martes, 12 de marzo de 2013

LAS PROPUESTAS DE FARAON


Reiteradamente, el Señor, a través de Moisés y Aarón, envía un mensaje muy claro a Faraón. Y ese mensaje es sencillo; se puede resumir en una sola frase: "Deja ir a mi pueblo, para que me sirva en el desierto".
Y si Dios tuvo que repetir muchas veces esta orden, es porque Faraón se negaba a cumplirla. Él estaba empecinado; era un hombre porfiado. Era un hombre lleno de sí mismo. Era un rey poderoso. Se había criado creyendo que él era Dios, de tal manera que no estaba dispuesto a obedecer la orden de un Dios al cual él no conocía.
Faraón se resiste. Sin embargo, al final de las diez plagas que Dios envía sobre Egipto, cuando viene la décima plaga, es decir, la muerte de los primogénitos, la muerte del primer hijo en cada familia, y de la primera cría de cada bestia, entonces Faraón es quebrantado. Y él empuja a los israelitas para que salgan de su tierra, para que vayan a ofrecerle fiesta a Dios al desierto.
Ahora, hermanos, quisiera tomar algunas otras citas del Éxodo, para mostrar la porfía de Faraón, para mostrar de qué manera él se oponía, y cómo Dios tuvo que tocarlo muy fuertemente, para que pudiese obedecer la orden de Dios.
Hay cuatro objeciones que Faraón presenta a Dios, y esas cuatro objeciones tenían como objetivo evitar que Israel saliera; tenían como objetivo lograr que Israel siguiera siendo cautivo suyo, que le siguiera sirviendo como un pueblo de esclavos.
Faraón demostró una porfía muy grande. Pero también vamos a ver aquí, en las citas que vamos a leer a continuación, que Moisés fue mucho más persistente que Faraón. Nunca aceptó las condiciones que Faraón le presentaba, porque esas condiciones habrían impedido que Israel fuera realmente libre. La porfía de Faraón versus la persistencia de Moisés.
Nosotros sabemos que Faraón de Egipto representa a Satanás el diablo, el cual no quiere que los hombres sean salvos, el cual mantiene cautivos a los hombres, y sus estrategias son tan hábiles y le han dado tan buenos resultados por siglos, que en este tiempo nosotros tenemos que estar atentos, para escapar a la astucia de este Faraón que todavía rige en el mundo, que todavía gobierna en el mundo. A la porfía de faraón se opuso la persistencia y la fe, la visión de un Moisés que se le opuso, y que finalmente sacó a libertad al pueblo de Dios.
Vamos a ver estas cuatro objeciones que presentaba Faraón a Moisés, y que son muy representativas de cuatro formas de actuar, cuatro estrategias que tiene Satanás para retener cautivos a los hombres en sus garras. Por lo tanto, con la ayuda del Señor, vamos a denunciar, vamos a descubrir las artimañas del diablo, para que el pueblo de Dios no se deje engañar, para que el pueblo de Dios salga definitivamente a la libertad gloriosa que Dios ha preparado para nosotros.
La primera propuesta: una religión acomodada al mundo
En Éxodo 8:24 en adelante, dice: "Y Jehová lo hizo así...". Es decir, se refiere a que Dios iba a hacer diferencia entre los israelitas y los egipcios, de modo que las plagas, desde la cuarta plaga en adelante, cayera sólo sobre los egipcios y no sobre los israelitas. Y dice: "...y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue corrompida a causa de ellas. Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra. Y Moisés respondió: No conviene que hagamos así, porque ofreceríamos a Jehová nuestro Dios la abominación de los egipcios. He aquí, si sacrificáramos la abominación de los egipcios delante de ellos, ¿no nos apedrearían? Camino de tres días iremos por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, como él nos dirá" (8:24-27).
Aquí tenemos entonces la cuarta plaga. Y Faraón muestra cierta debilidad, y les dice: "Bien, los voy a dejar ir, tal como ustedes lo solicitan. Pero ofrezcan sacrificio a su Dios en la tierra". Es decir, en Egipto. "Vayan, sí, vayan, pero ofrezcan su sacrificio, hagan su fiesta a su Dios aquí, en Egipto". Como ustedes se dan cuenta, Faraón cedía a medias la petición que Dios le estaba haciendo para su pueblo, pero no estaba dispuesto a aceptar lo principal. Porque el objetivo de Dios no era que Israel sirviera a Dios en Egipto, sino que saliera de Egipto.
