre en las paredes o techos de estos pasadizos, señales características propias de los candiles, velas o antorchas en su constante humear. ¿Fueron realizadas previamente las pinturas en el exterior, y posteriormente colocadas en el interior de los monumentos funerarios?.
Dibujos en la Tumba del
Faraón Horemheb,
en el Valle de los Reyes
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Cámara del sarcófago del Faraón Amenhotep II, completamente decorada
(Valle de los Reyes)
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Con un mínimo de esfuerzo, podremos observar que la inmensa mayoría
de los dibujos e inscripciones están realizados sobre roca virgen,
que ha sido picada y pulida, para posteriormente ser decorada. Otras
rocas pesan varias toneladas, y su manejo es difícil de imaginar sin
que éstas sufrieran golpes y arañazos propios del desplazamiento por
los estrechos corredores desde el exterior, cosa que, al igual que
el humo de las antorchas, no se aprecia por ninguna parte. En
definitiva, este tipo de manipulación hubiese hecho peligrar la
labor de los artistas egipcios.
Y como la imaginación no tiene límites, hay quien ha llegado a
proponer la utilización de espejos para reflejar la luz solar en el
interior de estas oscuras galerías. El único problema es que los
espejos encontrados en Egipto no parecían ser de muy buena calidad.
Cada vez que reflejaban la luz, al menos una tercera parte de ésta
era absorbida o dispersa, con lo que después de combinar varios
espejos entre la entrada a la tumba y el interior de las distintas
cámaras y galerías, no llegaba a su objetivo ni el más mínimo rayo
de luz.
Entonces ¿cómo fue posible la ejecución de semejante labor artística en las oscuras galerías del Valle de los Reyes y de otros monumentos subterráneos del antiguo Egipto?.
Entonces ¿cómo fue posible la ejecución de semejante labor artística en las oscuras galerías del Valle de los Reyes y de otros monumentos subterráneos del antiguo Egipto?.
UNA HIPÓTESIS PROHIBIDA
El cronista árabe Abdul el Latif, (1.150 d.C.) ya hacía mención del
recubrimiento metálico del obelisco de Sesostris I que se encontraba en
Heliópolis (1.970 a.C.). Pero no es la única referencia existente, son
muchas las crónicas que nos narran la utilización de estos gigantescos
obeliscos a modo de pararrayos, que protegían las inmediaciones de los
templos. Algunos de ellos estaban recubiertos de una aleación de oro, plata
y cobre que recibía el curioso nombre de "electrum".
Relieves del Templo de Dendera, donde se pueden apreciar estos
extraños objetos en forma de bombilla
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El investigador y Director de la Revista Más Allá, Javier Sierra,
posa junto a unas inscripciones en el Templo de Edfú donde pueden
apreciarse dos objetos en forma de lámpara
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A comienzos de los años ochenta, los investigadores Peter Krassa
y Reinhard Habeck, dieron la voz de alarma al lanzar una hipótesis
revolucionaria basada en la utilización de la energía eléctrica en
el antiguo Egipto. Así parecían atestiguarlo numerosos relieves
esculpidos sobre las paredes de distintos templos, como los de Edfu,
Kom Ombo y Dendera.
En estos relieves podemos encontrar claras representaciones de unos
objetos que inmediatamente nos harán recordar a nuestras clásicas
lámparas o bombillas. En el caso de Dendera, donde se encuentran los
relieves más conocidos, se representan estas bombillas con una forma
un poco más alargada que una pera, y dejando ver en su interior a
una serpiente ondulante (filamento), emergiendo de una flor de loto
en forma de "casquillo". Están sujetas por un pilar djed,
símbolo de
energía, estabilidad y poder, muy extendido por todo Egipto. Estas
"bombillas" están "conectadas" por una especie de cable a un
pedestal, en el que está arrodillado el dios del aire. Todo este
conjunto está custodiado por un babuino que probablemente represente
al dios Thot, protector del conocimiento y de las ciencias, que con
un cuchillo en cada mano parece guardar celosamente tan pintoresca y
extraña representación
Algunos arqueólogos como el alemán Alfred Waitakus y el ingles John Harris, aseguran que los jeroglíficos que rodean a algunas de estas representaciones, hablan de luminosidad, conocimiento y del gran poder de Isis.
Algunos arqueólogos como el alemán Alfred Waitakus y el ingles John Harris, aseguran que los jeroglíficos que rodean a algunas de estas representaciones, hablan de luminosidad, conocimiento y del gran poder de Isis.
Si se está libre de prejuicios y en relación a lo anteriormente
expuesto, la realización de las diferentes inscripciones localizadas
en el Valle de los Reyes y del resto de los pasadizos y tumbas del
antiguo Egipto, bien podrían haber sido efectuadas con la ayuda de
la electricidad. Un conocimiento en estado de involución, que en
manos de la casta sacerdotal era guardado celosamente como un gran
legado de los antiguos dioses.
OTROS EJEMPLOS EN LA ANTIGÜEDAD
Un babuino armado de dos cuchillos parece vigilar una de estas
curiosas bombillas
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¿Fue Egipto un caso aislado en el conocimiento de la energía
eléctrica?
La respuesta es rotunda: no, no lo fue. Diferentes pruebas materiales, así como testimonios de la antigüedad, nos aseguran con toda certeza del conocimiento de diferentes pueblos de este prodigioso legado de sus dioses.
La respuesta es rotunda: no, no lo fue. Diferentes pruebas materiales, así como testimonios de la antigüedad, nos aseguran con toda certeza del conocimiento de diferentes pueblos de este prodigioso legado de sus dioses.
