El problema del aspecto externo de los egipcios puede
parecer trivial a primera vista, y sin duda lo es. Sin embargo, es un asunto que
desde que se planteó por primera vez en el mundo occidental, a finales del siglo
XVIII, ha generado un enorme debate que aún no ha concluido y que a lo largo del
siglo pasado se vio contaminado por cuestiones ideológicas que lo hicieron tomar
un rumbo absurdo.
Joham Friederich Blumenbach fue el primer europeo que se
ocupó de cómo eran aquellos hombres que habían construido una de las
civilizaciones más asombrosas de la historia. Concluyó que los egipcios antiguos
eran predominantemente un pueblo similar a los etíopes, con un segundo grupo
parecido a la población de la India védica y en el que había un tercer elemento
racial producto de la mezcla de los dos anteriores. Las conclusiones del
estudioso alemán tuvieron una gran influencia en el siglo XIX, pues a muchos de
los primeros egiptólogos les interesó hacer hincapié en una supuesta relación
entre la India antigua y Egipto. El detallado análisis del «coeficiente racial»,
que se estableció a principios del siglo XX con detalladas mediciones craneales,
probó que las semejanzas con la población del subcontinente hindú no eran
demasiado elevadas, pero aleaban mucho a los pueblos del antiguo Egipto de los
habitantes del África negra, en tanto los situaba más próximos a los europeos
del sur y a los asiáticos de levante, algo bastante lógico teniendo en cuenta la
proximidad geográfica.
Más recientemente se inició un poderoso movimiento cultural
empeñado en la «africanización» de la cultura egipcia, entendiendo como tal la
vinculación de la cultura egipcia y su desarrollo como el exponente supremo del
desarrollo de los pueblos «negros» y de su aportación a la humanidad.
En lo que respecta al nordicismo de los antiguos egipcios,
estas teorías nacieron en 1939, cuando el profesor Carlton Coon, de la
Universidad de Harvard, escribió un libro llamado Las razas de
Europa lleno de fotografías, cuadros, mapas, diagramas y citas científicas.
En este libro, el profesor Coon hacía una asombrosa aseveración: «La reina
Hetep-Heres II, de la cuarta dinastía, la hija de Keops, el constructor de la
gran pirámide, es retratada en los coloridos bajorrelieves de su tumba como una
llamativa rubia. Su cabello está pintado con un brillante amarillo moteado con
pequeñas líneas rojas horizontales, y su piel es blanca. Esta es la más temprana
evidencia conocida de rubicundez en el mundo». ¿De dónde pudieron surgir .os
egipcios rubios? Hay varias posibilidades: libios, constructores megalíticos y
pueblos de las montañas del Cáucaso y del área del sur de Ucrania.
Los antiguos libios se extendían desde las islas Canarias,
a través del Magreb, hasta el delta del Nilo. El tercio occidental del delta del
Nilo estaba ocupado por libios durante los primeros años de civilización
registrada. ¿Es posible que un pueblo blanco pudiera componer el núcleo de la
clase regente del Antiguo Egipto? ¿Quiénes eran los libios y de dónde provenían?
El profesor Coon afirmaba que durante la edad del Paleolítico superior
(30000-5000 a. C.) Europa y el oeste de África del Norte estaban ocupadas por
descendientes de los hombres de Cró-Magnon. Braidwood dice que «las gentes de
Cró-Magnon eran altas y de grandes huesos, con cráneos grandes, largos y
rugosos. Debieron de haber tenido un aspecto similar a los actuales
escandinavos».
Los hombres Afalou y Crô-Magnon tenían cerebros más grandes
que los hombres modernos. Su volumen craneal —que los científicos denominan
«capacidad craneal»— tenía alrededor de 1.650 centímetros cúbicos. El actual
promedio de talla cerebral es de 1.326 centímetros cúbicos. Los granjeros que
vivían en Tushka, en el Nilo, alrededor del 11000 a. C., tenían una capacidad
craneal de 1.452 centímetros cúbicos, un volumen casi idéntico a la talla
cerebral de los actuales europeos septentrionales, 1.453 centímetros cúbicos.
Los modernos habitantes de El Cairo promedian sólo 1.302 centímetros cúbicos.
Pero incluso esta cifra es mayor que el promedio de los actuales negros
africanos, 1.295 centímetros cúbicos. En la época de los hombres de Afalou,
África al sur del Sahara estaba poblada por el hombre de Rhodesia, que
promediaba 1.225 centímetros cúbicos. Por milenios, el influjo de negros desde
el sur del Sáhara provocó que la población de Egipto se volviese más negra y con
cerebros más pequeños.
Las antiguas pinturas egipcias de los libios los describen
como blancos, con cabellos rubios, ojos azules y caracteres faciales nórdicos.
El antiguo escritor griego, Scylax, describió a los libios como rubios y los
escritores latinos describieron a los libios como rubios. El gran historiador
egipcio Maspero dice que Seth «era pelirrojo y de piel blanca, con un
temperamento violento, sombrío y celoso». Hoy la antigua raza libia aún
sobrevive en remotas partes del Rif, en Marruecos y entre los kabiles de
Argelia.
La realidad, aunque moleste a los racistas nórdicos,
obsesionados con ver faraones con aspecto sueco, y a los modernos fanáticos de
la negritud, empeñados en hacer parecer a Ramsés primo de Kunta Kmte, ha de
imponerse tal y como fue. Los egipcios de la Antigüedad fueron fruto del
encuentro de pueblos muy diversos, procedentes del norte, del este y del sur,
que de modo lento se fueron mezclando durante milenios con una población que
llevaba en el lugar desde el neolítico, sin que el aspecto externo ocasional de
la clase .miente de las diferentes dinastías —las hubo negras, nórdicas y
asiáticas— tenga la más mínima importancia, salvo tal vez como prueba de la
existencia de profundos e intensos movimientos de pueblos m el Mediterráneo
oriental. Los propios egipcios, según fue aumentando su conciencia de ser un
pueblo único, se vieron asimismo como los «hombres genuinos», a medio camino
entre los nubios, de riel negra, y los libios y asiáticos, barbudos y de piel
clara. Esta visión, magníficamente detallada en la XVIII dinastía en pinturas y
esculturas, se consolidó en el último milenio antes de nuestra era y ya no me
eliminada por el hecho ocasional de que hubiese faraones negros, como los de la
dinastía etíope, o europeos, como los ptolomeos. Por lo tanto, como bien dijo el
antropólogo norteamericano Loring Bracefore, los intentos de forzar la
calificación de los egipcios en negros o blancos carecen de justificación
biológica, pues el «concepto quimérico anticuado de raza es totalmente
inadecuado para tratar la realidad biológica humana de Egipto, el antiguo o el
moderno».
No hay comentarios:
Publicar un comentario