Nosotros sabemos que Egipto representa al mundo. Servir a Dios en el mundo, en Egipto, significaba -según las palabras del propio Moisés- "ofrecer a Jehová la abominación de los egipcios". Esto, a nosotros, nos habla de que la fe, la fe del Hijo de Dios, la fe que vence al mundo, la fe que cambia las vidas, que transforma el corazón, que esta fe bendita no puede ser cultivada, que el culto al verdadero Dios no se puede realizar dentro del sistema del mundo.
En el mundo hay diversidad de religiones. El mundo tiene religiones. Y las religiones del mundo tienen como objetivo calmar de alguna manera la conciencia, otorgar algún grado de paz, algún grado de estabilidad o de seguridad; pretenden mejorar externamente la conducta de la gente. O hay otra forma de religión que pretende que una persona se autoperfeccione. Sin embargo, a la luz de la Palabra, podemos afirmar que "el mundo entero está bajo el maligno", que la única manera de servir realmente a Dios, de consagrarnos realmente a Dios, es salir de Egipto.
Por supuesto, esto no se refiere a un salir físico. Porque el Señor Jesús, en la oración que él hizo, dijo: "No ruego que los quites del mundo, sino que los libres del mal; porque ellos están en el mundo, pero no son del mundo". Esto nos enseña que nosotros, para servir realmente a Dios, para avanzar hacia una consagración integral, para vivir plenamente la fe, tenemos que desconectarla, tenemos que desarraigarla del sistema mundano.
Nosotros no podemos mezclar, porque Israel dentro de Egipto, según las palabras de Moisés, si él ofrecía culto a Dios, iba a ofrecer de la abominación de los egipcios. Para los egipcios era abominación todo pastor de ovejas, y obviamente los sacrificios que Israel iba a ofrecer en el desierto eran sacrificios de animales. De tal manera que hubiera caído muy mal a los egipcios que Israel allí, dentro de la ciudad donde ellos vivían, dentro del territorio donde ellos vivían, ofrecieran esta clase de sacrificios.
La fe verdadera no se puede mezclar con los rudimentos del mundo. No podemos hacer una aleación, una alianza. La fe del Hijo de Dios, la fe verdadera, no tiene nada que ver con las cosas del mundo. Hay religiones que se levantan, y aun, lamentablemente, algunas formas de cristianismo, se han mezclado con el mundo, se han amalgamado con el mundo. Han hecho lo que Moisés no aceptó hacer. Entonces, toman estrategias del mundo, formas de hacer, de operar. Se han amoldado al mundo. Pero una religión amoldada al mundo es una religión egipcia, y no una religión verdadera; es una religión que tiene una mezcla de la luz con las tinieblas.
Faraón dijo: "Sirvan a Dios, pero dentro de Egipto". Y Moisés dice: "No conviene que hagamos así". Noten ustedes la astucia de Faraón, pero también noten ustedes la firmeza de Moisés.
La segunda propuesta: una fe tibia
Hay una segunda propuesta que Faraón le hace a Moisés. "Dijo Faraón: Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehová vuestro Dios en el desierto, con tal que no vayáis más lejos; orad por mí" (vers. 28).
"Con tal que no vayáis más lejos". Esa frase nos indica una religión que no se desconecta absolutamente de sus raíces mundanas, de una profesión de fe mezclada, tibia, que no se ha desarraigado totalmente. Va un poco más allá, es cierto. Puede salir de Egipto. Tal vez llega a la frontera y avanza algunos metros más allá. "Pero no vayáis más lejos". Es decir, Faraón les daba permiso, pero con la condición de que ellos estuvieran dispuestos a volver en cualquier momento. Era un permiso, pero condicionado.
"No muy lejos. Ustedes tienen que volver. Este es su lugar". Si el pueblo de Israel hubiese seguido esa insinuación, habría seguido bajo la potestad de Faraón. Es como decir, en términos del Nuevo Testamento, "ni frío, que te quedes en Egipto; ni caliente, que te vayas allá donde Dios te está llamando; quédate en un lugar intermedio, ni en Egipto, pero tampoco donde Dios quiere llevarte".
Esa es la tibieza que el Señor en Apocalipsis dice: "Yo te vomitaré de mi boca". Es una tibieza que resulta repulsiva para el Señor. "No vayan demasiado lejos, no se fanaticen; no es necesario extremar las cosas. Sean cuerdos, sirvan a Dios, pero mantengan su alianza con el mundo, mantengan su posición en el mundo, mantengan su herencia en el mundo".
