miércoles, 21 de diciembre de 2011

El problema del aspecto externo de los egipcios puede parecer trivial a primera vista, y sin duda lo es. Sin embargo, es un asunto que desde que se planteó por primera vez en el mundo occidental, a finales del siglo XVIII, ha generado un enorme debate que aún no ha concluido y que a lo largo del siglo pasado se vio contaminado por cuestiones ideológicas que lo hicieron tomar un rumbo absurdo.

Joham Friederich Blumenbach fue el primer europeo que se ocupó de cómo eran aquellos hombres que habían construido una de las civilizaciones más asombrosas de la historia. Concluyó que los egipcios antiguos eran predominantemente un pueblo similar a los etíopes, con un segundo grupo parecido a la población de la India védica y en el que había un tercer elemento racial producto de la mezcla de los dos anteriores. Las conclusiones del estudioso alemán tuvieron una gran influencia en el siglo XIX, pues a muchos de los primeros egiptólogos les interesó hacer hincapié en una supuesta relación entre la India antigua y Egipto. El detallado análisis del «coeficiente racial», que se estableció a principios del siglo XX con detalladas mediciones craneales, probó que las semejanzas con la población del subcontinente hindú no eran demasiado elevadas, pero aleaban mucho a los pueblos del antiguo Egipto de los habitantes del África negra, en tanto los situaba más próximos a los europeos del sur y a los asiáticos de levante, algo bastante lógico teniendo en cuenta la proximidad geográfica.

Más recientemente se inició un poderoso movimiento cultural empeñado en la «africanización» de la cultura egipcia, entendiendo como tal la vinculación de la cultura egipcia y su desarrollo como el exponente supremo del desarrollo de los pueblos «negros» y de su aportación a la humanidad.

En lo que respecta al nordicismo de los antiguos egipcios, estas teorías nacieron en 1939, cuando el profesor Carlton Coon, de la Universidad de Harvard, escribió un libro llamado Las razas de Europa lleno de fotografías, cuadros, mapas, diagramas y citas científicas. En este libro, el profesor Coon hacía una asombrosa aseveración: «La reina Hetep-Heres II, de la cuarta dinastía, la hija de Keops, el constructor de la gran pirámide, es retratada en los coloridos bajorrelieves de su tumba como una llamativa rubia. Su cabello está pintado con un brillante amarillo moteado con pequeñas líneas rojas horizontales, y su piel es blanca. Esta es la más temprana evidencia conocida de rubicundez en el mundo». ¿De dónde pudieron surgir .os egipcios rubios? Hay varias posibilidades: libios, constructores megalíticos y pueblos de las montañas del Cáucaso y del área del sur de Ucrania.

Los antiguos libios se extendían desde las islas Canarias, a través del Magreb, hasta el delta del Nilo. El tercio occidental del delta del Nilo estaba ocupado por libios durante los primeros años de civilización registrada. ¿Es posible que un pueblo blanco pudiera componer el núcleo de la clase regente del Antiguo Egipto? ¿Quiénes eran los libios y de dónde provenían? El profesor Coon afirmaba que durante la edad del Paleolítico superior (30000-5000 a. C.) Europa y el oeste de África del Norte estaban ocupadas por descendientes de los hombres de Cró-Magnon. Braidwood dice que «las gentes de Cró-Magnon eran altas y de grandes huesos, con cráneos grandes, largos y rugosos. Debieron de haber tenido un aspecto similar a los actuales escandinavos».

Los hombres Afalou y Crô-Magnon tenían cerebros más grandes que los hombres modernos. Su volumen craneal —que los científicos denominan «capacidad craneal»— tenía alrededor de 1.650 centímetros cúbicos. El actual promedio de talla cerebral es de 1.326 centímetros cúbicos. Los granjeros que vivían en Tushka, en el Nilo, alrededor del 11000 a. C., tenían una capacidad craneal de 1.452 centímetros cúbicos, un volumen casi idéntico a la talla cerebral de los actuales europeos septentrionales, 1.453 centímetros cúbicos. Los modernos habitantes de El Cairo promedian sólo 1.302 centímetros cúbicos. Pero incluso esta cifra es mayor que el promedio de los actuales negros africanos, 1.295 centímetros cúbicos. En la época de los hombres de Afalou, África al sur del Sahara estaba poblada por el hombre de Rhodesia, que promediaba 1.225 centímetros cúbicos. Por milenios, el influjo de negros desde el sur del Sáhara provocó que la población de Egipto se volviese más negra y con cerebros más pequeños.

Las antiguas pinturas egipcias de los libios los describen como blancos, con cabellos rubios, ojos azules y caracteres faciales nórdicos. El antiguo escritor griego, Scylax, describió a los libios como rubios y los escritores latinos describieron a los libios como rubios. El gran historiador egipcio Maspero dice que Seth «era pelirrojo y de piel blanca, con un temperamento violento, sombrío y celoso». Hoy la antigua raza libia aún sobrevive en remotas partes del Rif, en Marruecos y entre los kabiles de Argelia.

La realidad, aunque moleste a los racistas nórdicos, obsesionados con ver faraones con aspecto sueco, y a los modernos fanáticos de la negritud, empeñados en hacer parecer a Ramsés primo de Kunta Kmte, ha de imponerse tal y como fue. Los egipcios de la Antigüedad fueron fruto del encuentro de pueblos muy diversos, procedentes del norte, del este y del sur, que de modo lento se fueron mezclando durante milenios con una población que llevaba en el lugar desde el neolítico, sin que el aspecto externo ocasional de la clase .miente de las diferentes dinastías —las hubo negras, nórdicas y asiáticas— tenga la más mínima importancia, salvo tal vez como prueba de la existencia de profundos e intensos movimientos de pueblos m el Mediterráneo oriental. Los propios egipcios, según fue aumentando su conciencia de ser un pueblo único, se vieron asimismo como los «hombres genuinos», a medio camino entre los nubios, de riel negra, y los libios y asiáticos, barbudos y de piel clara. Esta visión, magníficamente detallada en la XVIII dinastía en pinturas y esculturas, se consolidó en el último milenio antes de nuestra era y ya no me eliminada por el hecho ocasional de que hubiese faraones negros, como los de la dinastía etíope, o europeos, como los ptolomeos. Por lo tanto, como bien dijo el antropólogo norteamericano Loring Bracefore, los intentos de forzar la calificación de los egipcios en negros o blancos carecen de justificación biológica, pues el «concepto quimérico anticuado de raza es totalmente inadecuado para tratar la realidad biológica humana de Egipto, el antiguo o el moderno».

No hay comentarios:

Publicar un comentario