martes, 10 de enero de 2012

Los hijos de los Faraones

"Un valle árido, encajado entre elevados roquedos cortados a pico, o por montañas en plena descomposición, desgarradas por grandes grietas, ocasionadas por el calor extremo o por hundimientos interiores y cuyas faldas se hallan veteadas de franjas negras como si hubiesen sido quemadas en parte; ningún ser viviente frecuenta este valle de la muerte"
De esta guisa, Champollion, el célebre egiptólogo que, en 1798, acompañó a Napoleón en sus campañas de Egipto, describió el valle de Biban-el-Molouk, hoy día valle de los Reyes, anejo a la antigua capital. En este valle se encuentran numerosas sepulturas reales de las dinastías faraónicas egipcias XVIII, XIX y XX, originarias de Tebas. Hace más de 3.200 años el más famoso de los faraones egipcios, Ramsés II, hizo construir allí su gran postrera morada, junto con otras tumbas.
EL GRAN FARAÓN. Dadas las precauciones y medidas de seguridad que se tomaron para construir las tumbas, era esperable que el misterio del valle dejase encerrado, para siempre, la multitud de secretos de una brillante civilización. Secretos expresados en multitud de paredes, cubiertas desde los cimientos hasta el techo, con escenas esculpidas y pintadas, con millares de pinturas jeroglíficas que componen los diversos textos explicativos. El Sol es el tema central de los bajorrelieves, que expresan, bajo formas emblemáticas, todo el sistema cosmogónico y los principios científicos de los egipcios. Nunca podría haber pensado el conocido como Gran Faraón que, casi 34 siglos después, la necesidad de construcción de un nuevo aparcamiento, para los vehículos de los miles de visitantes de la zona, fuese la causa del redescubrimiento de la tumba 5, la de sus hijos.
Así ocurrió, hace unas semanas, gracias al renombrado egiptólogo Dr. Kent Weeks, quien considera el hallazgo muy trascendental pues la tumba 5, la mayor y más compleja nunca encontrada en Egipto, contiene probablemente los restos de más de 50 de los más de 100 hijos varones de Ramsés II. Según las leyes del Estado a los hijos de los reyes se les reservaban dignidades de diversos órdenes, vestían atuendos especiales y disponían de insignias distintivas. Por ello, este reciente descubrimiento puede ser, para la Ciencia de la egiptología, una verdadera mina de oro, debido a las miles de inscripciones allí existentes. Inscripciones que habrá que estudiar, junto a incontables restos de recipientes y objetos usados para guardar los órganos de los fallecidos o para su momificación.
No en vano, Ramsés II es el más famoso de los faraones egipcios. Reinó en un tiempo en el que la vida media escasamente superaba los 40 años. En el año 1279 antes de Cristo, a sus 25 años, alcanzaba el trono, en el que permaneció durante 67 años, hasta su muerte, acaecida a los 92 años, en el 1279 antes de Cristo. Su larga vida permitió a este faraón tener hasta 8 esposas (sin incluir concubinas) y un gran número de hijos, que algunos expertos calculan en 162. En todo caso, gobernó un imperio, que cubría entre los 4 puntos cardinales, hasta lo que es hoy día Turquía. Iraq, Sudán e Irán, respectivamente. Uno de sus grandes logros fue el combatir eficazmente contra sus eternos rivales los hititas. Tras la batalla de Cades, situada a unos 130 kilómetros al norte de Damasco, consiguió la firma de un duradero tratado de paz, favorecido, sin duda, por su estratégico séptimo matrimonio con Maat-Hor-Neferure, hija del rey hitita, operación que repitió posteriormente, en su octavo matrimonio, con otra princesa hitita. Ramsés II embelleció Tebas y, cubrió Egipto con estatuas gigantescas, con inscripciones de alabanza. En agradecimiento a la protección divina construyó un gran número de monumentos, repletos de leyendas alusivas. Entre ellos, el templo de Osiris, buena parte de los de Luxor y Karnak, y el gran templo de Abu Simbel, que fueron rescatados en los años 60 para protegerlos de ser inundados por las aguas de la presa de Assuán.