Me temo que hay muchos cristianos que están sirviendo a Dios en esta condición; un pie adentro, otro afuera. ¿Podrán agradar al Señor? ¿Podrán realmente satisfacer el corazón de Dios? Ellos en el mundo no pueden estar conformes, ni demasiado cómodos, porque saben que Dios los ha llamado a salir. Sin embargo, en medio de la iglesia tampoco están cómodos, porque ellos saben que en su corazón hay un ámbito, hay un sector de él, en el cual Jesús no es el Señor. En ese ámbito del corazón, el mundo tiene sentados sus reales; el mundo tiene sus intereses.
Ahora, ¿qué contestó Moisés a esta insinuación, a esta propuesta de Faraón? "Y respondió Moisés: He aquí, al salir yo de tu presencia, rogaré a Jehová que las diversas clases de moscas se vayan de Faraón..." (vers. 29). Es decir, Moisés no contesta la propuesta que le hace Faraón. Él no puede decir que sí. Un siervo de Dios -porque aquí Faraón representa a Satanás, y Moisés representa al Señor Jesucristo, y también nos representa a nosotros en nuestro batallar con el dios de este siglo- Moisés, representa la sabiduría de Dios, que resiste la astucia de Satanás, que la descubre, que no le sigue el juego.
Las estrategias de Satanás no han cambiado. Pero, he aquí, amados hermanos, que nosotros tenemos la sabiduría de Dios; tenemos la revelación de Dios, la luz de Dios, para ver cuándo hay peligro y para resistir las insinuaciones, las propuestas de nuestro enemigo.
La tibieza, amados hermanos -jóvenes también- es peligrosa. La tibieza no es la perfecta voluntad del Señor. Tal vez alguien pueda decir: "Yo vengo a reunión los domingos; yo participo en esta iglesia tan linda". Pueden decirlo. Sin embargo, eso es peligroso, porque tu corazón no está definido, porque el enemigo en cualquier momento te puede tumbar hacia el lado del mundo, te puede tentar y te puede hacer caer.
Un corazón dividido no es un corazón seguro. Es como si nosotros intentáramos caminar con un solo pie. Basta que alguien nos dé un pequeño empujón, y nos hace caer. Es necesario responder: "No, en esas condiciones, no".
La tercera propuesta: dejar a los hijos
Hay una tercera sugerencia de Faraón. "Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová. Y él les dijo: ¡Así sea Jehová con vosotros! -Esta es una expresión burlesca- ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón" (Éx. 10:8-11).
¿Cuál es la propuesta de Faraón? Les dice: "Bueno, pueden ir donde ustedes dicen que quieren ir; pero no vayan con sus niños". Cuando Satanás no puede evitar que nosotros hagamos una decisión por el Señor, y cuando no puede evitar que nuestro corazón se incline hacia Cristo para servirle, entonces echará mano a este recurso. Intentará atrapar a nuestros hijos, de modo que el hogar esté dividido: los padres en la iglesia, los hijos en el mundo.
¿Qué pasa con los padres cuyos hijos están en el mundo? Ellos tampoco se sienten muy libres para servir al Señor. Parte de su corazón también está en el mundo, sobre todo si los hijos son respetuosos de sus padres, y los hijos hacen carrera en el mundo, y les va bien en sus negocios y en su profesión. Entonces el padre se alegra en los triunfos del hijo, aunque sabe que no está bien espiritualmente.
Entonces, si los hijos son buenos, son respetuosos, y aun los ayudan económicamente, les hacen hermosos regales, por supuesto el corazón de los padres está con sus hijos. Y entonces también los padres van a tender a seguir a los hijos, y a acompañarlos en sus triunfos, y a acompañarlos en sus éxitos, a participar de sus alegrías en el mundo. Padres con un corazón por un lado sufriendo, pero también participando. Corazones divididos...
¿Qué han de hacer los hijos de Dios que están viviendo este drama? ¿Qué hizo Moisés cuando Faraón le propuso esta idea tan brillante? El versículo 12 dice: "Entonces Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó". Moisés tampoco responde; guarda silencio. Y ese silencio es un silencio negativo; es un silencio que dice "No". Y más encima, es un silencio que va seguido por una nueva plaga, por un nuevo juicio de Dios sobre Egipto.