Corría el año 1.936, cuando un grupo de obreros dirigido por el
ingeniero alemán Wilhelm Köning realizaba la construcción de un
sistema de alcantarillado en la colina de Rabua, muy próxima a
Bagdad (Irak), cuando se toparon con un extraño objeto de arcilla en
forma de jarrón.
Este objeto tenía 15 centímetros de alto, y poseía un tapón de asfalto
donde hacia el interior partía un tubo cilíndrico de cobre de 26 milímetros
de diámetro y 19 centímetros de altura. A su vez, del tubo sobresalía una
varita de hierro de 1 centímetro cubierta de plomo ligeramente corroída por
algún tipo de ácido.
Pila eléctrica descubierta por Wilhelm Köning en 1.938 (Museo de
Bagdad)
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A pesar de que las autoridades y los "expertos" tacharon este
pequeño jarrón o vasija de "objeto de culto" (muy típico en estos
casos), el propio Köning tras introducir un electrolito común en el
interior del recipiente, logró hacer funcionar este "objeto de
culto" como una batería.
En el mismo yacimiento fueron descubiertos otros objetos que habían sido
sometidos a un proceso de galvanización. Estos databan del 2.000 a.C., por
lo que se llegó a la conclusión que hace más de 4.000 años los antiguos
moradores de estas tierras de Mesopotamia, utilizaban pilas eléctricas.
No nos debe sorprender este tipo de hallazgos. Existen numerosas referencias incluso en la antigua Roma o Grecia, que nos hablan de ciertas bombillas incandescentes de color rojizo, como de la que nos habla San Agustín, que no podía ser apagada ni por los vientos ni por la lluvia, y también otra en Antioquia que estuvo encendida mucho más de quinientos años. O en el Templo de Numa Pompilio en Roma, famoso porque en su cúpula brillaba siempre una luz encendida. Pausanias vio en el Templo de Minerva en el año 170 de nuestra era, una lámpara de oro que daba luz por un año sin que fuese alimentada por ningún combustible.
En el 1.565 d.C., el padre jesuita Atasnasio Kircher recogía en su obra "Edipo Egipcíaco", trozos de un documento hindú con los pasos a seguir para la construcción de una batería eléctrica. Dice así este documento:
No nos debe sorprender este tipo de hallazgos. Existen numerosas referencias incluso en la antigua Roma o Grecia, que nos hablan de ciertas bombillas incandescentes de color rojizo, como de la que nos habla San Agustín, que no podía ser apagada ni por los vientos ni por la lluvia, y también otra en Antioquia que estuvo encendida mucho más de quinientos años. O en el Templo de Numa Pompilio en Roma, famoso porque en su cúpula brillaba siempre una luz encendida. Pausanias vio en el Templo de Minerva en el año 170 de nuestra era, una lámpara de oro que daba luz por un año sin que fuese alimentada por ningún combustible.
En el 1.565 d.C., el padre jesuita Atasnasio Kircher recogía en su obra "Edipo Egipcíaco", trozos de un documento hindú con los pasos a seguir para la construcción de una batería eléctrica. Dice así este documento:
"...colocar una plancha de cobre, bien limpia, una vasija de barro; cubrirla con sulfato de cobre, y luego cubrirlo todo con aserrín húmedo, para evitar la polarización. Después poner una capa de mercurio amalgamado con zinc encima del aserrín húmedo. El contacto producirá una energía por el doble nombre de Mitra-Varuna. Se dice que una cadena de cien vasijas de este tipo proporcionan una fuerza muy activa y eficaz...".
El griego Luciano (120-180 a.C.) nos dejó la descripción de una bella alhaja
en Hierápolis (Siria), que estaba engarzada en una cabeza de oro de la diosa
Hera, de la cual "...emanaba una gran luz...", tanto que..."...el templo
resplandecía como si hubiese estado iluminado con una miríada de cirios...".
Luciano no nos dejó revelada la explicación a este misterio, pues los
sacerdotes se negaron a descubrirle el secreto.
Plutarco escribió en el Siglo I, sobre una "lámpara perpetua", que él tuvo ocasión de ver en el Templo de Júpiter-Amón. En este caso los sacerdotes que custodiaban el templo tampoco le revelaron el misterioso funcionamiento de tan milagrosa luminaria, tan sólo le contaron que ésta ardía continuamente hacía muchos años y que ni el viento ni la lluvia habían podido apagarla.
Todos los indicios señalan a que en algún momento de la historia de la humanidad, la electricidad era usada y conocida por las castas sacerdotales, aunque su origen procediese de los dioses a quienes servían, y que según los propios sacerdotes, convivieron con los hombres en tiempos remotos dándoles entre otros conocimientos, el de la electricidad.
Egipto no fue una excepción, pero al igual que en el resto de los pueblos de la antigüedad, éste secreto y reservado conocimiento, se fue diluyendo progresivamente con el paso de los años y los avatares de la historia.
Plutarco escribió en el Siglo I, sobre una "lámpara perpetua", que él tuvo ocasión de ver en el Templo de Júpiter-Amón. En este caso los sacerdotes que custodiaban el templo tampoco le revelaron el misterioso funcionamiento de tan milagrosa luminaria, tan sólo le contaron que ésta ardía continuamente hacía muchos años y que ni el viento ni la lluvia habían podido apagarla.
Todos los indicios señalan a que en algún momento de la historia de la humanidad, la electricidad era usada y conocida por las castas sacerdotales, aunque su origen procediese de los dioses a quienes servían, y que según los propios sacerdotes, convivieron con los hombres en tiempos remotos dándoles entre otros conocimientos, el de la electricidad.
Egipto no fue una excepción, pero al igual que en el resto de los pueblos de la antigüedad, éste secreto y reservado conocimiento, se fue diluyendo progresivamente con el paso de los años y los avatares de la historia.
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