domingo, 29 de enero de 2012

Cilindros de Faraon

Dos cilindros metálicos, inspirados en las piezas que aparecen en algunas antiguas esculturas egipcias, sirven para armonizar energéticamente el organismo. Tras unas cuantas sesiones de pocos minutos, los pacientes que los utilizan acusan efectos muy positivos sobre el sistema inmunitario, la presión arterial o dolores de tipo crónico.
Inspirada en el Antiguo Egipto, una nueva terapia se abre paso en el universo de las energías. Se llama “cilindros de faraón” y sirve para armonizar energéticamente el organismo en beneficio de una salud integral. Dos pequeños rollos metálicos son suficientes para comenzar el tratamiento. Su tamaño –alrededor de 15 cm de largo por 2,5 cm de diámetro– y su aparente sencillez encierran un misterio no revelado por sus fabricantes, que los presentan como una fuente de energía capaz de eliminar de forma rápida los bloqueos energéticos.

BLOQUEOS ENERGÉTICOS
Para Kasia Walarowska, terapeuta desde hace más de quince años, “toda enfermedad es fruto de un bloqueo energético. Por ese motivo no puede ser tratada sólo en la esfera física, como hace la medicina convencional, sino también desde el punto de vista energético”. Estimular y fortalecer el sistema inmunitario, eliminar el cansancio y el dolor o estabilizar la presión sanguínea son algunos de los beneficios de esta terapia, que se emplea desde 1996 en Estados Unidos y en 17 países europeos.

Los profesionales vinculados a la medicina complementaria y a la física cuántica afirman que todo lo que existe posee un campo energético repleto de información, que genera una determinada velocidad vibratoria. La salud depende de forma directa de que el flujo energético sea el adecuado. Los cilindros actúan en este ámbito como generadores a escala celular. Gracias a su efectividad y rapidez, no sólo se aplican como tratamiento de determinadas dolencias y para eliminar el estrés, sino también como una manera de alcanzar el bienestar al actuar de forma preventiva.

Sus beneficios son similares a los que ofrecen el chi kung, el yoga, el tai chi y otras prácticas bioenergéticas: incrementan el flujo de energía a través de los meridianos del cuerpo y restablecen el equilibrio en todos los órganos. Según Kasia, la simple presencia de los cilindros en el transcurso de otras prácticas energéticas, como la radiestesia, potencia sus efectos sanadores. Su afirmación enlaza con las investigaciones basadas en la cámara Kirlian realizadas por el físico Konstantin Korotkov, del Instituto Estatal de Mecanismos y Óptica de la Universidad Técnica de San Petersburgo (Rusia), según las cuales estos cilindros incrementan la precisión de la cámara, lo cual permite mejorar el diagnóstico de las enfermedades. Las sesiones duran entre cinco y diez minutos. Las necesidades de cada paciente determinan cuántas debe protagonizar. Se completan siempre con un análisis en el que se verifica el desbloqueo de los centros energéticos y que el proceso ha culminado con éxito.

COMPONENTE SECRETO
Esta terapia recrea la imponente imagen de las esculturas de los faraones: el paciente permanece de pie, con la espalda recta y una de las piernas ligeramente adelantada mientras agarra cada cilindro con una mano. Esta postura mantiene los principales centros energéticos o chakras totalmente alineados, pero también se pueden adoptar otras si las características del paciente así lo reclaman: sentado o tumbado, siempre que se mantenga la columna recta.
Los cilindros son diferentes entre sí y específicos para cada mano. El de la mano derecha se denomina “cilindro del Sol”, está fabricado en cobre (combinando con oro en ocasiones) y se asocia a la energía de este astro, que es de tipo yang, en tanto que el de la mano izquierda es de zinc (combinado con plata en algunos casos) y se llama “cilindro de la Luna” por su vínculo a nuestro satélite, que se relaciona con la energía yin. El interior de los cilindros alberga cuarzo, así como un componente secreto que sus fabricantes eluden revelar y que sirve supuestamente para potenciar su efecto transmisor de energía.

RESULTADOS INMEDIATOS
Guennadi N. Dulnev, profesor del departamento de Física Termal del Instituto de Mecánica de Precisión y Óptica de la Universidad de San Petersburgo, analizó el efecto de los cilindros y llegó a la conclusión de que al sostenerlos se acentúa el flujo energético en la superficie de las palmas de las manos. Así se consigue purificar los chakras e incrementar la energía física del paciente. Durante este proceso se puede percibir diferentes sensaciones: desde bienestar hasta hormigueo, picor o una ligera somnolencia. Montserrat Soler, naturópata y terapeuta de shiatsu y de espagiria, lleva varios meses comprobando los efectos de los cilindros en sí misma y asegura que los resultados son muy significativos en muy poco tiempo: “Enseguida he notado los beneficios. Ha sido curioso percibir cómo los cilindros iban trabajando los chakras uno a uno, deteniéndose en los que más lo necesitaban. Ha sido una experiencia muy intensa que me ha hecho sentir plena y llena de energía”.

¿TERAPIA ANTIGUA? HABLAN LOS EGIPTOLOGOS
Aunque la mayoría de los practicantes de esta terapia defienden que procede de la época de los faraones y se basan en los supuestos descubrimientos arqueológicos del físico ruso Vladímir Kowtun, que patentó una reconstrucción de los cilindros en 1996, no hay suficientes datos que lo corroboren.
En opinión de Nacho Ares, director de la Revista de Arqueología, no es la primera vez que se busca una conexión entre una terapia moderna y el antiguo Egipto, pero no hay pruebas de que esta técnica proceda de aquella época. “Sabemos por los textos que los egipcios subían algunas esculturas a las terrazas de los templos para cargarlas de la energía del Sol y la Luna. Sin embargo –advierte–, no hay documentos que hablen de los cilindros de faraón. En mi opinión, los egipcios manejaban energías, pero desconocemos cómo lo hacían.”

A su juicio, el nombre de la terapia procede “del cilindro que llevan en la mano algunas estatuas egipcias no solamente de reyes, sino de personas de todas las clases sociales. En realidad, no es un cilindro, sino el relleno que los escultores dejaban en el interior de la mano para evitar que se rompiera, igual que la piedra que aparece entre las piernas, que no se retiraba y se usaba en ocasiones para escribir el nombre de la persona que representa”.
Teresa Bedman, miembro del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, añade, en este sentido, que los cilindros que han inspirado esta técnica “albergan en algunos casos, sobre todo en la parte frontal, un jeroglífico con el nombre del faraón. Simbolizan un rollo de papiro y representan el contrato de propiedad entregado por los dioses al rey. Donde más ejemplos de este tipo de estatuas encontramos es durante el Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.)”.

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