Es difícil la situación de ser padres, es difícil la situación de tener hijos mayores que se han apartado, que se han amoldado al mundo, que están siguiendo la corriente de este siglo. El Señor tenga misericordia de nosotros, de todos nosotros, porque nadie puede aquí alzar su mano para juzgar a otro, porque todos estamos expuestos. Y los que tienen hijos pequeños, consideren esta propuesta que en algún momento Satanás les va a hacer.
Bueno, es como decir: "Para que tengas paz en tu casa, déjalos que se vayan, deja a tus hijos que hagan lo que quieran; sirve tú". Los padres, ¿aceptaremos esa propuesta del diablo? Por supuesto, ante tal situación, los padres no pueden sacar la vara, el cinturón, y hacer justicia por su mano y tratar de corregir a golpes el corazón del hijo que se ha desviado. No, eso es imposible. No se logra de esa manera. Los fines espirituales no se logran a través de medios carnales.
Queremos hacer un llamado a los padres que tienen hijos pequeños. Cuando en una casa los hijos tienen menos de quince años, parece que todas las cosas van bien; todo es fácil, todo es llevadero. Las pequeñas desobediencias se castigan con cierta facilidad; las pequeñas apostasías de los hijos se corrigen con cierta facilidad. Antes de que los niños tengan quince años, los padres pudieran pensar que lo han hecho muy bien. Pero, ¿sabe?, la semilla que se sembró en aquellos primeros quince años recién viene a dar fruto después de los quince años.
Cuando nos acercamos a los veinte, y cuando pasamos los veinte, entonces comenzamos a ver lo que realmente sembramos en esos primeros quince años. Los hijos son un campo fértil, son como una tierra buena donde la semilla cae. Y, ¿saben?, es tan buena la tierra que la semilla que usted ponga, esa germina. El problema es que muchos de nosotros cuando tenemos hijos pequeños no sabemos qué semilla estamos sembrando. O si sabemos, en el mejor de los casos, que estamos sembrando la semilla del evangelio, tal vez no sepamos claramente cuánta maleza también estamos sembrando. Y nosotros sabemos -a la luz de la parábola del sembrador- que, cuando la semilla empieza a crecer, la maleza, los espinos, crecen también, y pueden ahogar, y pueden aplastar la buena planta.
Satanás nos está diciendo permanentemente: "Sí, ¿quieren consagrarse? ¡Conságrense! ¿Quieren servir a Dios? ¡Sirvan a Dios! Pero déjenme a los hijos a mí". ¡Ay, qué difícil es tener hijos más grandes!
Un testimonio
Quisiera leerles el testimonio de un varón de Dios, David Wilkerson. Creo que el testimonio que él da nos puede servir a muchos de nosotros. Dice:
"Cuando mis hijos eran adolescentes, pensé que simplemente podía amarlos y así hacerlos entrar al reino de Dios. Me dije: "Estaré disponible para mis hijos. Seré un amigo para ellos. Sólo necesito estar disponible para ellos, para que puedan comunicarme sus necesidades".
"Un día, mi hijo mayor llegó llorando de la escuela. Fue directamente a su habitación y se tiró sobre la cama. Cuando le pregunté qué pasaba, contestó: "Papá, no creo que haya un Dios. Es todo un mito".
"Supe entonces que todo el amor del mundo no podía resolver este tipo de ataque satánico. Y simplemente comunicarme con mi hijo no iba a solucionar el problema. No pude decirme a mí mismo:
"Esto es sólo una mala etapa; se le pasará. Él es un buen muchacho; y él sabe que lo amo".
"No, tuve que afrontar lo que estaba sucediendo ante mí: Satanás estaba tratando de robarle a mi hijo su fe genuina y ferviente. Yo lo vi entregarle su vida a Jesús a los cinco años y yo sabía que su fe era preciosa. Ahora el enemigo quería robarle esa fe. Y estaba tratando de usar duda e incredulidad para destruirla. Efectivamente, Satanás estaba apuntando al mismo nervio central de nuestra familia: nuestra confianza en Jesús.
"Yo sabía que sólo tenía una opción. Fui a mi cuarto de oración; y cerré la puerta detrás de mí, me postré sobre mi rostro, y me acomodé para la batalla. Decidí: "Satanás, no vas a tener a mi hijo". Desde ese día en adelante, clamaba al Señor a nombre de mi hijo. Yo rogaba: "Señor, guarda a mi muchacho del maligno".