LA TUMBA 5. La propia tumba de Ramsés II aun no ha podido ser totalmente excavada, pero el equipo de científicos franceses que se ocupa de ella espera que esté disponible, para ser visitada, en un plazo de 5 años. En cuanto a las tumbas de sus hijos, la primera referencia a su posible existencia se encuentra en una porción de papiro de hace unos 3000 años, guardado en un museo de Turín. En el mismo se relata el juicio al que fue sometido, hacia el año 1150 antes de Cristo, un ladrón del valle de los Reyes. Sometido a tortura, el ladrón declaró que, tras penetrar y expoliar la tumba de Ramsés II, la noche siguiente había profanado la de los hijos del faraón, que se encontraba cercana.
Es curioso recordar que el lugar donde se encuentra la tumba 5 había sido ya previamente excavado por el arqueólogo británico James Burton, en 1820. Burton decidió que no había nada de interés en ese sitio. En 1922, cuando el también inglés Howard Carter descubrió la cámara del tesoro de la tumba de Tutankamen, utilizó la zona de entrada de la tumba 5. Allí depositó los desechos provenientes de otra importante tumba, la de Tut, situada a unos 60 metros de distancia. Cuando, hacia 1980, se comenzó a pensar la construcción de un aparcamiento en esa zona, ello preocupó al Dr. Kent Weeks, quien comenzó a investigar el sitio. En 1988 había llegado a la conclusión de que era mucho más importante y prometedor de lo que se había sospechado hasta entonces. Algunos bajorrelieves encontrados en las paredes se referían a dos de los 52 hijos conocidos de Ramsés II, cuya propia tumba se ubicaba tan solo a 30 metros de distancia. Tras proseguir sin descanso su minuciosa tarea, fue tan solo hace unos días cuando el Dr. Weeks dio la noticia del gran hallazgo.
OSIRIS. La tumba parece contar con dos plantas, de las que tan solo se conoce por ahora, y solo parcialmente, la superior. Tras una especie de vestíbulo columnado se encuentra un corredor con 10 puertas a cada lado, en cuyo extremo final se yergue una escultura de Osiris, el dios de la vida de ultratumba. Allí aparece un nuevo corredor transversal, con dos alas, en el que se abren otras 16 puertas a cada lado, es decir, existen un total de 52 habitaciones, tan solo en la planta superior. Aunque, como hemos comentado anteriormente, el lugar fue saqueado por los ladrones, el material aun restante puede ser de un valor incalculable para los estudiosos. Las pinturas y tallas encontradas están bastante deterioradas debido a las inundaciones, vibraciones del tráfico superior y pérdidas en tuberías de desagüe, cercanas al lugar. Pero de los jeroglíficos ya descifrados se deduce que allí se encuentran enterrados, tanto el primogénito, como el segundo hijo, el séptimo y el decimoquinto del faraón. Y existen grabados de Ramsés presentando a los jóvenes recién fallecidos a las deidades del Sol, del cielo o de la maternidad, como reflejo de su consideración de los faraones como semidioses, cuya vida era un tránsito hacia la deidad total.
Otros enigmas podrían aclararse pronto. Así, en el Antiguo Testamento, en el Éxodo, desde 1.8 al 1.14 se relata el advenimiento de un rey nuevo en Egipto que hizo someter a los hijos de Israel a cruel servidumbre, rudos trabajos, etcétera. Este faraón, cuyo nombre no se concreta, podría corresponder históricamente a Ramsés II. El fallecimiento de su hijo primogénito, como se deduce de las tumbas halladas, confirma el pasaje bíblico del Éxodo 12:29. En este pasaje del Éxodo se relata que, a medianoche, el Señor golpeó a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde el del faraón hasta el del cautivo de las mazmorras.
Otras muchas incógnitas quedan por resolver y posiblemente algunas se desvelen cuando se investigue la planta inferior donde pueden encontrarse los correspondientes cuerpos momificados. Otro misterio para ser resuelto es lo que sucedió con los restos de las otras muchas hijas del faraón o de sus numerosas esposas, ya que las mujeres representaban un importante papel en el Egipto de aquella época.
El próximo mes de julio el equipo del Dr. Weeks espera reanudar sus investigaciones en esa fascinante zona y piensan que, al menos, se llevará 5 años el estudio total de la tumba, su protección, y la instalación de elementos eléctricos y de aclimatación para preservarla adecuadamente. La consecuencia de todo ello permitirá profundizar más en el conocimiento de lo acontecido en esas casi primeras y misteriosas páginas de los anales de la civilización de la Humanidad que cubrieron las dinastías faraónicas procedentes de Tebas.

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