"El cambio que finalmente tomó lugar en mi hijo no sucedió de la noche a la mañana, ni dentro de una semana, ni aun meses. Él siguió luchando con la confusión que había en su corazón; pero llegó el momento cuando su confianza en Jesús fue restaurada. Y ahora ustedes saben que mi hijo ha servido en el ministerio a tiempo completo desde su adolescencia. Él es un amante de Jesús. Y en este último año, he tenido el privilegio de predicar a su lado.
"Cada uno de mis otros tres hijos tuvo sus propias pruebas de fe. Pero el Señor ha sido fiel para darles la victoria a ellos también. Como su hermano, ellos también llegaron a ser piadosos amantes de Jesús y siervos en el ministerio. Aun así, mi intercesión por mi familia nunca se ha detenido. Ahora mi esposa y yo oramos juntos por nuestros hijos adultos y por nuestros diez nietos". Hasta ahí el testimonio.
Cualquier niño que es criado en un hogar piadoso, en un hogar de creyentes, es el primer blanco de Satanás. El enemigo está buscando la forma de retener a los hijos fuera del ambiente de la iglesia, de robarles la fe, de meterlos, de involucrarlos en la corriente del mundo, para que ellos se vuelvan espiritualmente tibios, pasivos, y empiecen a absorber toda la basura que hay en el mundo, a través de los juegos, a través de Internet, a través de las películas, a través de grupos de amigos, de tantas formas.
Los padres debemos pararnos firmes, resistir las obras del diablo, decirle "No" a Satanás. "Serviré a Dios, pero no solo; no sólo con mi esposa, también con mis hijos. No aceptaré que tú entres en mi hogar y lo destruyas. No aceptaré que tú dividas nuestra casa". Es necesario pararse firme y hacer una oración de autoridad; es necesario dar la batalla a favor de nuestros hijos, de nuestros nietos. Esta es la estrategia del diablo; tenemos que denunciarlo, tenemos que descubrirlo.
Hay padres que ya se han rendido. Ya ni siquiera oran por sus hijos. Como que se han resignado. Y tal vez se resignen con la idea de que "total, mi hijo no es un delincuente, no es un borracho, no es un fumador". Pero, cuidado, va a llegar el momento en que los cielos y la tierra serán removidos, llegará el día muy breve en que los juicios de Dios se dejarán caer sobre la humanidad apóstata. Aquellos juicios que cayeron sobre Egipto son un aviso de los juicios que caerán sobre el mundo en nuestros días.
Me parece muy decidor. No lo había pensado, pero en un momento lo pensé, mientras cantábamos: "Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces". Todos ellos se envejecerán como una vestidura, como un vestido los envolverás y serán mudados. Esta mañana cantamos este coro en el partimiento del pan en nuestro sector, y ahora lo cantamos aquí. Creo que el Señor está diciéndonos algo.
Hermanos, en breve, los cielos serán envueltos como un vestido; serán mudados. La tierra será removida; los juicios de Dios se avecinan sobre el mundo. Sólo él permanece para siempre; sólo Jesús es el mismo, y sus años no acabarán. Todo aquello que no esté fundado sobre él será removido, caerá. Ese negocio que tiene tu hijo, que prospera tanto, caerá. Esa empresa que está tan próspera, caerá. Esas ciudades que se levantan tan orgullosas, con edificios tan altos, caerán. Los cielos serán enrollados como una vestidura. ¿Se imaginan lo que eso va a significar? Mil bombas atómicas, diez mil bombas atómicas, dejarán esto como un basural. Todo lo que hoy luce tan bien, caerá.
Nuestros hijos no tienen que caer junto con el mundo. ¡No! Seguiremos batallando, seguiremos intercediendo; seguiremos resistiendo al diablo engañador y mentiroso, que se abalanza para destruir, para matar, para hurtar. Pero nosotros tenemos a aquel que vino para darnos vida, y vida en abundancia.
Toda la casa reunida en torno al Cordero
Amados hermanos, estemos advertidos, avisados. Y si has estado rindiéndote, pide ayuda. Ahí en el sector, oremos, en la iglesia, oremos, intercedamos. No nos rindamos, hasta que toda nuestra casa esté reunida en torno al Cordero. Esa imagen de la pascua en Éxodo capítulo 12, aquella primera pascua, ¡qué hermosa es! Tenemos que hablar de esa figura y tenemos que traerla a nuestra realidad hoy.
En cada casa estaba la familia reunida. Todos los hijos estaban allí. Si uno se quedaba fuera de la casa, estaba en serio peligro. La puerta estaba cerrada; sobre el dintel de la puerta había una mancha roja. Ese cordero se estaba asando en el fuego, y la familia luego participaba y comía de esa carne. Estaban todos ahí, sigilosos. Estaban atentos. Algo terrible iba a ocurrir afuera. Ellos estaban seguros, la puerta estaba cerrada, la sangre estaba allí, el cordero estaba aquí. Comiendo del cordero, en posición de salir, de peregrinos.
Y de pronto, en esa noche solemne, se escucha el alarido de una mujer, un grito ensordecedor. La vecina ha descubierto que su hijo mayor está muerto. Y el grito de esa mujer se multiplica por miles y miles de mujeres. Un grito aquí, otro grito allá, un alarido aquí y el otro más allá; una sinfonía de desesperación. Y la familia en torno al cordero, temblando tal vez de miedo, ¿por qué no decir? Sí, tal vez todos mirando al hijo mayor. ¿Caerá?
Hermanos, esta figura de la pascua, de la familia reunida en torno al cordero, y de los juicios de Dios cayendo sobre todo Egipto; esa es la figura, esa es la escena que se va a repetir en el mundo en los días que vienen. Es la misma figura. Sólo las familias reunidas en torno al Cordero escaparán, sólo ellas tendrán paz, sólo ellas estarán a salvo. El hijo que esté afuera, morirá.
Oh, amados hermanos, siempre que hablamos de estas cosas tenemos que luchar contra nuestra incredulidad. Me recuerdo, yo era niño pero recuerdo el terremoto del año 1960. Mientras las calles ondeaban como una serpiente, las casas caían y los árboles se azotaban, y los postes de la luz con sus cables hacían ruidos espantosos, la gente tirada en medio de la calle, arrodillada, pidiendo misericordia, llorando, desesperados. ¿Qué irá a pasar cuando realmente empiecen a manifestarse los juicios de Dios?
Satanás está diciendo: "Vayan, pero dejen a sus hijos. Yo los voy a entretener con pornografía, con juegos electrónicos de última generación, con películas llenas de tecnología, de trucos tan atractivos". Sin embargo, nosotros nos opondremos terminantemente, y diremos: "¡No, Satanás, fuera de mi casa, lejos de aquí!", porque la sangre de Jesucristo nos ha librado de los juicios, y nos libra del poder de Faraón. La sangre de Jesús es nuestra victoria, es nuestro escudo, es nuestra salvaguarda. "Veré la sangre y pasaré de vosotros", así dijo el Señor.
No hay ningún otro escudo que sirva. Nosotros sabemos, los gobernantes de las naciones, imagino que el presidente de los Estados Unidos tiene un 'bunker', para el caso de que haya ataques atómicos. Hitler murió en su bunker. Y, ¿de qué sirve, hermanos, un bunker? La única salvación es la sangre de Jesús. ¡Aleluya!
Nos alegraremos de ser un pueblo que tiene a su favor el poder, la autoridad, de la sangre de Jesús. Nos gloriamos en la cruz de Cristo, nos gloriamos en la sangre de Jesús. ¡Yo me glorío en la cruz de Cristo, mi escudo es la sangre de Jesús! Los dardos del enemigo rebotarán, pero no podrán traspasar este escudo que tenemos. ¡Bendito es el Señor!
La cuarta propuesta: dejar los bienes
Pero hay una cuarta sugerencia de Faraón. "Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y dijo: Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros" (Éx. 10:24).
Bien, Faraón es astuto, acepta que vayan los niños, porque a todo esto han seguido cayendo plagas, así que el corazón de Faraón está un poquito más blando. "Ya, vayan con sus niños, pero dejen sus ganados, dejen sus bienes". Entonces, Faraón pensaba: "Ellos van a tener que volver a buscar sus bienes. Si retengo algo de ellos aquí, ellos van a volver". Una consagración a Dios sin el bolsillo.
Es como un hermano, muy pequeño todavía, que decía a los hermanos de la iglesia: "Todo lo que quieran, pero no se metan con mi negocio, no se metan con mi dinero". Y eso lo decía cuando se estaba compartiendo acerca de la mayordomía, acerca de las ofrendas, de los diezmos y de todas esas cosas que son una señal de nuestra consagración integral.
"Entonces, vayan ustedes, vaya toda la familia, pero los bienes déjenmelos a mí. Yo veré qué hago con ellos, yo los administro; ése es mi terreno, ése es mi ámbito".
Hermanos amados, una consagración bajo los parámetros de Egipto no sirve. Una consagración al lado afuera de Egipto, pero todavía teniendo el corazón en Egipto, tampoco sirve. Una consagración sin los hijos, no es completa; una consagración sin los bienes, tampoco es completa. Porque tarde o temprano, el amor a los bienes, el amor al dinero, va a traer siempre de vuelta, siempre le va a estar tironeando. Va a ser como una amarra, una estaca en Egipto, y con un cordelito. Entonces, cuando él está hablando de las cosas preciosas de Dios, de las maravillas del tercer cielo, entonces, un tironcito por atrás. Es Faraón que te está tirando, y te dice: "Acuérdate, yo mando tus bienes".
Después de algunos años de caminar con el Señor, he llegado a la conclusión de que una verdadera y absoluta consagración involucra todo lo que tenemos... también el bolsillo.
¿Cuál fue la respuesta de Moisés? Mire el tono de su respuesta: "Y Moisés respondió: Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para Jehová nuestro Dios". Como diciendo: "Tú nos habías dicho recién que vayamos, pero sin nuestros animales. ¡No! No sólo llevaremos nuestros animales: tú nos darás también animales". Luego: "Nuestros ganados irán también con nosotros -o sea, aparte de los tuyos, los nuestros también- ; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir a Jehová hasta que lleguemos allá" (Éxodo 10:25-26).
¡Qué frase más tajante! "No quedará ni una pezuña". Parece un atrevimiento de Moisés. ¡Está hablando con el Faraón! Pero eso demuestra, amados hermanos, la claridad, la firmeza, la integridad de este hombre, que también en esto es nuestro modelo.
Faraón se resistió -como leíamos antes- hasta esa noche cuando en cada casa de los israelitas había sangre en el dintel de la puerta, esa noche en que ellos comían el cordero al interior de su casa, y por fuera el ángel destructor mató a todos los primogénitos. Esa noche, el corazón de Faraón se quebrantó, y los dejó partir, tal como Moisés había dicho.
La sangre del cordero esa noche del día 14 del mes de Aviv, la sangre del cordero que fue sacrificado en cada familia, trajo juicio, no sólo salvación. Trajo juicio, porque Dios no podía derramar juicio sin que hubiera sangre en los dinteles de sus escogidos, trajo juicio sobre Egipto, sobre Faraón. Y ahora sí, Israel salió con todo, para adorar al Señor en el desierto.
Amados hermanos, la sangre del Cordero está vigente. Ella es nuestra arma, nuestro escudo, nuestra victoria. ¿Sabe por qué el Señor Jesús tuvo que morir en la cruz? ¡Para vencer! La cruz de Cristo no es una señal de debilidad, sino una señal de poder. Porque, por medio de la muerte, destruyó al que tenía el imperio de la muerte. ¡Aleluya! Porque, por medio de la muerte, nos salvó a nosotros, que estábamos muertos. ¡Bendita cruz, bendita sangre, bendita victoria de Jesús! ¡Proclamamos la victoria del Señor Jesús en la cruz del Calvario!
Dice la Escritura que murió en debilidad. Sí, una debilidad física, porque su cuerpo estaba extremadamente debilitado por los ayunos y por el dolor de los sufrimientos. Pero lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. En su debilidad, él venció al fuerte, a Faraón. ¡Bendito es el Señor Jesús!
Este es un día, amados hermanos, para reunir todas las cosas en torno al Cordero. Este es el día para salir de Egipto. Este es el día para romper toda atadura, toda conexión; para cortar todo lazo que aún nos amarre.
Amados hermanos, y visitas -si es que hoy nos acompañan por primera vez-, es necesario que ustedes estén despiertos, es necesario que estén alertas. Ustedes no están hoy día aquí por casualidad; el Señor no los trajo sólo para presenciar una reunión, ni para escuchar a un predicador. No, eso es lo de menos. El Señor los trajo para escuchar estas palabras, para ser advertidos, para escapar a tiempo, antes que la familia se desintegre, antes que los juicios caigan sobre un mundo pervertido.
Y les decimos: esta es el arma, este es el recurso, este es el camino: la sangre del Cordero. Ella nos libra, y ella también trae juicios sobre la humanidad.

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